La percepción de la realidad está velada al humano por una serie de cortinas que la modifican, la disfrazan. Unas son naturales, las limitaciones propias de los sentidos. Otras son artificiales, creadas por los hombres. Las naturales son conocidas, fáciles de apreciar, por ejemplo, la visión es limitada a determinadas longitudes de onda. Las artificiales son más complicadas, inciden sobre la interpretación de la realidad, la modifican de variadas maneras, la construyen.
A medida que la civilización avanza, estos medios artificiales evolucionan, hasta el punto que hoy vivimos. Los medios llamados de comunicación, constituyen una verdadera cortina de hierro que vela la realidad. Esta definición se queda corta, más preciso es definirlos como medios de creación de realidades. Pueden construir una amenaza de guerra, como pueden ocultar el peligro nuclear. Pueden hacer de un hampón un estadista, como pueden destruir la imagen de un político honesto.
En los últimos tiempos esta situación se ha desarrollado por el uso de las redes sociales, y allí en el nombre viene el primer contrabando. Está comprobado, por recientes investigaciones, que la participación de la sociedad en ellos es mínima comparada con la participación de robots, de los mecanismos de los gobiernos y las grandes compañías que construyen una participación social ficticia en las redes. Lo que se pensaba que elevaba la comunicación de la humanidad, resultó en la mayor falsificación de ella.
De esta manera, la humanidad está entrando en una patología mental colectiva, caracterizada por la distorsión masiva, terrorífica, de la realidad. Esta brecha entre la realidad real y la realidad construida tiene consecuencias en la mente colectiva que aún no se conocen, pero apuntan a deformaciones mentales masivas. Si pensamos en la fractura que significa este vivir sumergidos en medio de una realidad creada por intereses antihumanos, y el choque inevitable con la realidad real, entenderemos que el humano está escindido, fracturado, invadida su psiquis, despojado de su voluntad: actúa como un robot, obedece a estímulos falsos; el desconcierto.
Come, duerme, ríe, sueña, piensa, actúa al ritmo de la manipulación de la realidad. Y cuando la mente enajenada se rebela contra esa anormalidad, cuando choca con la falsificación, se producen las patologías que, algunas, son tan masivas, tan comunes, que no se consideran enfermedad. Por ejemplo, los altos grados de egoísmo, de aislamiento, la soledad del hombre, animal social, es una enfermedad terrible.
Y un día esa multitud de soledades se moviliza con la mirada secuestrada, y va a la guerra contra un enemigo de la realidad creada, y mueren en la realidad real.
Y un día el mundo amanece, y ya no hay abejas, porque no hay flores, y el silencio anuncia la ausencia de pájaros y bosques, y el sol hace hervir el agua de los mares. Y los gobernantes construidos acusan a otros gobernantes construidos de los males construidos.
Un día vuelan los aviones atómicos y la realidad creada acaba con la realidad real, y no quedará nadie en la realidad real, y ya no habrá realidad creada.
La defensa de la humanidad de esta enfermedad que tiene nombre, se llama «ceguera social» o «pérdida de la visión de sociedad», es superar su causa. El virus es la propiedad privada de los medios de producción, la creación de dos clases: los que lo poseen todo y los desposeídos de todo. La realidad creada es una necesidad de los poseedores. Y el remedio comienza por volver a la propiedad social de los medios de producción, al Socialismo, a los gobernantes reales, a la gente gente.
¡CHÁVEZ, SOCIALISMO, VIDA!