Es mentira que esta campaña por el Esequibo sea una manifestación máxima de patriotismo, es mentira que la defensa del territorio mancillado sea la motivación principal de todo ese barullo. Si hacemos un ejercicio de imaginación, quedará al desnudo el verdadero motivo.
Imaginemos que llegamos a un acuerdo con Guyana: «se pueden quedar con el Esequibo, pero no pueden explotar ninguna minería por trescientos años». La negativa será inmediata, lo mismo si el acuerdo es al contrario. Queda demostrado que el interés es material, monetario. Y si esta imaginación no fuese suficiente, pensemos dónde carajo está el interés patriótico de la exxon, de las otras petroleras gringas y chinas que aparecen y las que instigan la pelea agazapadas de lado y lado.
Asentado esto, es necesario pasar al segundo punto. Por ese interés material, en estos momentos, se está escalando una guerra que no es con Guyana, es una guerra de proporciones mundiales, donde ya vemos a los gringos y a otros países interviniendo. Una guerra significa el sacrificio de los jóvenes, que dejarán su sangre y su vida en esa locura de los capitalistas tras sus ganancias. Significa la pérdida de bienes materiales y vidas en todo el territorio nacional; quién puede predecir las líneas de esta guerra, hasta dónde llegará; lo que sí podemos afirmar es que no será una guerra confinada a aquella zona esequiba, se extenderá por toda Venezuela.
Es necesario, pero ya, detener esa locura, no caer en el juego imperialista de escalar esa guerra. La guerra no puede ser inevitable, no es solución, al contrario, agrava el problema. Para detener esa locura es necesario salir de este gobierno negligente, que abandonó el tema del Esequibo cuando estaba frío, y ahora como un truco para recuperar el apoyo que ha perdido lo reactiva mal; que, por sobre el interés nacional, coloca el interés del capital, y, en su lugar, colocar un gobierno que piense en la gente antes que en el logro material, que no participe de la rebatiña del botín petrolero. Es momento para dar muestra de altura, es la hora de la responsabilidad de Estadista. No se trata de una pelea de pandillas de barrio, ni de sindicatillos camorreros.
Entendiendo que es una guerra entre capitalistas que luchan por un botín, otra actitud debe tomar el nuevo gobierno, es un reto encontrar la manera de solucionar la contienda en paz y sin lesionar la Soberanía. No es una tarea de pequeños políticos, que no ven más allá de sus narices, su pequeño puesto y sus intereses mezquinos. Ahora si es verdad que se necesita el pensamiento nacional, que es a un tiempo universal, humanista. Es hora de la política grande, de convocar a la nación para dictar cátedra de humanismo, de paz a este mundo tan necesitado.
No hay que rendirse en la búsqueda de la paz, la situación ha escalado y lo hará más en las próximas horas; quizá, solamente quizá, todavía no ha llegado al punto de no retorno, se necesitan líderes capaces de poner por sobre sus reacciones personales el bien de todos, y tener la valentía de disentir del rebaño fanatizado.
¡PAZ REVOLUCIONARIA!