Si alguna cosa debemos reconocer como una autocrítica, de cara a lo que ha sido el desastre de la gestión del gobierno de Maduro, es que, desde el campo chavista, revolucionario, no supimos reaccionar a tiempo, no pudimos darnos cuenta de que éramos objeto de una gran manipulación con el tema de la lealtad a Chávez y la unidad ante el ataque de la derecha.
Ciertamente el madurismo ganó tiempo y avanzó en consolidar y cohesionar su grupo de poder. Cuando Chávez enfermó, ellos tenían un plan para tomar el poder, nosotros no. En nuestro caso trabajamos intensamente para sostener el país, mientras el Comandante luchaba por su vida.
Tarde entendimos la trampa, la forma de operar de esta nueva élite que controla el gobierno. Al principio, uno le achacaba el comportamiento errático en la conducción del gobierno al hecho, conocido entre todos los que éramos ministros de Chávez, que Maduro era extremadamente desordenado e improvisado.
Sin embargo, es experto en la triquiñuela política, en los pactos y acuerdos, en la maniobra baja, por eso restableció la política con «p» minúscula, tan adeca y tan suya a la vez, donde se mueve como «pez en el agua»; en la trampa, en la compra-venta de posiciones políticas y lealtades, así comenzó a desplazar a los cuadros chavistas del gobierno.
Lo que pasa es que para nosotros resulta difícil entender la acción y ejecutoria de este gobierno, porque actuamos con otras reglas, otra ética, otros valores y principios: los de Chávez, los del trabajo, la honestidad, la solidaridad, la justicia.
Nos equivocamos al creer que el madurismo se mantendría en los códigos y conductas que caracterizaron al Comandante Chávez. No lo hacen porque sencillamente son otra cosa, pero más importante que lo que son, es lo que quieren.
No podían ser consecuentes ni leales a Chávez, porque no quieren y no van a hacer una revolución, ni mucho menos a construir una sociedad socialista. Por eso Maduro, tal como Herodes, mata la Revolución Bolivariana. Ya no es más una revolución, ya no inspira a nadie, no emociona, no moviliza. Al contrario, se han ido más de dos millones de venezolanos, los jóvenes tratan de salir del país, desesperados, a un destino incierto.
La dura realidad es que tenemos un país mucho más desigual que nunca, un país empobrecido, un pueblo envilecido, una patria que se entrega.
Los números están allí, los hechos hablan por sí solos: es una tragedia del día a día, los que se quieran seguir engañando aferrados a un gobierno que no va a cambiar, entonces, al menos, no hablen en nombre del Comandante Chávez, porque le hacen un terrible daño al asociarlo a este desastre, lo desprestigian, lo matan una y otra vez, no lo dejan en paz.
Si tiene cola, cuatro patas, dos orejas y ladra, entonces es un perro, ya veremos qué clase de perro es: inteligente, bruto, que muerde, que juega, pero perro es.
Si el trabajo no vale nada; si predomina el interés del capital; si el pueblo es más pobre y los ricos más ricos; si el sueldo no vale nada; si no se crea trabajo; si el pueblo no tiene comida, ni medicinas, ni seguridad; si se entrega el Arco Minero; si se privatiza PDVSA; si se entrega el petróleo, el gas; si se invita a las transnacionales a sustituir lo que antes hacíamos los venezolanos, si se cree que la burguesía es revolucionaria, entonces, éste es un gobierno de derecha. Ahora veamos de qué tipo: un mal gobierno, mala gestión, improvisado, intolerante, autoritario, represivo. Pero es un gobierno de derecha y muerde.
Ahora que no me vengan los maduristas con que recibir una ¨Caja Clap¨ es socialismo: eso ya lo hacían los adecos; no me vengan con que el «Carnet de la Patria» para recibir beneficios es socialismo, eso ya lo hacían AD-Copei, el carnet del partido abría todas las puertas. Entonces, ¿qué cosa diferencia a este gobierno de los gobiernos de la IV República? Nada.
Ahora también se privatiza PDVSA, al igual que lo hizo la «Apertura Petrolera» de la IV República, donde, por lo menos, hacían un concurso abierto de empresas y se conocían los acuerdos. Ahora, ni eso.
Se entrega el petróleo a través de los «Contratos de Servicios Petroleros», como antes se hizo en la «Apertura Petrolera» con los «Convenios Operativos», donde al menos se hacían rondas de licitación y participaban empresas petroleras de reconocida trayectoria, no empresas de maletín establecidas en Panamá y desconocidas por la industria.
Ahora se entrega el Gas de la Patria, se entrega a empresas europeas y rusas, también lo hizo la «Apertura Petrolera», con el «Proyecto Cristóbal Colón».
Ahora se entrega el oro del «Arco Minero» a las transnacionales y sus socios de la nueva burguesía madurista , al igual que lo hacía la CVG en la IV República al ¨adecaje¨ que estaba allí instalado y a sus socios internacionales.
En Venezuela se instaló un gobierno de derecha, el madurismo, que se ha venido deslizando, en un «golpe de timón», pero a la derecha. Era lo que siempre se hablaba del chavismo sin Chávez, lo que se ha expresado es la «derecha endógena», lo que se ha nucleado en torno al gobierno de Nicolás Maduro.
En la lucha por el poder ahora no se confrontan dos modelos: el de la Patria y la anti-patria, como estaba planteado en tiempos del Comandante Chávez. Ahora la lucha o la puja es por un reacomodo entre el madurismo con su burguesía emergente y la oposición tradicional con sus intereses económicos de siempre.
La derecha emergente, el madurismo, ahora pugna por obtener el reconocimiento imperial, se disputan y buscan ser aceptados por los poderes fácticos en el continente, saben que sin ello, no tienen largo aliento. Le proponen a los centros de poder mundial un nuevo arreglo de convivencia en el país.
Lo que sucede es que éste es un gobierno, tan, pero tan malo, tan peligroso, tan inconsistente, que no genera confianza en los poderes mundiales, no los quieren. Seguirán enviando «voceros», «señales», invitando transnacionales, entregando la Patria, pero aún así, no los van a aceptar.
El problema del madurismo, de los que traicionan, es que tienen que mantener un discurso que «asusta», porque usan a Chávez para manipular a la base social y política acumulada en más de diez años de revolución, pero, por otro lado, tienen que mandar «señales y mensajes» a la derecha, con voceros y rostros, desprestigiados y, ciertamente, sin mucho talento. No tienen definiciones políticas, terminan sin ser «ni chicha, ni limonada», terminan desdibujados.
En este período el gran derrotado ha sido el chavismo, el socialismo. El madurismo nos ha provocado una estruendosa derrota, una derrota estratégica, ha hecho a un lado todos los elementos que caracterizaban la propuesta chavista y Bolivariana: la Constitución Bolivariana, la democracia participativa y protagónica, el control sobre nuestros recursos naturales, sobre el petróleo, sobre el gas, el control de PDVSA, las Misiones Sociales, los injertos socialistas, el Poder Popular, las garantías sociales, la soberanía, el Plan de la Patria.
Todo esto se desvaneció ante los ojos de un pueblo manipulado e incrédulo que todo lo prometido por Chávez, sencillamente ya no será, nadie se los ha dicho, para ya el pueblo lo sabe, en lo íntimo de su corazón, de su pasión que se enfría, de desengaño en desengaño, de promesa en promesa, de cola en cola.
Se desvaneció ante el silencio incomprensible de hombres y mujeres a los que el Comandante Chávez confió el futuro de la Revolución Bolivariana. Las armas de la República no fueron capaces de defender nuestras conquistas políticas y sociales. Defender el legado de Chávez.
El propósito, la naturaleza del madurismo, sus objetivos políticos y económicos, por supuesto que no podían mantener la ética y la conducta del Comandante Chávez.
Este cambio que se ha venido produciendo de una manera tan brutal que parece mentira, tiene sin embargo su más clara expresión en la ética del desastre y en el manejo de las instituciones del Estado Bolivariano, de sus leyes, de la Constitución.
Que nadie se equivoque, no se trata del desarrollo de una «táctica» o «astucia» política para derrotar la violencia, de un exceso, de una incontinencia, de un descontrol puntual, de un error. Lo que tenemos hoy día en el país es la situación que la derecha madurista ha creado para sepultar al chavismo, la voluntad de combate del pueblo y en medio del caos, imponer un nuevo acuerdo.
Ante la ausencia de un Pinochet o una Junta Golpista como la de Videla, el madurismo se impone al país sobre las cenizas del chavismo, las ruinas de su proyecto, le han provocado al pueblo un choque, en su vida diaria, su autoestima, lo han desarmado ideológicamente, lo han desmovilizado, lo han hecho padecer tanto, al punto que ya no le interesa nada, que destruyan a Chávez, que entreguen su conciencia.
A este punto de la desesperación y las penurias del país, ¿a quién diablos le importa el socialismo? ¿el Plan de la Patria? ¿la soberanía? ¿PDVSA? A nadie, la gente sale como puede, pide una intervención extranjera o sencillamente se entregan, se adaptan a la realidad de la cola, la penuria, la ¨Caja Clap¨, el ¨carnet de la patria¨; que Maduro haga lo que quiera, la desesperanza. El daño es profundo, han matado la esperanza del pueblo, las posibilidades de un futuro pleno de desarrollo y justicia social.
El madurismo ha traficado con la miseria, las necesidades, ha «bachaqueado» la conciencia del pueblo. El ciudadano dejó a un lado las razones sagradas para la lucha, el altruismo, la solidaridad. Ahora se salva quien pueda.
Si nosotros hemos sido ingenuos por ejercer la política desde una ética y una perspectiva distinta a la del «pranato obeso», también lo fue el Presidente Chávez. Jamás se imaginó que su obra, su Constitución y sus leyes iban a ser barridas como ahora, que el PSUV enarbolara la triste consigna del IV Congreso de «lo que diga Maduro».
La ética, la política, el nuevo acuerdo de convivencia que impone el madurismo para sostenerse, contrasta radicalmente con el ejemplo de Chávez, su conducta.
Jamás vimos al Comandante Chávez en extravagantes y suculentas cenas, «jugando con la sal», haciendo burlas y chistes malos, mientras los niños comen lo que pueden. Jamás lo vimos disfrazado de «Sultán», ni diciendo incoherencias en sus discursos, ni bailando salsa como respuesta a los momentos duros, ni montado en un columpio, ni escuchamos discursos plagados de errores, característicos del que no estudia ¡nunca!
Pero ahora éste es el modelo, el ejemplo que se impone, la imagen del madurismo. Si ésto sucede en la cabeza visible, ¿cómo diablos estará todo hacia abajo?
Tampoco vimos al Comandante Chávez haciendo crueldades, estimulando la injusticia, el atropello. Era demasiado respetuoso de la persona, independientemente de su condición social, política, económica, de las leyes, de las instituciones.
En doce años de intenso trabajo a su lado, como Ministro de Petróleo, Presidente de PDVSA y compañero de luchas, jamás lo vi levantar el teléfono para que los cuerpos de seguridad del Estado, hicieran algo al margen de la ley, ni algo a favor de ningún grupo de poder.
Chávez era un jefe muy estricto en el manejo de la cosa pública, era muy acucioso con el manejo de los los recursos del Estado y, en general, con el manejo del gobierno. Los números tenían que cuadrar con rigor y los cotejaba con sus otros ministros. Si tenía duda de algo, había que explicarle todo en detalle. No era ningun improvisado.
Era muy estricto, jamás mentía al país con respecto a nada, menos con respecto al petróleo, él sabía lo importante que eso era para la economía y estabilidad del país. Si nuestra producción tenía problemas, se lo decía, lo discutíamos; si bajábamos diez mil barriles día, eso era un problema, se convocaba a reunión con la Junta Directiva y se buscaba solución, no aceptaba excusas de ningún tipo. Pero escuchaba, estudiaba, se interesaba en comprender, no evadía ninguna situación.
No quiero imaginar lo que Chávez haría con Maduro y la actual Junta Directiva de PDVSA, si estuviese entre nosotros y se enterara que en estos cuatro años de gestión madurista, la producción ha caído ¡dos millones de barriles día! A Chávez no le podría venir Maduro con excusas, «que si fulanito», «que si la corrupción», «que si la conspiración», ya estuviese destituido e investigado.
El Presidente Chávez siempre acató la ley, la Constitución y tenía la ética y honestidad como principios de actuación. Siempre rendía cuentas al país, se dejaba interpelar por el pueblo, sin atropellar al interpelador, sin abusar de su poder como Jefe de Estado. Así se ganó la autoridad entre nosotros y el pueblo, con el ejemplo; nunca con base en el miedo o el autoritarismo.
El gobierno de Maduro va en dirección absolutamente contraria, no sólo en lo económico y político, con su «golpe de timón»hacia la derecha, sino también en lo relativo a la institucionalidad, la separación de poderes, la rendición de cuentas, el respeto al ordenamiento jurídico y constitucional. Lo hace precisamente porque es el andamiaje institucional de la Revolución Bolivariana, Maduro no puede convivir con ella, lo aprisiona, le estorba.
No me referiré a la sistemática violación de la Constitución y las leyes en el ámbito petrolero y minero, ni al decreto 3.368, el decreto de la entrega, ni a la desaparición de la democracia participativa y protagónica, sino a lo que es tal vez la expresión más cruel del comportamiento del madurismo: el manejo de la justicia como mecanismo de persecución política; la «judicialización de la política» a través de la actuación de la Fiscalía y los Cuerpos de Seguridad del Estado.
Maduro necesita de un gobierno despótico, autoritario, es la naturaleza de la vía que han escogido para imponer su modelo sobre las cenizas del país, es el control que necesitan para avanzar en su esquema de «tierra arrasada», política de choque en lo económico, social y político.
Para ello necesita una Fiscalía que persiga y condene. Un Poder Judicial bajo su control que dicte sentencias arregladas, a pedido. Unos Cuerpos de Seguridad del Estado incondicionales al madurismo, que responden a grupos, incluso económicos, que actúan con impunidad.
Cualquiera puede ser víctima de un abuso policial o de la Fiscalía, a cualquiera le destrozan la vida, todo se vale en este gobierno donde nada importa, donde se violan permanentemente los Derechos Humanos Fundamentales de los ciudadanos.
Comenzando con los terribles hechos de violencia de los años 2014 y 2016, donde el «Comité de Víctimas de las Guarimbas» todavía espera la justicia prometida por el madurismo, los más de 130 venezolanos muertos por arma de fuego, contusiones, quemados vivos, linchados. Toda esa «justicia» fue negociada en el último «pacto» o acuerdo con la oposición.
La violación a los Derechos Humanos Fundamentales es una situación a la que están expuestos tanto los de oposición, como los chavistas, los militares y los trabajadores, los dirigentes obreros, los campesinos. Venezuela ahora es un país del miedo, de las grabaciones, allanamientos, secuestros, rehenes, suicidios, atropellos.
Todos hablan en voz baja, nadie escribe mensajes telefónicos, todos usan seudónimos. Ante el ejercicio abusivo de algún político, funcionario público o policial, todos callan, ¿a dónde recurrir? ¿quién denuncia? ¿quién se atreve? El gobierno quiere controlarlo todo.
Ahora, al salir del país, una funcionaria se te parará al lado para hacerte las preguntas más inverosímiles, la Guardia Nacional ¨pasará raqueta¨ cuando sales o entras, y todos responden sumisos, nadie dice nada, todos tienen miedo.
Los abusos son muchos y de toda índole, desde «el cometa rojo»,hasta más de cien gerentes y trabajadores de PDVSA presos, vilipendiados y expuestos públicamente sus nombres, rostros y reputación, sin derecho a la defensa.
Hay detenidos, hombres o mujeres, inocentes, pero retenidos sin derecho ni siquiera a presentarse en la primera audiencia, hasta que ceden a inculparse de un delito que no existe; niños retenidos para que el padre se entregue; madres retenidas para que se entregue el hijo; secuestro de familiares como medio de presión contra quien persiguen.
A otros, sobre todo a los chavistas, militares o petroleros, los mantienen secuestrados a sabiendas de que su condición de salud es frágil y grave, no importa que tenga cáncer, o haya sido operado a corazón abierto.
Los chavistas no entran en la «gracia», ni liberaciones, ni acuerdos del madurismo, a favor de la oposición. Resulta extraño que el gobierno le tema más a los chavistas sueltos que a la oposición en la calle, por más violenta que sea, e independientemente de los crímenes que se les imputan.
A muchos los mantienen retenidos o secuestrados, a pesar de ser titulares de una boleta de excarcelación emitida por el juez que lleva la causa, en unas condiciones terribles de maltrato, aislamiento, hacinamiento y en franca violación del artículo 26 de la Constitución.
Otros y otras son retenidos durante más de cinco años, en las peores condiciones de maltrato y aislamiento, sin que todavía les indiquen de qué se les acusa. Sus hogares son violentados, confiscados, robados, el SEBIN se queda con sus casas, en contravención, entre otros, del artículo 47de la Constitución.
Muchos más son presos de Maduro, o de «fulano o fulana», no salen, estarán allí hasta que Maduro quiera.
Y si algún juez se atreve a aplicar la ley, y es ésta distinta a tal voluntad de Maduro, el mismo también será apresado, secuestrado y correrá la misma suerte. El juez también tiene miedo.
Este ambiente de miedo generalizado nunca lo sufrimos con el gobierno del Presidente Chávez. Hoy estamos ante la presencia de métodos de represión política extraños a nuestra cultura, a nuestra idiosincrasia, es una mezcla extraña de violencia y premio. Se trabaja con lo que llaman los expertos el «cerebro reptiliano».
Revisando un artículo de Rafael Castro, titulado «La muerte de prisioneros (alto voltaje)», me encuentro con el relato de un hecho que mi padre me contaba, en nuestras conversaciones sobre el período de la «guerra», como él la llamaba: «En 1962, el militante comunista José Gregorio Rodríguez cayó al vacío desde un piso superior en el edificio las Brisas en los Chaguaramos, sede de la Dirección General de Policía (Digepol). Efectivamente ese lugar de donde supuestamente se lanzó este militante comunista era un sitio de tormento, que unos cuantos venezolanos conocimos y que recordamos que había un ventanal que pisos más abajo daba a un estacionamiento. La muerte de este prisionero fue debatida por el Congreso de la República, pero hasta el sol de hoy la tesis gubernamental del ‘suicidio’, no prosperó, por la atmósfera represiva de entonces.»
Me preocupa y repudio lo que ha pasado con el concejal de oposición Fernando Albán, su muerte no esclarecida, rodeada de misterio, no sólo porque siempre he condenado la muerte del ser humano, o la violación de sus derechos fundamentales, sean de la posición política que sea, sino porque el artículo 43 de la Constitución establece que «el Estado protegerá la vida de las personas que se encuentran privadas de su libertad, …, o sometidas a su autoridad en cualquier forma».
El gobierno es responsable de la vida del prisionero, pero se repite la historia, nunca será la misma, pero preocupa que no es el primer «suicidio» en prisiones políticas del madurismo.
El Fiscal, triste poeta, se apresura a dar una versión de los hechos y afirmar que fue «suicidio», para, al día siguiente insistir en el «suicidio», pero ahora, con una versión de los hechos, completamente distinta, poco creíble. Este señor se ahoga en sus contradicciones.
Las altas autoridades del gobierno, es decir, el presidente o vicepresidente, no dicen nada, ignoran de manera deliberada el hecho. El gobierno no da una respuesta.
Los otrora defensores de los Derechos Humanos, los que ganaron prestigio denunciando los abusos y crímenes de la IV República, ahora guarden silencio. No hay ni siquiera una solicitud de investigación, una renuncia digna. Nada.
El ministro de interior indica que «van a investigar», es decir, el ministerio investiga a sus propios funcionarios. No hay nadie detenido, como suele hacerse contra los de PDVSA a la más mínima sospecha de cualquier cosa o incluso, de nada.
Todo se convierte en un manejo mediático: ahora, el gobierno para «calmar» a la oposición o tratar de desviar la atención del «suicidio», tapar la realidad, que se ha convertido en una práctica extendida del aparato de propaganda del gobierno, entonces decide «liberar y desterrar» a un prominente miembro de la oposición violenta. Así como lo metieron preso, así lo sacan.
Los presos o secuestrados políticos son rehenes que seguirán retenidos hasta que alguien «más arriba» diga lo contrario. Son objeto de negociación, de maniobra propagandística, de ensañamientos personales, o de extorsión. Allí se quedarán, hasta que «fulano o zutano», «fulana o zutana» quiera.
¡Que desastre! Hay que dar la pelea porque la crisis es profunda y en todos los órdenes, en un terrible «golpe de timón»,pero a la derecha. Donde hay escasez de todo, pero lo más grave, es la escasez de dignidad, de humanidad.
Tenemos la responsabilidad de conformar una opción distinta a este desastre, ellos nos temen, nos persiguen, porque nosotros los desenmascaramos. Lo seguiremos haciendo hasta recuperar el estado de libertades políticas que nos han arrebatado, las garantías que establece nuestra Constitución por la que luchamos tanto, por el programa Bolivariano, por el sueño, la Patria, que movilizó y que tanto costó a este pueblo. Con Chávez Siempre ¡Venceremos!