Hoy se conmemoran 32 años de la Rebelión Militar del 4 de Febrero de 1992, audaz acción político-militar de los Oficiales Bolivarianos que, bajo la jefatura del Comandante Hugo Chávez, insurgió en contra de la IV República y logró abrir el cauce a la participación popular, que luego daría al traste con el Puntofijismo –algo impensable hasta esa madrugada–, dando paso a la Revolución Bolivariana.
Hay que decir, que tanto el 4 de Febrero, como la Revolución Bolivariana, han sido traicionados por el gobierno de nicolás maduro, de la obra y políticas del gobierno del Presidente Chávez, NO QUEDA NADA.
Hoy, nuestra Patria es entregada al saqueo de los grupos económicos e intereses transnacionales; hemos perdido la soberanía sobre el manejo del petróleo, nuestro principal recurso; nuestras instituciones están arrasadas; nuestros derechos fundamentales están conculcados, incluyendo los derechos humanos, políticos y sociales garantizados en la Constitución, mientras nuestro pueblo ha sido víctima de un paquetazo económico impuesto por la violencia, que lo ha sumido en una miseria material y espiritual nunca antes vista, que lo lleva a escapar del país.
Pero hoy, seguramente, los traidores al 4 de Febrero, a la Revolución Bolivariana y a Chávez, rodeados de los oportunistas de siempre, celebrarán, harán destemplados discursos y se darán golpes de pecho, utilizando la figura y el nombre del Comandante. Indolentes a la situación del pueblo, seguirán maniobrando y actuando a sus anchas, cerrando las posibilidades políticas y constitucionales para salir de la grave crisis en la que han sumido al país, llevándolo al abismo en que se encuentra.
Sin embargo, y a pesar de todo lo sucedido luego de la muerte del Presidente Chávez, el 4 de Febrero debe ser reivindicado, tanto en su justificación política y moral, sus motivaciones, así como, en sus propósitos.
En aquel momento, las cúpulas de la IV República, inmediatamente, arremetieron con violencia en contra los Oficiales Bolivarianos; e incluso, uno de sus más connotados exponentes, el entonces diputado David Morales Bello, pidió abiertamente “muerte a los golpistas”.
Pocos del estamento político de entonces, ni del gobierno ni de la izquierda, entendieron lo que estaba sucediendo en el país. El “Puntofijismo” se había agotado y uno de sus mejores exponentes, el Presidente Carlos Andrés Pérez, imponía de la mano del Fondo Monetario Internacional, un paquetazo económico profundamente antipopular, a la vez que iniciaba la “Apertura Petrolera”, con desastrosos efectos sobre la economía, contando siempre con que, AD-COPEI, mantendrían “anestesiado” al pueblo venezolano.
No fue así. El 27 de febrero de 1989 y la respuesta violenta del gobierno de CAP, fue el detonante de la insurgencia militar, que ya se venía gestando en el seno del Ejército. Los Oficiales Bolivarianos se rebelaron contra un sistema, el “Puntofijismo”, que, con el control de todas las instituciones, cerraba las posibilidades de un cambio político en el país para frenar la deriva entreguista, donde las cúpulas políticas y económicas de la IV República entregaban nuestra soberanía y profundizaban el deterioro económico y social de nuestro pueblo, para mantener a flote su modelo agotado. La insurgencia militar bolivariana tenía plena justificación.
Aunque la acción militar fue derrotada por el gobierno, el éxito político fue indudable. Los Oficiales Bolivarianos estuvieron presos (les fue respetada su dignidad militar y no fueron sometidos a actos vejatorios de ningún tipo); la acción del 4 de febrero, fue el golpe de gracia a la IV República. Tan pronto el ex Presidente Rafael Caldera indultó a Chávez y otros Oficiales del 4 de febrero, la IV República no pudo contener al Comandante Bolivariano, quien recorrió el país con su mensaje y, en 1998, fue electo Presidente de la República; esto, a pesar que el “Puntofijismo” hizo todas las maniobras posibles para detener su victoria electoral.
La acción del 4 de febrero fracturó la hegemonía y el control de la IV República y abrió los cauces de la participación política del pueblo y las profundas transformaciones que quedaron plasmadas en la Constitución de la República Bolivariana de 1999, la cual estableció los principios jurídicos y políticos de la V República, que luego fueron desarrolladas por el gobierno revolucionario de Hugo Chávez.
Luego vendría el Golpe de Estado de 2002, el Sabotaje Petrolero, las guarimbas, la violencia politica de parte de los sectores más recalcitrantes de la derecha; en todos esos escenarios violentos, el Presidente Chavez se mantuvo apegado a la Constitucion y a las leyes, para navegar en medio de esta tormenta de la transición de la IV a la V República, logrando conquistar para el país un importane periodo de estabilidad y el desarrollo de políticas a favor del pueblo, alcanzando una extraordinaria victoria politica sin violar los derechos humanos, ni mancharse las manos de sangre.
La grandeza y la vigencia de Chávez, radica en sus logros a favor del pueblo y en la conquista de nuestra soberanía, su empeño en hacer una Revolución en el país, construir el socialismo, siempre apegado a la Constitución y a las leyes, y teniendo al pueblo como actor fundamental del proceso, basado en el principio constitucional de que la soberanía reside en el mismo. Luego, vendría, lamentablemente, su muerte y el derrocamiento de la V República.
El 4 de febrero y lo que sucedió en el país, a partir de entonces, nos deja importantes enseñanzas.
Lo primero que habría que decir, es que Chávez y el chavismo están más vigentes que nunca. El chavismo y el madurismo son dos expresiones políticas contrarias. La razón fundamental, por la cual el país está sumido en la profunda crisis que vivimos, es porque el gobierno de maduro traicionó el camino de Chávez, abandonó sus políticas y fue en sentido contrario de su principio de gobernar para el pueblo. El gobierno de maduro, ha reinstalando en el país un capitalismo atrasado y dependiente, más extractivista, violento y entreguista que nunca, provocando la crisis actual. Esta es una crisis del modelo capitalista instaurado, “el milagro” de maduro, que ha provocado tanto sufrimiento al pueblo venezolano y que no tiene nada que ver con Chávez.
Segundo, el Chavismo, como propuesta política y sentimiento, está profundamente arraigado en los sectores populares del país. Sus tesis programáticas y sus consideraciones políticas y económicas fueron expresadas a viva voz por el Comandante Chávez, por lo que, a pesar de las ediciones y manipulaciones de la propaganda del madurismo, ese Chávez radical, profundamente popular y revolucionario, está allí; y sus elementos fundamentales, plasmados en los objetivos del Plan de la Patria, siguen siendo válidos para salir de este laberinto.
Pero, el Chavismo ha sido golpeado de manera violenta por el madurismo y, en este momento, NO TIENE UNA EXPRESIÓN POLÍTICA ORGÁNICA; el PSUV –el partido de Chávez– ha sido desmantelado y convertido en un retazo de intereses grupales. De aquí surge otra de las grandes lecciones del 4 de febrero: hace falta una vanguardia, para convertir al Chavismo en una opción de poder. Ésto pasa por reagrupar al campo bolivariano –algunos dispersos, con otros en un cauteloso silencio– y hacerlos coincidir en los elementos fundamentales de las propuestas de Chávez y en el objetivo supremo de rescatar la patria.
Tercero, los Oficiales del 4 de febrero insurgieron contra la IV República, para combatir una situación que es mucho menos grave que la actual. El paquetazo de maduro hace palidecer al de Carlos Andrés Pérez y sus políticas anti-obreras. La devastación de PDVSA y la entrega del petróleo al interés transnacional con la Apertura Petrolera, no son nada con lo que ha sucedido en la industria petrolera en estos años de absoluto control del madurismo. La situación económica y social del pueblo venezolano es desastrosa, como nunca antes había sucedido en el país.
El éxodo de 7,5 millones de venezolanos, es una tragedia que fractura nuestra sociedad y que no tiene antecedentes en el país. El deterioro de las instituciones, la ausencia de garantías y de Estado de Derecho nos retrotraen a la época de Juan Vicente Gómez; y la violación de los DDHH, es comparable a los años de la violencia del gobierno betancurista y la dictadura perezjimenista.
Hoy día, las cárceles están llenas de venezolanos detenidos arbitrariamente, a quienes se le han violado todos sus derechos: trabajadores, secuestrados políticos, familiares rehenes, civiles y militares. Los casos de muertes en custodia, asesinados en tortura, las ejecuciones extrajudiciales, han sido denunciados de manera sistemática por la Oficina del Alto Comisionado de los DDHH de la ONU, como POLÍTICA DE ESTADO; mientras que, el Consejo de los DDHH de las Naciones Unidas, en sus sucesivos informes, ha recopilado cientos de casos de violaciones de los DDHH y ha identificado toda la estructura y el orden de mando de estos crímenes.
Todo ello, ha llevado al país, por primera vez, ante la Corte Penal Internacional, donde, por cierto –y es bueno aclararlo–, no es por obra del imperialismo que somos parte del Estatuto de Roma, que la crea, sino por una decisión tomada por el Presidente Chávez en el año 2000.
Cuarto, el gobierno se empeña en cerrar las vías políticas para salir de la crisis, aferrado al poder como un asunto de sobrevivencia, violando sistemáticamente la Constitución, sobre todo, en aquellos mecanismo que derivados del principio que la soberanía reside en el pueblo, fueron establecidos por la Constituyente de 1999: Referéndum Revocatorio, Elecciones Universales y Secretas, Plenas Libertades y Garantías Políticas, Respeto a los DDHH. Incluso, establece, en su artículo 350, que “el pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contrarie los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos”.
Hoy, como hace 32 años, la clase política que detenta el poder, cierra todos los cauces políticos y constitucionales, son indolentes a la situación del país y reaccionan violentamente a las reclamaciones de los trabajadores, los maestros, los jubilados, los pensionados, es decir, del pueblo pobre, trabajador.
Confían y sobreestiman la eficiencia de sus mecanismos de control social, con violencia permanente a los sectores populares; han perdido el sentido de la realidad, adelantan sus acuerdos y negociaciones secretas entregando el país; viven en el mundo de la propaganda y el tuiter; gobiernan de espaldas al pueblo.
Recuerdo siempre algo que mencionaba mi querido y respetado amigo José Vicente Rangel: “Rafael, en política, lo más peligroso, es lo que no se ve, lo que no es evidente”. Por eso, el 4 de febrero de 1992 y Chávez, no sólo están más vigentes que nunca, sino que, como siempre, tienen una extraordinaria carga subversiva y revolucionaria.