El 10 de enero pasado, como ya habíamos previsto, nicolás maduro se juramentó como Presidente de la República, en violación de la Constitución y las leyes, para dar inicio a un gobierno inconstitucional, una dictadura.
Tal como el 12 de abril de 2002, cuando se juramentó Carmona Estanga, luego de consumado el Golpe de Estado, maduro hace lo mismo, después del fraude electoral del 29 de julio pasado y de imponerse por la violencia, atropellando la voluntad del pueblo y violando abiertamente la Constitución. Ambas fechas, quedarán para la historia, como días de infamia.
Así como Carmona se juramentó en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, entre los vítores y algarabía de la más rancia oligarquía venezolana, maduro lo hizo en el Salón Elíptico de la Asamblea Nacional, con su propio aquelarre de incondicionales, aquellos que están gobernando para la oligarquía (nueva y vieja) y que han llevado al país al abismo.
Viendo el aquelarre madurista, el montaje y sus personajes, así como los primeros anuncios de la dictadura, uno siente la misma indignación de los que fueron los hechos el 12 de abril de 2002, tras la juramentación de Carmona. Viendo a maduro rodeado de los suyos, los más conspicuos representantes de la violacion de los Derechos Humanos y de la Constitución, uno se pregunta, ¿a cuenta de qué, éstos van a seguir destrozando el país? ¿a cuenta de qué, lo permite la Fuerza Armada Nacional Bolivariana? ¿a cuenta de qué, cuatro gatos destruyen un país y el futuro de nuestros hijos, para mantenerse en el poder?
La juramentación de maduro fue en solitario, sin presencia internacional, sin pueblo, un acto ilegítimo, que signará en adelante todo lo que suceda en el país. No se trata de un hecho simbólico al que hacemos referencia, sino de una grave condición: éste es un gobierno inconstitucional, y en consecuencia, todos sus actos son ilegítimos de origen.
En términos políticos, significa que se ha instaurado una dictadura, que da el tiro de gracia al proceso bolivariano (profundamente democrático y popular) que se inició en 1999, con el ascenso del Presidente Chávez al poder. Ahora, la primera acción anunciada por la dictadura, es la de modificar la Constitución de Chávez, lo cual, es “una puñalada al corazón de la patria”, como decía el mismo Comandante.
Está claro que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, constituye, en el marco jurídico-político, un límite, un freno al madurismo. Por ello, el gobierno de maduro la ha violado sistemáticamente durante estos más de 10 largos años de destrucción del país.
Ahora, con la dictadura, el madurismo —que se siente fuerte— ha decidido derogar la Constitución, para reformar las leyes que la desarrollan y terminar de convalidar la entrega del país, comenzando con el sector petrolero, y la reserva y los preceptos constitucionales que establecen nuestra soberanía sobre nuestros recursos naturales; y, a la vez, introducir aspectos que conculcan los Derechos y Garantías Fundamentales, alcanzados con ella. Pero todo lo que hagan, será ilegítimo.
El madurismo ha llegado a este punto, sin pueblo que lo apoye. En su asalto a la Constitución, ha dejado el camino lleno de víctimas, prisioneros, miles de jóvenes, menores de edad, cientos de secuestrados políticos, como el caso de la detención arbitraria del Ex-Candidato Enrique Marquez, quien ha asumido una posición valiente en defensa de la Constitución y en contra del fraude electoral cometido por el gobierno.
El gobierno de maduro, en su deriva autoritaria, sólo concita un rechazo que crece todos los días, mayoritario; muestra de ello, fue la pasada campaña electoral, cuando las masivas demostraciones en su contra, contrastaban con las escuálidas que se hacían a su favor.
Por eso, se sostiene por la violencia, por sus policías y grupos parapoliciales, así como, por una nueva casta militar (el Generalato y un Alto Mando) que ha traicionado la Doctrina que dió nacimiento a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; una nueva casta que sostiene con sus armas un gobierno, no sólo inconstitucional, sino que ha entregado la soberanía y los sagrados intereses de la patria.
Pero el madurismo ha podido avanzar hasta este punto, luego de aniquilar al chavismo y a todo aquel que lo represente. Los que acompañamos a Chávez, durante más de 12 años en su gobierno, hemos sufrido persecución y exilio, y una feroz campaña de aniquilamiento y criminalización jamás vista. Otros, han sido víctimas de prisión, mientras que cientos de oficiales y trabajadores continúan secuestrados en los calabozos del gobierno. Entre tanto, la inmensa mayoría de dirigentes políticos, civiles y militares, que constituían el eje motor del chavismo en la calle, han sido colocados en el ostracismo o sometidos a “medidas cautelares”, que les impiden el ejercicio de sus derechos políticos.
Pero también, hay que decirlo, el madurismo ha llegado hasta aquí por el silencio e indiferencia de antiguos dirigentes del chavismo, que bajo la excusa de una postura “táctica”, han renunciado a su responsabilidad histórica de detener este desastre. Mientras que, muchos más, prefieren ver hacia otro lado cuando se traiciona el legado de Chávez y se violan los derechos del pueblo, bajo el chantaje de que “eso es mejor, antes que la derecha llegue al poder”, sin entender que ella (la derecha) está allí desde hace tiempo.
Un aspecto fundamental para entender esta coyuntura y lo que viene hacia adelante, es que el madurismo y el chavismo son conceptos contrarios, más bien, opuestos.
Mientras el odio y la intolerancia —o simple miopía— de muchos no permitan apreciar este hecho, el madurismo seguirá aprovechándose de la figura de Chávez para acometer, en su nombre, todos los atropellos y tropelías posibles; mal tiempo que manipulan al pueblo pobre y a los militares, con un sentimiento que sigue allí, vivo.
La oposición tradicional no ha entendido este aspecto fundamental, por lo cual, su discurso y las posiciones prevalecientes de grupos intolerantes, le impiden articular un mensaje que permita atraer al chavismo, empezando por el chavismo militar. Ésta es la principal razón por lo que, a pesar del enorme rechazo al gobierno de maduro, no se ha podido producir —ni se producirá— un quiebre a favor de grupos políticos que sólo prometen revancha y “cobrar”, tras una eventual victoria.
Cuando la narrativa opositora arremete contra Chávez y el chavismo, le está haciendo un gran favor a maduro, que la utiliza para polarizar y chantajear, concitando el apoyo del chavismo militar.
Pareciera que ciertos personajes y generales del tuiter y redes sociales de la oposición, trabajaran en coordinación con el aparato de propaganda del madurismo, cuando levantan la bandera de una intervención militar o la ilusión de que un “ranger” norteamericano vendrá a resolver nuestros problemas. Muchos de los periodistas y medios alternativos que han surgido en las redes, le hacen el mismo juego al madurismo, sin dejar espacio a una opción unitaria y nacional contra la dictadura. Estamos en la lógica del “ojo por ojo” en un país de tuertos.
Por otra parte, los opinadores y expertos de la oposición, incluyendo operadores internacionales, no entienden el fenómeno del chavismo y su diferencia con el madurismo. No entienden que el país cambió para siempre. Es a partir de comprender el proceso y la dinámica político y social venezolana, que se debe construir una alternativa política para resolver el conflicto.
Insisten en posturas tremendistas e inmediatistas, “ahora si”, “mañana cae”, “Urrutia entrará al país a juramentarse”, creando tremendas expectativas de difícil cumplimiento que, cuando no se producen, se transforman en frustración y resignación. Eso es justamente lo que busca el madurismo, que se instale en el sentimiento nacional, en el corazón popular, la resignación y la desesperanza, lo cual se transforma en aceptación de la fatalidad o en salidas individuales como dejar el país.
Hay que poner los pies en la tierra, abrir el campo político e incluir a todos los sectores en la lucha por la Constitución, sin sectarismos, ni aventuras e ilusiones. La lucha es junto al pueblo, a todo el pueblo, incluyendo, por supuesto, al chavismo.
Es por todo ésto, que resulta fundamental, prioritario, de una necesidad impostergable, que el chavismo, y más allá de él, el amplio campo popular y bolivariano, se reorganice en torno a las ideas de Chávez, las cuales mantienen una vigencia extraordinaria y están expuestas en la Constitución y en el Plan de la Patria.
Tal reorganización pasa, por luchar por el restablecimiento de la soberanía sobre nuestros propios asuntos, el rescate del petróleo (hoy en manos de las transnacionales) para colocarla a favor de nuestro pueblo, y poner la economía al servicio de todo el país, gobernando para las amplias mayorías que hoy están sumidas en la pobreza y la desesperación.
Igualmente, luchar por el restablecimiento de la institucionalidad democrática y popular, de la democracia participativa y protagónica, así como, por el respeto a los derechos humanos, la libertad de todos los presos políticos, y la re-instauración de los derechos políticos de todos los sectores del país. Estos deben ser elementos básicos que unifiquen al campo bolivariano.
Sólo así, y únicamente después de existir como opción política en la calle, el chavismo podra ir al encuentro de otras fuerzas políticas y sociales, incluyendo factores de la oposición, para construir un gran movimiento patriótico, nacional, una Junta Patriótica, con el objetivo de derrocar la dictadura e iniciar el proceso impostergable de reconstruir la patria, donde el chavismo tiene que existir y estar movilizado para luchar por los objetivos que fueron trazados en el Plan de la Patria.
Estoy convencido, en mi condición de vida, de militante revolucionario, y con toda la experiencia y conocimiento al lado del Comandante Chávez, durante más de 12 años como Ministro, que es necesario poner a un lado los intereses particulares, los dogmas y posiciones grupales, que fracturan la unidad del pueblo.
El madurismo se siente envalentonado en su borrachera de poder, porque tienen las armas, tal como celebraban los golpistas el 12 de abril en Miraflores. Pero lo que se le viene encima al gobierno, es un tsunami devastador, tanto por una implosión interna en el país, como por la nueva situación geopolítica, que, aunados al aislamiento del que adolecemos, hace prever una ofensiva de presión extraordinaria, que provocará un deterioro extremo en la ya tambaleante situación nacional, con graves consecuencias para el futuro de la patria.
Ante estos escenarios, que son previsibles, pero de una intensidad aún indeterminada, la patria no puede ser conducida por esta dirección entreguista, que ha demostrado ser incapaz de defender los intereses nacionales.
Un gobierno que, para negociar su supervivencia, ha entregado el petróleo, nuestra economía, las conquistas de los trabajadores, El Esequibo, y nuestros recursos naturales, al saqueo. Un gobierno que es ilegítimo e inconstitucional, sostenido por las armas de sus policías y del Alto Mando Militar, sin apoyo popular y ni una ética política que lo sostenga, no tiene la capacidad de hacer frente a los enormes retos que se presentan en el futuro inmediato.
La dictadura del madurismo, parafraseando a Mao Tse-Tung, es un tigre de papel (“de tuiter”, habría que decir ahora). Pero, en todo caso, carece de legitimidad y reconocimiento popular. No tiene alma y no existe ninguna razón sagrada que lo sostenga. Ahora, en la agudización de la crisis, es el momento estelar del campo Bolivariano para construir una gran coalición nacional y cambiar el curso de los acontecimientos, ahora le toca a todo el pueblo.