El informe mundial sobre la crisis alimentaria 2019, difundido por la agencia de Naciones Unidas, se queda chiquito ante la emergencia humanitaria compleja que se vive en Venezuela. La investigadora de la Fundación Bengoa, Maritza Landaeta, así lo expresa. La realidad venezolana incide en el repunte del fenómeno en el continente latinoamericano.
Caracas. No es la primera vez que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sincera las estadísticas referentes a la población subalimentada en Venezuela y a la malnutrición. Este 15 de julio informó que el hambre en el mundo lleva tres años en crecimiento, y que en el país suramericano 6,8 millones de personas la padecen.
En el trienio 2010-2012 la FAO dijo que el hambre en el país se registraba en 3,6 %, de hecho el país recibió, en junio de 2013, un reconocimiento “por lograr reducir a la mitad el porcentaje y el número de personas con hambre o subnutrición antes de 2015”.
Sin embargo, en el trienio de 2015 a 2017 dijo que había aumentado a 11,7 % de la población. Se triplicó.
Según la FAO, para ese entonces Venezuela aportaba 1,3 del total de 1,5 millones de personas con nuevos problemas estructurales en su ingesta diaria de calorías.
Dicho de otra forma, y en palabras más digeribles, la gente estaba comiendo menos. Y la Encovi lo había develado en su encuesta anual: en promedio los venezolanos habían perdido 11 kilos en 2017.
En abril de este año, la FAO, en el informe de alerta temprana sobre Seguridad Alimentaria y Agricultura Abril-Junio 2019, ubicó a Venezuela entre los 10 países del mundo con “alto riesgo” de surgimiento de una emergencia o un deterioro significativo de la situación actual de su seguridad alimentaria y la agricultura, con efectos potencialmente severos.
El informe que proporciona análisis trimestrales de los principales riesgos de desastres y emergencias de este tipo, pone a Venezuela en el tercer lugar de este ranking, en orden de intensidad (nivel alto de probabilidad y de impacto).
Los otros países señalados son Yemen, Sudán del Sur, Sudán, Zimbabwe, Camerún, Burkina Faso, Haití, Afganistán y Nigeria.
El documento atribuye esta situación a la severa crisis económica que vive el país, e indica que los porcentajes de personas malnutridas se han triplicado en 4 años: de 3,6 % en 2013 a 11,7 % en 2017 (casi 3,7 millones de personas).
También hizo referencia a que 80 % de los hogares venezolanos sufren de inseguridad alimentaria, 90 % perciben ingresos insuficientes para comprar alimentos y que el país ha perdido 3,5 años de esperanza de vida al nacer (usando cifras de nuevo de Encovi).
Aumenta el hambre en el mundo
Este 15 de julio sale el informe mundial “Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2019”, en donde cita que «820 millones de personas siguen padeciendo hambre en todo el mundo”.
En América del Sur el número de personas subalimentadas ha venido aumentando desde el 2015, año en que se ubicó en 20,6 millones (4.9 %). En 2016, 22,2 millones (5,3 %). En 2017, 23,2 millones (5,5 %) y en 2018, 23,7 millones (5,5 %).
Este incremento del hambre en los países de la región suramericana ejerce, según la FAO, una presión respecto del alza en el promedio regional de América Latina y el Caribe. Y resalta el informe que Venezuela fue el caso de estudio del hambre en América Latina y el Caribe.
Cita la FAO que para 2018 había 42,5 millones de personas en la región. En América del Sur dice que la prevalencia de la subalimentación pasó de 4,6 % en 2013 a 5,5 % en 2017, aumento que se debe a la desaceleración económica experimentada por varios países, entre ellos Venezuela, donde el hambre pasó a 21,2 % entre 2016-18.
Resulta novedoso que el informe, aunque no reconoce abiertamente que eso en parte se debe al colapso de la producción de alimentos, sí dice que ese incremento coincide con el crecimiento de la inflación y el descenso acelerado del PIB.
«En América del Sur vive la mayoría (68 %) de las personas subalimentadas de América Latina. El aumento observado en los últimos años se debe a la desaceleración económica experimentada por varios países, especialmente la República Bolivariana de Venezuela, donde la prevalencia de la subalimentación casi se cuadruplicó, al pasar del 6,4 % en 2012-14 al 21,2 % en 2016-18. Durante el mismo período de recesión, se informó que la inflación en el país había alcanzado 10.000.000 % aproximadamente y el crecimiento real del PIB se deterioró, al pasar del -3,9 % en 2014 al -25 % estimado en 2018«, dice la FAO.
La FAO ha venido sincerando poco a poco las cifras sobre Venezuela
La doctora Maritza Landaeta, investigadora de la Fundación Bengoa, coincide en señalar que la FAO poco a poco ha venido sincerando las cifras. “Cuando dieron los premios, los dieron sobre la base de unas cifras viejas, por un lado y por el otro, considero que la situación del país se ha agravado tanto que ya es muy difícil que se pueda poner en blanco y negro una crisis tan compleja como esta, y que venimos alertando desde 2012. Lo bueno es que ya está pasando, eso de que se haga el reconocimiento a los problemas estructurales que padecemos”.
También consideró importante que el informe se refiera a la inseguridad alimentaria moderada “y severa y dice cuáles son las variables que contribuyen a agravar ese fenómeno. Para nadie es un secreto que en Caracas hay una ilusión de abastecimiento, que no es real para la mayoría de la población, pues el promedio de ingreso de las personas, aún con las fulanas transferencias de las remesas, no permite que los ciudadanos puedan cubrir la dieta complementaria que necesita para compensar esa alimentación basada en las cajas Clap”.
Estima que las cifras de la FAO lo que hacen es reflejar ese deterioro en la alimentación, en la disponibilidad y en la distribución.
Landaeta se refirió específicamente a las cajas Clap. Dijo que comenzaron entregando 11 productos y que hay reportes de zonas donde están recibiendo cinco, en su mayoría carbohidratos.
“Lo que el Estado está distribuyendo es calorías para que la gente pueda moverse, pero los nutrientes no están equilibrados y eso se ve en desgate de la población. Ese problema se ha venido agravando, pues se trata de la calidad de la alimentación y eso ha hecho que se incremente la vulnerabilidad ante el riesgo de seguridad alimentaria. Eso es lo que refleja este informe. Cada vez hay menos recursos para importar alimentos y los que llegan son de menor calidad, las harinas, las leches”.
No hay control sobre calidad de los alimentos
Otra cosa que no dice el informe, y es algo en lo que la doctora fue pertinente, es en el hecho de que esa seguridad alimentaria también se ve vulnerada porque nadie —las autoridades nacionales— está controlando la inocuidad de los alimentos que se distribuyen a la población.
Denunció que se ha encontrado gorgojos en los granos, y cuando eso pasa el alimento está dañado, pues ese animal libera una toxina muy dañina que afecta el hígado con una cirrosis parecida a la que produce el alcohol.
“Y eso es un solo ejemplo de la mala calidad de los insumos que consumen los venezolanos, muchos de ellos traídos de Turquía, de Irak, no sabemos el tiempo que tienen almacenados. Eso no lo dice la FAO pero lo seguiremos alertando, así como el hecho de que esas cajas ya no llegan ‘resueltas’ y cuando se entregan a la población pasa hasta un mes y medio, ya no son tan periódicas. Hay ahora una gran inequidad en la estructura del programa y al que más necesita le está llegando menos”.
La doctora e investigadora Susana Raffalli también salió al paso al informe, a pocos minutos de su presentación, y para ella (lo reflejó en su cuenta personal de Twitter) lo “más brutal es que apunta al colapso económico como la causa de la seguridad alimentaria”, lo que hizo que se cuadruplicara el hambre: 6,8 millones de personas.
“Esto es un incremento de 83 % con respecto al trienio 2015-2017. ¿A esta tasa de incremento, esto puede llegar a 9 millones de personas en situación de hambre a final de este año?”.
No solo es hambre, también anemia y desnutrición
Y si el número de venezolanos con hambre destaca, también el número de mujeres con anemia: 2 millones, situación de salud que se extiende a sus hijos. Esta cifra es solo superada por pocos países.
Tal como lo comentó Maritza Landaeta. “La desnutrición se está desplazando a los más chiquitos. Ya nacen con esa patología, hay desnutrición intrauterina. Los pediatras nos están reportando que los niños menores de 6 meses tienen desnutrición grave y el doctor Bengoa nos decía que cuando llega un caso a un hospital es porque hay 20 en la comunidad. Eso es muy grave”.
Por ahora está el informe que ratifica la lucha interna y la crisis humanitaria compleja. Queda ahora, y así lo recomienda Landaeta, que el Estado garantice la alimentación de los niños al nacer, que reactive la producción nacional y que en vez de importar harina de Turquía, fortalezca la nacional que ya está fortificada, para así recuperar a la población de los cuadros de anemia.
«Se necesita consumo de hierro que no se está dando y reforzar los sistemas de atención y protección de los niños en edad escolar, que puedan recibir sus desayunos y almuerzos es fundamental. No se justifica que Venezuela ocupe esos niveles, cuando no es un país en guerra. La FAO se está sincerando con la crisis nuestra, aunque no hace mucha insistencia en otras cosas como en el hecho de que también hay inseguridad alimentaria porque no hay servicios públicos. Por eso decimos que con el análisis de la situación venezolana se queda corta”.
La meta: Hambre cero para 2030, ¿está en el ojo del huracán? La pregunta nos debe poner a reflexionar.
Fuente: cronica.uno