El odio de maduro contra el Ministro Rafael Ramírez trasciende los linderos de la política, es una obsesión que entra en el terreno de la patología psicológica, sociológica. Pero no sólo de Maduro, también de su círculo más íntimo, que conocen bien a Ramírez y hacen coro a la infamia. Por supuesto, este odio ha encontrado eco en sectores de las masas similares a las que desde las galerías del coliseo romano gritaban incitando la muerte del gladiador, o de los cristianos en la arena. Tratemos de buscar las raíces del odio.
El Ministro es acusado por maduro y sus secuaces de ser el mayor ladrón y de vivir en Italia en un palacio, de haber traicionado a Chávez… Y maduro se presenta como el manos limpias que adecenta la cosa pública. Esa es la conseja que se publicita por todos los medios posibles y cabalga en el silencio cómplice de la alta cúpula del gobierno que tiempo atrás acompañaban a Ramírez. ¿Cuál es la intención de la acusación? Seamos cándidos por un momento y pensemos que de verdad maduro es el paladín de la lucha contra la corrupción, esta presunción se cae cuando vemos que a los familiares de maduro se les acusa en cambote de corruptos, desde los sobrinos narcos, hasta los familiares traficantes de alimentos. Podría argüirse que esas acusaciones son manipulaciones del gobierno gringo, que no hay pruebas, que no hay juicio, entonces nos vemos obligados a voltear la vista hacia la acusación a Ramírez y al aplicarle los mismos criterios: se evidencia la intención política de salir de un adversario peligroso.
La técnica del desprestigio no es nueva, se aplica a adversarios desde los inicios de las civilizaciones, las falsas acusaciones pueblan a la política, se puede asegurar que es raro un líder político que no haya sido acusado en falso. Fidel fue acusado de ayudar a Batista, Chávez de dirigir el ataque a Cararabo, de Trotsky se dijo de todo, aún hay incautos que piensan que era un espía alemán, Bolívar fue acusado de querer ser emperador y lo más triste sectores de las masas creyeron la falsa noticia. Pueblos enteros han sido estigmatizados, unidos sus nombres a la infamia.
La persecución a Ramírez, ese odio desde la cúpula, es político y tiene raíces de patología psicológica que no nos compete a nosotros. No obstante, no podemos evitar pensar en el complejo de Edipo. El odio del hijo, maduro, por el padre, Chávez, líder de verdad, amante de la madre Venezuela, madre que desprecia al hijo, maduro. El hijo, maduro, tiene vedado atacar al padre, Chávez, y en su lugar ataca a Ramírez. Es así, los ataques a Ramírez, en realidad, son ataques velados a Chávez. De esta manera, maduro expía la culpa de la traición. Los ataques a Ramírez son ataques al padre muerto y al hijo expatriado, que puede volver a reclamar su lugar en el Chavismo birlado con artimañas.
Sean las razones que sean, este pueblo se merece la verdad, que se permita Ramírez defenderse, que la ley vuelva a imperar. Es necesario que se le permita participar en los programas de opinión, es extraño que un hombre noticia no aparezca en la televisión, sólo es permitido el ataque de sus enemigos. Por qué no se le da un derecho de palabra en la constituyente, por qué no se le abre un debate público, a qué le temen, será que en el debate saldrán mal parados los acusadores de hoy, la duda cabe.
Nos queda otra pregunta. Cómo se explican Adan, Jorge, Diosdado, los militares, ahora Generales que lo conocieron, algunos siendo aun estudiantes, cómo justifican ese trato al compañero de ayer, cómo; en nombre de qué ese silencio de muchos, cómo duermen tranquilos, de verdad creen que Ramírez, ¡el flaco!, es ese monstruo que pinta la canalla acorralada por su ineptitud. La vida, el tiempo, la historia los juzgará y estamos seguro que Ramírez será absuelto…