Dice Eligio Damas al referirse a la propuesta hecha por la asamblea popular revolucionaria APR: “Hay en esta modesta declaración, calificada así pues es ajena a toda rimbombancia, como que no hay nada de objetivos a largo plazo, los elementos esenciales para configurar un programa unitario de luchas en lo inmediato” https://www.aporrea.org/imprime/a293605.html
Creo que la propuesta, por más modesta que sea no deja de ser demagógica, en el contexto de unas elecciones tradicionales. Y lo otro es que eso que él llama “rimbombancia”, o sea, “objetivos a largo plazo” sería, para nosotros, la condición necesaria para que la propuesta modesta fuera, o por lo menos pareciera, honesta.
La “rimbombancia” a largo plazo es lo que yo llamaría una estrategia suprema, fundamental para unir en un propósito a toda la sociedad.
La idea de revolución – se ha dicho antes – es una idea de procesos continuados de cambios, y un ideal como la luz que ilumina el camino. Así tenemos una revolución atada al ideal. Todo lo demás solo son acuerdos electorales que no trascienden el pequeño universo de la demagogia, de las promesas electorales. Desde el punto de vista de la “modestia” esas promesas son tan susceptibles de ser incumplidas como la promesa demagógica de instaurar el socialismo por medio de decretos y leyes sin una voluntad de cambio como respaldo.
Dicho de otra forma, por ser “modestas” tales propuestas no son más realizables o posibles; quizás más creíbles, más manipuladoras. Por ejemplo, cualquier cambio en la ética de la administración pública debe estar anclado en un ideal moral del servidor público, lo que resultaría (no sé si me equivoco) “rimbombante” como propuesta política dentro del criterio de Damas y del esquema electoral (¿o electorero?). Quizás en otro contexto, exigir un ideal moral en el servidor público no pareciera tan “ambicioso” como necesario.
Lo que tenemos aquí es descrita la unidad política en términos electoreros, las alianzas oportunistas de siempre, ofreciendo cambios para que nada cambie. Pero, fuera de las elecciones, o de estas elecciones encadenadas al sistema, la unidad que demanda una revolución –o un proceso de cambios – es la unidad de una vanguardia política en torno a un solo y claro ideal moral, ético y político, de sociedad, y la búsqueda de la unidad de toda la sociedad en torno a él. De eso se trata una revolución, de sostenerse y la rectitud de los cambios, la rectitud del camino hacia ese ideal, hacia esa estrategia superior. El ideal y todo lo demás, tácticas y estrategias, deben funcionar como un todo.
¿A qué le temen nuestros políticos? A la política. Al debate político, a exponer sus contradicciones de forma pública. Y le temen al trabajo pedagógico de convencer y convencernos mediante la razón y el ejemplo, las dos cosas.
La unidad es un concepto, por más increíble y rimbombante que parezca, existencial. No se puede andar en la vida diciendo y pensando en una cosa y haciendo otra distinta sin esperar consecuencias, efectos, cuando menos inesperados; este anhelo de unidad empieza en uno y de ahí pasa a la sociedad, es una aspiración de vida armónica, equilibrada. Se suelen hacer chistes con ésto y tildar a tales ideales existenciales de absurdos o románticos, pero es el simple reconocimiento, la reconciliación consigo mismo lo que todo individuo en su interior desea hacer de su vida, ser un pequeño héroe de sí mismo, una voluntad que sea capaz de pensar y pensarse en buenos términos, a pesar de sus contradicciones.
Desde el ángulo políticos esto se traduce socialmente; y deja de ser demagogia si cada quien lucha por perfeccionar la sociedad, para que cada individuo en ella pueda vivir con sus diferencias, una sociedad la cual cada individuo ha prefigurado en su mente, y por la cual se obliga a su perfección. Las contradicciones sociales existen, tonto es creer que son buenas o necesarias, hay que aprender a pelear contra ellas, suficiente tenemos suficiente con las personales.
Una sociedad sin propósitos comunes dentro de sus individuos deja de ser sociedad o es una multitud esclavizada a los caprichos de pocos, una sociedad por efectos de la compulsión como pasa con la nuestra. Parece mentira, pero saber esta “perogrullada rimbombante” puede darle sentido a nuestras vidas como sociedad, hacernos mejores personas. El Plan de la Patria de Chávez está dentro de estas propuestas rimbombantes que describe Eligio Damas, ya nosotros tomamos partido por él, no necesito más propuestas que esa; falta la gente que crea en él y que esté dispuesta a unirse en torno a tal proposito, lo otro, lo modesto, es oportunismo comprobado, en gobernaciones y alcaldías, en muchos diputados dóciles, obedientes y algunos verdaderamente inútiles.
¡Viva el Plan de la Patria original! Y ¡Patria Socialista o muerte!