Luis Britto García tiene la cualidad dual de incitarnos al conocimiento de historias, de problemas y soluciones desconocidos, además de decir lo que muchas veces quisiéramos saber decir nosotros pero nos arrebatamos, nos desbocamos; porque el verdadero escritor cuenta con una disciplina paciente que casi siempre a nosotros nos abandona.
La idea de “impostor” resume muy bien el fenómeno que a veces tanto nos cuesta explicar, queriendo que nuestros lectores entiendan lo que consideramos el fondo, ¡el “primer motor”! de nuestros problemas presentes; ¡todos!, los materiales y los espirituales (que tienen un mismo origen), los que tienen que ver con los sueldos, la comida, los servicios públicos y nuestros problemas mentales, estados de ánimo, desengaños, desesperanzas. Porque luego del éxito evidente que tuvo la verdad (rara vez aflora en la vida social) con la contundente aparición de Chávez, asumiendo la responsabilidad de sus actos y haciendo promesas que cumpliría más tarde, como un mago, un pícaro demonio, alguien nos quiso falsear esa realidad, torcer su verdad, y lo hizo; ¡tanto que costo a la historia de este país parir un auténtico hombre, para que en tan corto tiempo (siete años) fuera sustituido por un grupo de fantoches!, y así volvieran a desfilar en el escenario de la política otros bufones y fanfarrones queriendo imitar el “espíritu de la verdad”. Lo que nos dice Luis Britto es que de esos espíritus excepcionales se alimentan los impostores, sin la originalidad de un Chávez no hubiera sido posible que brotaran, de esta política enfermiza, los Maduros y Guaidoses, hizo falta algo auténtico, sólido, verdadero para poder disfrazarse de él, corromper la política para corromper la sociedad.
Dice Luis Britto:
“No hay jerarquía ni talento inmune a la impostura. Cinco condiciones son relevantes para postular a la paradójica condición de verdadero impostor. La primera, ser una nulidad. Nadie que vale algo quiere ser otra cosa; para pasar por otro es preciso un pasado que nadie recuerde. La segunda, un proyecto de ascensión social. Nadie finge ser menos de lo que es. La tercera, encontrar un nicho vacío que ocupar. No funda el impostor fortunas, dinastías, escuelas, organizaciones ni ideologías: se instala en las ya creadas por otros. La cuarta, ser estéril. La moneda falsa corre sólo porque remeda a la auténtica: el impostor vive del modelo que suplanta. La quinta condición es el consentimiento del público en el engaño. Al creer un infundio inadmisible porque nos complace pasamos de víctimas a cómplices. Más fácil autoproclamarse que llegar a gobernante legítimo, más cómodo que hacer elegir un Presidente de verdad, aclamar uno de pacotilla. Más sencillo que hacer una Revolución, esperar que los capitalistas la hagan por nosotros. Más provechoso sacrificar ideas a intereses, que intereses a ideas. Más arduo ser, que decir que somos. Revisémonos.” https://www.aporrea.org/imprime/a298705.html (negritas y cursivas son nuestras)
Agregar algo más a esta idea es pecar de petulante, creo que respecto a lo que ha sido el trabajo del impostor en el país todo está dicho en este párrafo, el resto es historia y cultura añadidas, referencias muy útiles pero donde muchos se pueden perder o distraer, y se distraen y pierden. Todo está dicho excepto el asignarles nombres a los conceptos, para entender más claro aún nuestro presente. Ya lo hicimos con Chávez, porque creemos en el efecto salutífero de la honestidad y de la responsabilidad de asumir las consecuencias de nuestros actos, “el que tenga ojos que vea” y el que sienta vergüenza que se ponga en los zapatos de Chávez, y luego juzgue.
Dice Britto, y lo compartimos como una verdad muy incómoda, “Al creer un infundio inadmisible porque nos complace pasamos de víctimas a cómplices”. Rara vez la sociedad admite aquello que no le complace: por eso mataron a Cristo, abominaron de Bolívar, y ahora calumnian a Chávez disfrazando su fuerza de ropajes falsos e imposturas, vistiendo a un comediante y estafando en su nombre –como aquel Jeque de Puerto Rico, con sus pepitas de oro, lo hizo con Clemens, el famoso sastre de la Caracas nuevo-rica –. Toda una sociedad de cómplices que se ha puesto de acuerdo para no sufrir vergüenzas o dolorosos desengaños, para no pasar por tontos o desleales.
Alguien dijo alguna vez que el dolor, la pena, es la fuente de la verdad y de la muerte, pero a veces toda una sociedad prefiere la muerte a avergonzarse ante la verdad, cuando sólo la verdad nos salvaría de la muerte. Nosotros estamos en esa disyuntiva, debemos elegir entre la verdad y la muerte como sociedad. O sufrimos el desengaño y vivimos, u ocultando la pena perecemos, como sociedad y como nación.
Chávez hizo una promesa y cumplió, vivió siempre cerca a la verdad, volvamos a rescatar su espíritu y su obra. ¡NO A LOS IMPOSTORES!