Las contradicciones del capitalismo trastocan ahora la paz del imperio, es como si la república romana comenzara a decaer pero ante el supremacía del capital. No somos especialistas en el tema pero se nota con claridad el enfrentamiento de dos formas de hegemonía en EEUU, una que desea conservar el prestigio y el poder de los capitalistas nacionales, aderezado con un poco de racismo blanco, y los que apuestan a otra hegemonía, la del capitalismo, sin nada de nacionalismos estorbosos. Se dice que Trump quiso prevenir otra ola especulativa con los instrumentos financieros que inventan los bancos para ampliar sus negocios y ganancias, y desarrollar una economía más sólida en su país, basada en la clásica explotación del trabajo y de los recursos naturales planetarios; restituir la llamada “La Ley Glass-Steagall” de la época del último Roosevelt. Y, por otro lado, Biden, que se opuso, o se opone a esos controles; el nuevo presidente busca todo lo contrario, estimular la economía propiciando de nuevo la especulación en las bolsas (los terribles bonos hipotecarios sin garantías, bonos “caza bobos”, que dejaron sin dinero a pequeños inversionistas, y sin viviendas y sin vida a miles de habitantes de ese país, etc.). ¡Bien!, pero eso es asunto de ellos (por ahora). Sin embargo, lo que sí queda claro con el ataque al congreso es que las contradicciones están ahí y enfrentan a dos bloques dentro de un mismo estilo de vida, de un mismo “orden social” donde siempre los pobres pagan por los desmanes ocasionados por los ricos.
Si eso pasa en el mundo capitalista, dentro del país más capitalista del mundo, ¡qué paz queda para nosotros que ya hemos vivido con Chávez una experiencia próxima a la revolución socialista!, ¡la rebelión de los pobres! ¿Qué podemos paz podemos esperar de nuestras contradicciones, ahora que estamos reinstalando en el país el más injusto de los sistemas, el capitalismo colonial gomero pero con sello madurista? Tales contradicciones nos podrían llevar a una verdadera guerra de clases, cuando menos a una guerra civil.
Sería mejor, mucho más inteligente nivelar las cargas ahora, igualar las condiciones de vida de todos los habitantes; buscar la manera de hacer política, de hacer justicia social, convencer y si es necesario someter ahora a la anarquía y la codicia capitalistas; sería menos costoso en daños y en vidas, que propiciar, mediante el libre mercado, el “shock” del liberalismo, un estallido social y la instauración de un dictadura al viejo estilo, conjurar el espíritu de J V Gómez, invocando al tirano necesario.
Cuando hoy el gobierno habla de que somos un pueblo pacífico es porque ha muerto definitivamente la revolución, y unos pocos, sólos y sin apoyo de ese pueblo “pacífico”, quieren someter a la gran mayoría, como lo haría un viejo patriarca con su esposa anciana y sumisa. “Ser venezolano es ser pacífico, ser venezolano es saber perdonar…” dice Jorge Rodríguez, como un procurador que diserta en el capitolio romano, pero, frente a la nueva asamblea nacional. Pareciera que nuestro “Barras” criollo presagia algo, le preocupa que los venezolanos salgamos a tomar y asaltar los supermercados, los bodegones, las gasolineras, las calles, ¡despojando con atrevimiento lo que nos han robado los ricos y los políticos pichacosos e inútiles en estos siete años!, ¡haciendo justicia social! Y más aún, temiendo a que nos resistamos a ser colonizados de nuevo…
Una verdadera revolución nunca será pacífica, siempre habrá resistencia por un lado y el otro. Pero, dice Jorge “el venezolano es pacífico…”, confía en la “fuerza de la palabra autoritaria”, previendo la fuerza de los hechos
“En este país cabemos todos” dice Maduro ¿Pero, a quién la habla?, ¿a una población dispuesta a reclamar lo que nos birlaron después del asesinato de Chávez?, ¿o a los capitalistas que nunca se van a dejar someter por leyes, o por el Estado, o por un gobiernito como el que conduce Maduro? ¡A quién le habla Maduro! EN VENEZUELA NO CABEMOS TODOS, en estas condiciones de desigualdad e injusticia no cabemos todos… ¡patria socialista o nada!, decía Chávez, ¡sin justicia no habrá paz!, a pesar de los deseos maduristas.
Este disfraz de democracia, tan falsa ella como las sentencias de Jorge sobre paz de los venezolanos, es lo que quiso develar y cambiar Chávez, descubrir la dictadura que hay detrás de una democracia hecha a la medida de los propietarios más codiciosos, que ahora Maduro nos muestra como un timador como si fuera un nuevo modelo político (y económico). Y vuelven a marearnos con discursos hueros, hablando de un “poder popular” convertido en “emprendimientos”, muy a gusto de nuestra oposición liberal; un grupo de bobos manipulados, comprados con promesas de “éxito social”, halagados en su egoísmo y desde su ignorancia para que no sean capaces de entender y ver que les roban la revolución en sus raíces. El “venezolano pacífico” del discurso de Jorge es esa familia sometida a la voluntad de un tirano y a los caprichos de un patrón insatisfecho, es el tonto manipulable que ellos necesitan, para que los capitalistas, en retribución, les paguen sus servicios de pacificación, de soporíferos sociales.
La revolución de los oprimidos actúa como el cuero seco del que hablaba Chávez: por aquí lo pisas y allá se levanta, la paz no le sienta bien. La única manera de someterlo es ablandarlo, doparlo con mentiras y debilitarlo con hambre. Y aun así… Maduro y Jorge hablan de paz porque para ellos ha concluido su trabajo de zapa (o así lo piensan) que socavaron la base social de la revolución socialista, que ahora sirve solo a sus objetivos electorales. No obstante, nadie votó por ellos, ni siquiera sus propios militantes. Más allá de los tecnicismos legales y el sentimiento ridículo de victoria, la paz del venezolano ha sido tanta, como que nadie votó en estas elecciones. Tanta paz puede ser contraproducente, hasta para el gobierno de Maduro.
Buscar la paz deteniendo el tiempo, el espacio, los cambios; la paz sin justicia es eso, un pueblo dopado, sometido, incapaz o imposibilitado de avanzar, porque estamos detenidos en un tiempo de gran injusticia, la paz solo significa muerte social. ¿La paz?, paz interior; ¿la paz?, fuerza personal y fuerza social.