En las últimas intervenciones de nicolás maduro ante el país, ha sido reiterado su ataque contra la izquierda tanto dentro del chavismo como hacia el movimiento revolucionario en general, calificándolos de manera despectiva, como “izquierda trasnochada, divisionistas y marxistas leninistas”. El discurso de maduro trae a la memoria la narrativa “betancurista”, anterior al inicio de la arremetida contra la izquierda en Venezuela e incluso, contra los militantes de su mismo partido, al inicio de los años 60. No deja de sorprender el desprecio con el cual maduro se refiere a la izquierda del PSUV y el maltrato al que ha sometido a los partidos que otrora formaron parte del Gran Polo Patriótico y que han tenido diferencias obvias con la conducción del gobierno, es el caso reciente del PCV, el PPT, el Movimiento Tupamaro, entre otros.
Todo parece indicar que maduro prepara otra “razzia” contra los sectores revolucionarios del chavismo, tal como hizo en contra nuestra, en contra de los trabajadores de PDVSA, de los dirigentes obreros y del movimiento popular en general. El discurso y las amenazas de maduro, acompañadas con sus acciones como presidente, son totalmente coherentes con la actuación de un gobierno de derecha.
La entrega de la conducción de la economía a los factores privados, la dolarización, la destrucción del salario, la derogación de facto de la Plena Soberanía Petrolera, la destrucción de PDVSA, la entrega del petróleo y el gas a las transnacionales, el saqueo del Arco Minero, la eliminación de las conquistas laborales, de las misiones sociales, la destrucción del movimiento popular; el proceso de desnacionalización, privatización y entrega de las empresas y tierras del Estado a intereses privados tanto nacionales como trasnacionales, la censura, el autoritarismo, la ausencia de discusión, la implantación del miedo; la conducta criminal de los cuerpos policiales que actúan como bandas de exterminio y que abusan permanentemente de los ciudadanos vulnerando todos sus derechos; las promulgaciones de leyes en contra del país como la Ley de Protección de Inversiones Extranjeras y la Ley Antibloqueo; sumado a la sistemática violación de los Derechos Humanos y crímenes de lesa humanidad cometidos contra la población de los barrios pobres, prefiguran la actuación de un gobierno de derecha.
El resultado de esto es un país con la mayoría del pueblo sumido en la pobreza y la desesperanza, con una emigración forzada compuesta por más de 5.4 millones de jóvenes en los últimos 3 años, donde los más humildes naufragan y mueren en aguas del Caribe, mientras florece una élite y “agentes” con privilegios groseros, que celebran sus hazañas en el despojo con sus fiestas en el “Hotel Humboldt”, sus bodegones y carros “Ferrari”.
El país de maduro no tiene nada que ver con el de Chávez, tampoco con los lineamientos y doctrina de la Revolución Bolivariana. Lo que han consumado maduro y su círculo de poder es una simple y vulgar traición al legado del Presidente Chávez y a la propuesta Bolivariana que el pueblo defendió en la calle el 13 de abril de 2002 y en la derrota del Sabotaje Petrolero y en sucesivas elecciones, hasta la última elección presidencial de octubre de 2012, donde el pueblo apoyó mayoritariamente el legado político del presidente Chávez, condensado en el Plan de la Patria.
Para conseguir este propósito, maduro no solo actuó con violencia en contra del pueblo y del movimiento popular, sino que dividió, desmembró la unidad que tenía en torno a Chávez y el Socialismo para así desvirtuar el objeto y la razón de ser del Partido Socialista Unido de Venezuela, del PSUV de Chávez.
maduro ha fracturado y dividido al PSUV, ha perseguido a los factores revolucionarios que, con el Presidente Chávez, fuimos fundadores y miembros de su primera Dirección Nacional y, ahora, pretende arremeter contra los elementos progresistas que quedan en su seno, como parte de sus esfuerzos para establecer, de espaldas a los intereses populares, un nuevo pacto de dominación, con las viejas y nuevas elites económicas, cuyo fin es mantener en el poder a la clase política actual a costa de los intereses de la Nación y del pueblo, sellando definitivamente la caída de la Quinta República.
El madurismo, ahora con el control de la Asamblea Nacional, impulsa y promueve este pacto con el sector empresarial y transnacional utilizando para ello a Jorge Rodríguez, su flamante Presidente. Pareciera que maduro, en esa permanente falta de “auctoritas” en la conducción del país, se ha entusiasmado con la idea de tener un co-presidente de forma permanente, primero con Guaidó y ahora con Rodríguez.
Mientras todo esto sucede y se concreta la destrucción del chavismo y su legado, tanto en la práctica como en el discurso del gobierno, Diosdado Cabello, Primer Vicepresidente del PSUV y oficial del 4 de febrero, guarda silencio. En términos reales, Diosdado ha pasado de ser el Presidente de la Asamblea Nacional hasta 2015 y Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (2017-2020) a jefe de la fracción parlamentaria del PSUV y conductor de un programa de televisión. Pareciera que Diosdado ha sido puesto de lado, su reivindicación permanente de la figura y el discurso de Chávez, además de la confesión hecha cuando declaró que no estaba dispuesto a cambiar la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, lo convierten en un elemento incómodo, no deseado para el nuevo pacto, en la nueva configuración de fuerzas dentro del madurismo.
Creo que luego de todo lo que ha pasado en estos años, donde el chavismo y el programa de la Revolución Bolivariana han retrocedido a pasos acelerados, hasta prácticamente no quedar nada de la obra del Presidente Chávez ni de las conquistas del pueblo, ha llegado el momento de que la izquierda que permanece en el gobierno y en el PSUV, los sectores revolucionarios del país, nos agrupemos para rescatar y retomar el camino de Chávez, nuestras líneas programáticas, y actuar decididamente a favor de los intereses populares y del restablecimiento de los principios y fundamentos del chavismo como movimiento político y social.
He sido sometido a una brutal campaña de persecución y linchamiento moral encabezada por nicolás maduro de forma permanente y directa, lo cual me ha obligado a mantenerme exiliado de mi país, pero sin dejar de luchar por el pueblo venezolano y reivindicando siempre el socialismo y el camino de Chávez como opción política para Venezuela. Mientras esté vivo seguiré dando la batalla por el pueblo venezolano y por el socialismo, seguiré reivindicando la obra de Chávez. Le tiendo la mano a Diosdado y al resto de los factores revolucionarios y de izquierda que sobreviven en el PSUV y en el gobierno; a los trabajadores, a los militares bolivarianos y a todos los elementos políticos y sociales que están convencidos de la necesidad de derrotar a esta tríada del poder que ha apuñalado a la patria, le ha clavado sus colmillos y que nos sigue hundiendo aún más en este abismo donde nos encontramos.
Es hora de la grandeza, de dejar atrás pugnas y desencuentros: Diosdado, Elías, Adán, Giordani, Arias Cárdenas, para solo mencionar algunos entre tantos nombres que se me vienen a la mente, tenemos la responsabilidad histórica de abrir un debate en el seno del chavismo, en el PSUV. Pero un debate de ideas, no del insulto y la descalificación al estilo del método madurista para imponer decisiones. Tenemos que rescatar el sentido crítico y autocrítico que nos enseñó el Presidente Chávez para la discusión, es indispensable hacer una evaluación de lo que ha sucedido en el país y en el chavismo, para rescatarlo como propuesta política liberadora y revolucionaria, profundamente arraigada en el corazón y la conciencia de nuestro pueblo.
Podríamos discutir, entre otros muchos temas, lo que ha pasado con la economía; con la Plena Soberanía Petrolera y PDVSA, en el “Arco Minero”; la dolarización de la economía, la perdida de soberanía y como enfrentar las sanciones internacionales, la situación del Esequibo; que pasó con los derechos de los trabajadores, la situación social del pueblo, el éxodo de los venezolanos, qué pasó con el “vivir bien”, la equidad y justicia social; la violación constante a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la falta de seguridad jurídica, la violación del Estado de Derecho y las Garantías Constitucionales; la actuación de los cuerpos policiales como el FAES y otros Grupos de Seguridad del Estado creados en este período, la violación de los Derechos Humanos como Política de Estado; el rol de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, del Poder Judicial, del Poder Popular, las leyes promulgadas como la Ley de protección de inversiones y la Ley Anti Bloqueo.
El campo revolucionario, o como lo llama maduro la “izquierda trasnochada”, está en el deber histórico de separarse del madurismo y hacer un ejercicio profundo de discusión, asumiendo los errores que correspondan al chavismo para retomar el camino originario de la Revolución Bolivariana y del socialismo del siglo XXI, que lograron emocionar y movilizar a la mayoría del pueblo venezolano en la conquista de verdaderas transformaciones políticas, económicas y sociales.
El PSUV y el Chavismo como movimiento político-social están en la imperiosa necesidad de retomar su papel de vanguardia en la lucha por los derechos del pueblo venezolano, así como el impulso movilizador para conquistar los objetivos estratégicos plasmados en el Plan de la Patria.
Solo así estaremos en capacidad de poder conformar una verdadera unidad de factores patriotas, populares, nacionales, de un amplio espectro en el país y de dar al traste, siempre junto al pueblo, con este desastre que en mala hora ha conducido los destinos de la patria.