Al ver nuestra sociedad apática, lo primero que nos preguntamos es ¿Cuál es nuestro peor enemigo? Nadie mirará hacia dentro de sí mismo. Unos dirán que el imperio, otros que el capitalismo, otros el imperio y el capitalismo, otros que el socialismo, el chavismo, otros Maduro y el madurismo, otros que Colombia, pero en esas probables respuestas solo se percibe confusión –basta con leer a los tuiteros de este país; no hay nadie que no resuelle por su herida… La verdad es que la red social “Twitter” es un “gritatorio” mundial –.
La confusión y el desorden, después de la muerte de Chávez, se convirtió en terreno fértil para los aprovechadores y manipuladores. Mientras estuvo vivo Chávez hubo la ocasión real de definir socialmente y con claridad política, ideológica, los bandos en pugnas; se hubiera podido definir cuál era la expresión vivida de la pugna social; de qué forma se estaba manifestando la lucha de clases, la confrontación social. Ese último Chávez sabía con certeza la urgencia política de definir la intención de lo que se estaba haciendo, señalar su dirección forzosa. Es por eso que nos lo indica en el Plan de la Patria, “hay que ir, sin pausa en contra de la lógica del capital”; todo aquello que se hiciera, siempre debía ir en contra – o en “sentido inverso” – de la lógica del capitalismo, de su economía, de su organización social, de su ética y moral (si es que existe una moral capitalista).
Chávez definió y define la lucha en su Plan de la Patria, como socialista anticapitalista. Del otro lado quedaría lo que conocemos como la derecha, la “reacción”; una clase media siempre confundida, en el medio de todo, siempre embaucada; una conciencia (o mala conciencia) pequeñoburguesa aspirante, oportunista, reducida al ámbito de la burguesía; la burguesía y las ambiciones imperiales. Eso está señalado con un dedo en el Plan de la Patria de Chávez: el ir en contra de la lógica del capital, su testamento no deja espacio para las interpretaciones.
Esta oportunidad de definición política ha debido volcarse en lo que llamó “el punto de no retorno al”capitalismo, pero se ese movimiento se detuvo en un acto público, que para nosotros resultó lamentable y vergonzoso, aquel día cuando Maduro, luego de su triunfo electoral, se alborozara con Oswaldo Cisneros y su primo Gustavo, se dejara manotear por el joven Lorenzo Mendoza, y fuera recibido con fingido regocijo por una buena representación de la godarria pelucona, la misma que tanto ha criticado Maduro (igual de forma fingida) todos estos años como presidente (–”Pelucones” –, pero con su corazoncito triste, con envidia).
El período madurista se caracteriza por la confusión. Todo lo que Chávez quiso definir bien en 10 años, en muy poco tiempo el madurismo lo convirtió en un caos. Un caos ideológico con sus veleidades con la empresa privada, enviando un mensaje extraño a la revolución, dándole la espalda a las denuncias de corrupción en las entregas de divisas, con la “liberación del mercado” disimulada de democracia, con el desmontaje de los proyectos chavistas, convirtiendo a los propios banqueros como “agentes cambiarios”, cuando el precio del dólar era entonces una farsa para la especulación.
Una confusión ética, queriendo reivindicar ante el socialismo las comodidades materiales aburguesadas, inoculando el espíritu aspirante de la clase media en la conciencia chavista; el acumular cosas por encima de la conciencia social (la conciencia del deber social), descalificando al trabajo creador, el esfuerzo personal y colectivo; ofreciendo y dándolo todo, sin exigir a cambio una retribución moral; derrochando, malgastado todo para comprar la lealtad, lealtad con dinero y no con educación política, autoridad moral, con buenos ejemplos. Para los habitantes de Venezuela, en especial para los chavistas, este despilfarro de felicidad enceguecedora fue como la recaída de un adicto en recuperación; después de la muerte de Chávez todo se relajó con el mercantilismo, el dólar barato y la raspadera de tarjetas, el Dakazo…, desde entonces todo lo que ha continuado ha sido para justificar ese acto cobarde – cobarde ante el reto de cambiar la sociedad – con una cadena de disparates.
Porque es un disparate querer hacer la revolución socialista con las armas melladas del capitalismo. Nadie, como nosotros, lamenta que la gente emigre del país sin esperanzas, pero mucho más sentimos que sean chavistas, gente que creyó en Chávez, aquellos que se van sin pelear. Ese entusiasmo necesario para defender la patria es tener conciencia de clase, claridad política, porque la patria es el socialismo, la verdadera democracia “establecida y practicada”; si no hay una patria cohesionada por valores fundacionales de la república de Bolívar, hoy la única patria posible es el socialismo. Patria es socialismo, indivisible en clases sociales, en intereses sociales.
Sin conciencia social y de clase no hay justicia qué restablecer, todo es igual, no hay entusiasmo posible, indiferenciados da lo mismo estar dentro o fuera del país, explotados o explotando en cualquier parte del planeta. El futuro es para todos por igual, o no habrá ninguno. El capitalismo se juega la vida del planeta. Elon Musk se declaró emperador de Marte, falta poco para qué la vanidad de los ricos acabe con lo que queda de la tierra, el único hogar posible que tenemos. Todo depende de nosotros para cambiar. Si Chávez pudo, nosotros podemos.
¡Claridad política! ¡El enemigo es el capitalismo, el capitalismo es el imperio, el imperio es ignorancia, barbarie! ¡Patria socialista o muerte!