“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Este es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, PERO SIN AMINORAR EL RITMO DE AVANCE HACIA EL SOCIALISMO.” Presentación del Plan de la Patria. Hugo Chávez, 12 de junio, 2012
Hay dos ideas que sostienen el avance hacia al socialismo. La primera es estratégica, direccionar toda acción siempre hacia la “supresión de la lógica del capital”, y la otra es sostener el ritmo de avance hacia el socialismo, la pegada.
La primera idea está relacionada con aquello que decía el Che Guevara de que no se puede hacer una revolución socialista con “las armas melladas del capitalismo”, porque son dos movimientos antagónicos, el capitalismo y el socialismo se repelen. “Cambio político”, en Chávez, no significó cegarse frente a la realidad del capitalismo, negarlo de plano, fue darse cuenta de la necesidad de tener el control político dentro del capitalismo preexistente, condicionarlo, direccionarlo hacia su propia supresión, ponerlo al servicio de los requerimientos sociales o en favor de la sociedad, de toda la sociedad. Cambio fue poner por encima del interés privado y egoísta, el interés colectivo y la solidaridad como norma, trasladar valores heredados del combate revolucionario a la conducta social, SUPRIMIR LA LÓGICA DEL CAPITAL EN TODOS LOS TERRENOS. En ese movimiento no es que desaparezca el capitalismo como por un decreto profético, es un proceso direccionado y sostenido donde comienzan a cambiar las cosas. Es una transformación que se da, que se debe dar, al unísono, dentro del individuo y proyectado hacia fuera, en la sociedad y en todos los espacios, desde la casa, dentro de la familia, hasta en el gobierno socialista, que se refleje en política económica y social, en política internacional, etc. La formación del Estado socialista depende de estos cambios de conciencia en las prácticas sociales y en las prácticas políticas.
El hecho de permitir la actividad privada, la cual, en un país como el nuestro sigue siendo una suerte de realidad fatal, no quiere decir que el gobierno socialista deba estimular, como ética del trabajo, al mercantilismo, al egoísmo, la salvación personal indiferente al destino del resto de la sociedad, vincular, por ejemplo, la ética del trabajo la obediencia irracional, o a “emprendimientos” que suponen la explotación del trabajo de otros seres humanos. El socialismo tiene sus propios valores y estos son contrarios al egoísmo mezquino que estimula el mercantilismo; más que humanos son valores humanistas, de solidaridad y de formación de la conciencia social, del deber social. Sus dirigentes (los dirigentes de la revolución) deben estimular este espíritu de solidaridad y de trabajo cooperativo, no aquellos viejos valores, a pesar de que tengamos que movernos por un tiempo incierto dentro del sistema preexistente de producción e indiferencia capitalistas. No se puede ampliar el espacio espiritual ni material del capitalismo, no se puede privatizar más la economía de lo que ya existe en manos de privados…, en fin no se puede hacer socialismo con las “armas melladas del capitalismo”, porque su lógica, la lógica del capitalismo, es engañar siempre al espíritu de los más pobres, trabajadores o esclavos.
El segundo punto es SOSTENER EL RITMO DE LOS CAMBIOS. Por ejemplo, si por “razones estratégicas” se permiten inversiones extranjeras en el país, la estrategia debe existir y prevalecer por encima de una jugada táctica como esa, la cual solo es una táctica de lucha, no es una estrategia en sí misma. Las “alianzas estratégicas” deben apuntar hacia el socialismo no hacia el capitalismo. Mientras tú permites tales inversiones, al mismo tiempo las condicionas, sopesas los beneficios que los inversionistas van a recibir frente a los daños que van a causar tales inversiones en nuestra economía, naturaleza y en nuestra sociedad, y sobre esa base decides las condiciones: transferencia de tecnología, respeto a los ecosistemas, a las leyes laborales, pago de impuestos y regalías, y todo lo que beneficie a nuestra sociedad frente a los beneficios que obtendrán los inversionistas. De hacer lo contrario sería una ingenuidad de tontos, o traicionar tus principios, a la sociedad, a Chávez y al socialismo; sería delegar una responsabilidad revolucionaria a los capitalistas, perder la tensión de la revolución, el impulso revolucionario del cambio, frenar el ritmo de avance hacia el socialismo y retroceder.
Ninguna sanción o bloqueo económico debe ser una excusa para aliarse con los capitalistas. Los capitalistas no hacen revolución, no construyen socialismo. El “Estado de bienestar” del cual hablan ahora en el gobierno fue pensado para darle aliento al capitalismo, para frenar los cambios socialistas. Sin embargo, el madurismo no ha sido capaz ni siquiera de hacer que los hospitales, o los CDI funcionen, de sostener los programas sociales creados por Chávez dentro de la idea suprema del socialismo, pero tampoco dentro de cualquier otra, por ejemplo, del sistema anterior. El despelote, la anarquía, el mercantilismo venció, inclusive, al burocratismo del Estado burgués (el único que tenemos) que es otro cáncer del capitalista. La entrega absurda del control total de los procesos económicos y del país en manos del capitalismo tampoco va a tocar esa mentira del “Estado de bienestar”, un concepto válido sólo para países desarrollados. Gobernar para los propietarios ricos es una franca traición a Chávez y a la revolución socialista.
Chávez nos legó una posible ruta hacia el socialismo pero antes nos dijo cómo hacerlo y cuál era la aptitud: seguir una estrategia clara, direccionar todos los esfuerzos, sin perder la intensidad y el ritmo. Volvamos al Plan de la Patria ORIGINAL de Chávez, allí está lo fundamental.
¡Volver a Chávez!, ¡es urgente!