Se cumplen 20 años de los extraordinarios eventos vividos en el país el 13 de abril de 2002, cuando el pueblo y los soldados patriotas salieron a las calles e insurgieron en los cuarteles para derrotar el Golpe de Estado fascista que, apenas dos días antes, había derrocado al Presidente Chávez, ensangrentando las calles de Caracas en una acción violenta y mediática, nunca vista en nuestra historia, para derogar la Constitución y las leyes revolucionarias, borrando de un zarpazo las conquistas democráticas del pueblo venezolano.
Ese día lo recuerdo vívidamente, como todos los venezolanos, a pesar de que han pasado dos décadas. A ese momento, el Presidente Chávez me había nombrado como presidente fundador del Ente Nacional del Gas (ENAGAS) y miembro de la Junta Directiva de PDVSA, presidida entonces por el Doctor Gastón Parra Luzardo. El Golpe de Estado del 11 de abril tuvo su desencadenante en la aprobación de las 43 Leyes Habilitantes,entre ellas, la más controvertida y que movilizó al sector transnacional en la conspiración: la Ley Orgánica de Hidrocarburos. El Golpe de Estado tuvo un fuerte olor a petróleo.
Desde la Vieja PDVSA se conspiró abiertamente en contra del gobierno y la Constitución. El Doctor Gastón Parra no pudo hacer nada para detener la conspiración desde PDVSA, que se había convertido en instrumento de los poderosos intereses transnacionales.
El 11 de abril nosotros nos mantuvimos en nuestro puesto de Dirección de PDVSA en La Campiña –esa era la instrucción de Chávez–, hasta que tropas de la Guardia Nacional, comprometidas con el Golpe de Estado, ocuparon el edificio sede. La confusión era mucha y la violencia se había desatado en las calles, con la presencia de francotiradores y policías metropolitanos que, como parte de la asonada golpista, asesinaban manifestantes en las calles. El pueblo que resistió todo ese día en los alrededores de Miraflores y en Puente LLaguno se retiró, al tiempo que los golpistas llevaban al Presidente Chávez a un destino, entonces, incierto.
El gobierno se desmoronó, estaba en desbandada, en tanto que el liderazgo político –con muy pocas excepciones, como la de Aristóbulo Istúriz – se escondió, sin dar orientaciones al pueblo, sin conducir una respuesta. El 12 de abril, estaba desatada la furia fascista, los medios de comunicación repetían una y otra vez el montaje de puente LLaguno, a la vez que incitaban la captura de dirigentes bolivarianos y del gobierno, mientras las fuerzas policiales allanaban ministerios y sectores populares en busca de las “armas” de los “Círculos Bolivarianos”, las cuales nunca existieron. Las policías municipales comprometidas con el golpe se llevaron presos, entre la algarabía del linchamiento fascista, a los que pudieron agarrar escondidos en el Este de la ciudad capital; entretanto, en otras ciudades, desalojaban violentamente a los gobernadores de su residencia. Al mismo tiempo, hordas de la extrema derecha asediaban y pretendían asaltar la sede de la Embajada de Cuba en Caracas.
En el Palacio de Miraflores, asaltado por los golpistas de la derecha, estaban los militares golpistas, los dueños de los medios, la Oligarquía y jerarcas de la Iglesia; se saludaban y felicitaban por el zarpazo a la Constitución. Luego, en un acto infame, Carmona leería el Decreto donde se proclamaba dictador, a la vez que “derogaban” las leyes de la República, la Constitución y las instituciones creadas a su amparo. Las imágenes y los nombres de los firmantes de dicho Decreto quedaron allí para la historia de la infamia, pero también, para las reflexiones de la situación actual.
El gobierno estaba en desbandada. Solo la voz valiente y oportuna del Fiscal General, Isaías Rodríguez, se alzó para denunciar lo que había sucedido como un Golpe de Estado. Sería inmediatamente silenciado y se impuso sobre el país un terrible silencio mediático.
Mientras la Metropolitana reprimió en las calles de Caracas, en los barrios del oeste, El Valle, la Panamericana y otros sectores, nos llegó a todos –como un rayo de esperanza– la información e imágenes del General Raúl Isaías Baduel desde la 43 Brigada de Maracay, que rechazaba el Golpe de Estado y se plantaba en defensa de la Constitución. Chávez estaba vivo, no había renunciado, como había repetido la mediática y anunciado el General Lucas Rincón. Inmediatamente nos informaron que el General García Carneiro había tomado Fuerte Tiuna y el pueblo se congregaba en la Alcabala 3 del Fuerte en El Valle. Los soldados patriotas estaban retomando Miraflores ¡había que irse al Palacio!
Cuando llegamos a la altura de Carmelitas, junto a otros compañeros, vimos cómo el pueblo se volcaba todo hacia el Palacio de Miraflores. Las pintas en la calle: ¡abajo Carmona!, el pueblo que vino desde todos los rincones de la ciudad, exigía ver a Chávez. Llegamos al Palacio Blanco y en la Puerta, franqueada por el Pueblo, el General Morao Cardona nos dejó ingresar por el túnel que conecta el Palacio Blanco con Miraflores. Una vez adentro, decidimos esperar al Comandante Chávez, a la vez que se hacían llamadas y se establecían contactos. Las fuerzas leales estaban retomando el control del país, la voz de José Vicente tronaba en reclamo a las fuerzas políticas y empresariales que se habían sumado a la aventura golpista.
La llegada del Comandante fue un momento de indescriptible alegría. El Presidente, rescatado por el pueblo y los militares patriotas, llegaba de madrugada en helicóptero, mientras el mismo pueblo, desde la calle, zarandeaba las rejas del Palacio gritando “¡queremos ver a Chávez!”. Luego, ante la certeza de que Chávez había llegado, el pueblo coreaba “¡volvió volvió volvió!”. Mientras, el Presidente bajaba por las escalinatas rodeado de su equipo de seguridad y saludaba a los que podía alcanzar. Luego, entró al Palacio por la puerta dorada para, posteriormente, dirigirse a todo el país, esgrimiendo el crucifijo, con el que tendía la mano a las fuerzas opositoras y al diálogo.
El Presidente Chávez fue rescatado por el pueblo y los soldados patriotas, los humildes, junto a la oficialidad y soldados del pueblo, los sectores populares fueron los que dieron la cara por la Revolución. Mientras los sectores políticos y muchos de los que acompañaban al gobierno se escondieron o hacían cálculos, el pueblo se lanzó a la calle, en un impulso revolucionario de rescatar a su líder y de luchar por las transformaciones políticas, económicas y sociales contenidas en el programa de la Revolución Bolivariana.
Luego del 13 de Abril, la calidad política del movimiento popular cambió y Chávez también. Entrábamos en otra dinámica, una revolucionaria. El Presidente removió a parte importante de su gobierno. Buscó nuevos rostros, mayor compromiso. El 17 de julio de 2002 fui designado Ministro de Petróleo y Alí Rodríguez al frente de PDVSA. Chávez daría la batalla por tomar la Colina, el centro de la conspiración transnacional: PDVSA.
Como bien advertía un Chávez más radicalizado y menos ingenuo, la derecha persistiría con el Golpe Continuado: Plaza Altamira, violencia y guarimba, hasta el Sabotaje Petrolero. La derrota del Sabotaje Petrolero nos permitió profundizar la revolución y movilización popular, ahora más orgánica. El Presidente Chávez estaba al frente de la batalla y a nosotros nos tocó liberar, junto a los trabajadores petroleros y el pueblo y con la inestimable ayuda de las Fuerzas Armadas, una a una las áreas petroleras, saboteadas y controladas por la nefasta “Meritocracia Petrolera” y la “Gente del Petróleo”, que asumió –ahora sí, de manera frontal– la desestabilización y el segundo intento de derrocar al Presidente Chávez. Los derrotamos en toda la línea.
La empresa quedó devastada con el Sabotaje Petrolero. Nuestra producción de petróleo se ubicaba solo en 23 mil barriles día, al primero de enero de 2003. Nuestras refinerías estaban paralizadas por el sabotaje artero de la “Meritocracia Petrolera”. No había gasolina, ni gas, ni exportaciones de hidrocarburos. Perdimos más de 19 mil millones de dólares por la acción del sabotaje. Luego de 3 meses de batalla, tomamos el control de la empresa para liberarla y ponerla al servicio del pueblo.
Desde La Campiña, el Ministerio de Petróleo asumió su rol de dirección política del sector y, junto a los gerentes patriotas de la industria, pudimos restablecer nuestra producción de petróleo a 3 millones de barriles día para el mes de abril; reiniciamos exportaciones y pudimos levantar nuestras refinerías una a una, hasta normalizar el pleno abastecimiento de gasolina, diésel y GLP a todo el país.
Teníamos un gobierno revolucionario, un Ministerio de Petróleo comprometido con la revolución y una dirección en PDVSA con conocimiento y capacidad al servicio de la Patria. Eran momentos muy duros para el país, la economía y la industria petrolera, pero a nadie se le ocurrió entregar la industria a las transnacionales para que ellas “nos salvaran”; a nadie se le ocurrió aprovechar la situación para dolarizar la economía –no teníamos ingresos de ningún tipo–, o colocar la gasolina a precios internacionales; a nadie se le ocurrió modificar la Ley Orgánica de Hidrocarburos o entregar PDVSA a Fedecámaras o a la Chevron. Era el gobierno revolucionario de Chávez, nosotros no traicionaríamos al pueblo del 13 de abril, al pueblo venezolano.
En diciembre de 2004, fui designado por el Presidente Chávez como Ministro de Petróleo y Presidente de PDVSA. Ahora comenzaría la batalla por la Plena Soberanía Petrolera. Los golpistas trataron de evitar la aplicación de la Constitución y la Ley Orgánica de Hidrocarburos. Nosotros la aplicaríamos completamente, para tomar el control de PDVSA y poner el petróleo al servicio del Pueblo. Así lo hicimos.
Gracias al control de PDVSA, del Petróleo y el rescate del ingreso fiscal –cobrando impuestos y regalías– pudieron nacer las Misiones Sociales. Estas, junto a la extraordinaria recuperación económica del país, descansaban en el petróleo, en PDVSA, en el control de toda la industria Petrolera: la migración de los Convenios operativos a las Empresas Mixtas bajo control de PDVSA, la Nacionalización de la Faja Petrolífera del Orinoco, el manejo de nuestras exportaciones petroleras, la captura de la Renta Petrolera. Nosotros reivindicábamos nuestra condición de país petrolero, solo que ahora colocaríamos el petróleo, la renta del petróleo, al servicio del pueblo.
Con el surgimiento de las Misiones Sociales, ese extraordinario esfuerzo, esa gigantesca misión humanitaria, para acabar con la exclusión y rescatar al pueblo de la pobreza, se creaban las condiciones materiales y espirituales para el Vivir Bien del Pueblo. No solo se logró movilizar y articular al pueblo en ejercicio directo de su democracia revolucionaria, de la solidaridad, sino que se abría la oportunidad para el gran salto hacia el futuro. Con el 13 de Abril, la derrota del Sabotaje Petrolero y el nacimiento de las Misiones, estaban creadas las condiciones espirituales para un salto en nuestra conciencia colectiva hacia el socialismo. Ahora habría que crear las condiciones materiales para sostenerla.
El Presidente Chávez también evolucionó en su pensamiento. El 29 de febrero de 2004, desde una gigantesca concentración frente al Jardín Botánico de Caracas, proclamó el carácter antimperialista de la Revolución Bolivariana. Todavía recuerdo la cara de espanto de los representantes más conspicuos del “Grupo Boston” quienes, discretamente, se apartaban del tiro de cámara de la tarima de Chávez. Luego, para el proceso electoral del 2006, Chávez proclamaba que nuestra propuesta era el socialismo, construir el socialismo del siglo XXI.
Era una propuesta eminentemente anticapitalista, revolucionaria, no tenía matices, no habría pacto con la oligarquía. Chávez iba a disputarle al capitalismo. la hegemonía en la economía venezolana, y sería un faro de esperanza para la humanidad. Su gran instrumento sería el petróleo, PDVSA, y el actor central sería el pueblo, el Poder Popular.
A partir de allí, el Presidente se trazó como meta conquistar la soberanía económica del país. Se hicieron grandes inversiones para dotar al Estado de grandes capacidades económicas, se reforzó la importancia del Estado, se crearon empresas estatales de todo tipo y tamaño, se nacionalizaron sectores fundamentales de la economía, como el vasto segmento de industrias básicas del país; se ensayaron mil esfuerzos, mil maneras de transferir el poder al pueblo, empoderar económicamente al pueblo.
Nos desplegamos en un esfuerzo internacional sin precedentes, hacia El Caribe, hacia Suramérica, nuestros propios espacios geopolíticos, nuestra Patria Grande Suramericana, en un momento estelar de nuestra región. Venezuela era una voz en el mundo, un ejemplo, una esperanza, una alternativa, y Chávez era su cara visible.
PDVSA, la Roja Rojita, era un factor fundamental en este esfuerzo, sosteniendo a todo el país con la actividad petrolera, desplegándonos en el mundo, con una empresa poderosa –la quinta empresa petrolera más importante del mundo–, demostrando que el Estado sí era capaz de administrar y conducir, de manera eficiente, nuestras empresas. Nosotros y nuestros orgullosos trabajadores petroleros apoyábamos todos los esfuerzos del presidente Chávez, allí donde la burocracia del Estado no tenía la capacidad o el compromiso. Hubo grandes aciertos, avances indiscutibles, muchos ejemplos que demostraban que nuestro modelo, ahora plasmado en el Plan de la Patria original, el de Chávez, era posible, era revolucionario, transformador.
El último ejemplo de esto fue la Gran Misión Vivienda Venezuela, donde no solo se trataba de hacer viviendas, sino de hacer revolución. En un trabajo integrado por todo el Estado, pero especialmente, en una concertación de todas las fuerzas y capacidades del pueblo, bajo la coordinación nuestra en PDVSA, logramos construir 600 mil viviendas en tan solo dos años y medio. Estas sí eran de verdad, construidas con mucho esfuerzo. Los Ministerios de Vivienda o Infraestructura sólo construían 27 mil viviendas al año. Nosotros, el primer año de la GMVV, dimos un salto a 105 mil viviendas, luego 250 mil viviendas y 250 mil más al año siguiente. El 60% de las viviendas las hacía el Poder Popular, la Misión Ribas, los Consejos Comunales; agotamos todo el cemento, las cabillas, se crearon nuevas empresas estatales, fábricas de ladrillos, de prefabricados, se industrializó el sector. Chávez entregó los terrenos de Fuerte Tiuna para los desarrollos internacionales. Fue un esfuerzo popular y otra clara muestra de las capacidades del Estado.
Teníamos una sólida economía sostenida por nuestra industria petrolera, un crecimiento del 5,6%, un bolívar fuerte, una inflación controlada del 20%, una pobreza en sus niveles mínimos del 27%, un salario mínimo de 477 dólares al mes, entre los más altos del continente, un país en plena expansión del trabajo y sus capacidades productivas. Todo ésto en un ambiente de plenas garantías constitucionales y libertades políticas. Donde existía un ejercicio pleno de la democracia participativa y protagónica, un pueblo libre, sin miedo, en transformación del país.
Nada de ésto existe actualmente. Luego del asesinato del Presidente Chávez, la Revolución que inició el 13 de abril de 2002, fue traicionada. El madurismo, ese grupo de interés que se había refugiado en la Asamblea Nacional y en sectores del gobierno, denunciado por el pueblo cómo “el chavismo sin Chávez”, y por el General Müller Rojas como “un nido de alacranes”, asaltó el poder, mientras Chávez estaba enfermo y luchando por su vida y los chavistas manteníamos al país funcionando. Este sector, con apoyo de oportunistas internacionales y empresariales, ya conspiraba para asaltar el poder.
Una vez instalados en Miraflores, comenzaron por desplazar a los sectores chavistas del gobierno: Jorge Arreaza y los hermanos Rodríguez, fueron el instrumento de nicolás maduro para desmantelar el gobierno chavista; Diosdado fue el gran cómplice. Modificaron el Plan de la Patria, borraron cualquier referencia al socialismo y a la lucha contra la lógica del capital, e iniciaron las teorías de que había que apaciguar el impulso revolucionario de Chávez.
Mientras tanto, los grupos económicos asaltaban el poder, tomaban control de la economía nacional, de PDVSA, el Banco Central y los Fondos del Estado: FONDEN, FONDO CHINO. En PDVSA comenzó una persecución despiadada contra quienes estuvimos al frente del sector junto al Presidente Chávez, en revolución. Se nos persiguió, se nos exilió, se encarcelaron a cientos de trabajadores petroleros, ante el silencio y complicidad de los dirigentes políticos y militares que estuvieron con Chávez, pero que, por cálculos o miedo, prefirieron guardar silencio. No asumieron su responsabilidad histórica.
Las Misiones Sociales fueron desbaratadas, no existen más. Tampoco existe el Poder Popular, ni el concepto de Democracia Participativa y Protagónica, el gobierno desató la violencia contra el pueblo. Los Policías enmascarados de nicolás maduro: el FAES, DIGECIM, CONAS y otros cuerpos represivos, actuando bajo órdenes directas de maduro y del fiscal sicario, Tarek William Saab; han cometido masivas violaciones a los Derechos Humanos, con más de 14.000 ejecuciones extrajudiciales, torturas y crímenes de todo tipo, tal como está documentado tanto por la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU, como por la Comisión Internacional Independiente del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU, lo cual, ha generado que la Corte Penal Internacional abra una investigación en contra de nicolás maduro, Tarek William Saab y otros altos jerarcas del madurismo, quienes han impuesto el miedo en nuestra sociedad.
El madurismo asaltó al Poder Judicial y a la Fiscalía y los ha convertido en instrumentos de la represión, al servicio de los intereses corruptos de los grupos que se reparten el país. El fiscal Tarek William Saab actúa con una saña y un resentimiento contra Chávez y el chavismo, que lo ha transformado en un violador de los Derechos Humanos, en un instrumento DESEQUILIBRADO Y CRUEL de la violencia contra el pueblo.
Han matado el fervor revolucionario del pueblo del 13 de Abril. Han arremetido contra los trabajadores que derrotaron el criminal Sabotaje Petrolero y que siempre estuvieron junto a Chávez, en defensa de la Revolución Bolivariana. El madurismo desmovilizó al pueblo que llenó las 7 Avenidas el 4 de octubre de 2012.
En el ámbito económico, luego del SAQUEO de PDVSA, el madurismo se ha repartido la empresa con sus empresarios y amigos, entre ellos, su agente y héroe Alex Saab, a quien las autoridades italianas le confiscaron parte de sus bienes, incluyendo 120 kilos de oro en bancos en Suiza (equivalentes a 120 pacas de harina, pero llenas de oro). La persecución y el ensañamiento contra los trabajadores de PDVSA y, luego, la militarización de la empresa con el General Quevedo al frente, provocó el colapso de las capacidades productivas de la misma.
La producción de petróleo ha caído 79%; hoy día solo se producen 690.000 barriles día de petróleo, no hay gasolina, ni gas. Los precios de los combustibles fueron internacionalizados, lo que ni siquiera hizo Carlos Andrés Pérez en su Paquetazo. Los mejores campos petroleros fueron entregados a empresarios privados y amigos a través de los “Contratos de Servicios”, mientras que la Faja Petrolífera del Orinoco ha sido entregada a transnacionales rusas y chinas. Ahora, con la excusa de la guerra en Ucrania, entregarán lo que queda de PDVSA a la Chevron. Han entregado la patria por un puñado de dólares. Hoy día, el poco dinero que se recibe por el petróleo queda en manos de empresarios y transnacionales, quienes no pagan impuestos en el país y comercializan nuestro petróleo en el exterior con DESCUENTOS hasta de 40% sobre su precio. Todo esto sucede en violación de la Constitución y la Ley Orgánica de Hidrocarburos, desaplicadas de facto por la Ley Antibloqueo de maduro.
El madurismo se reparte el país, y crea su propia oligarquía, tal como hizo el gobierno de Boris Yeltsin con los despojos de la derrotada Unión Soviética. TODAS LAS EMPRESAS ESTATALES adquiridas y construidas por Chávez, han sido entregadas al capital privado. Los Bodegones se erigieron sobre las cenizas de la Misión Alimentación. Las tierras y empresas agrícolas se entregaron a los socios del madurismo. El Arco Minero se entregó a la voracidad de los nuevos oligarcas del madurismo, quienes han arrasado con nuestras selvas, bosques y áreas indígenas del sur del país, para saquear el oro de los venezolanos.
El gobierno de nicolás maduro ha impuesto un paquetazo económico sin precedentes en el país, que hizo palidecer en sus propósitos y consecuencias al impuesto por el Fondo Monetario Internacional, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Ha sido un paquete de medidas económicas brutales de corte monetarista, que arrasó con todas las conquistas sociales y laborales de los trabajadores venezolanos, imponiendo medidas regresivas en cuanto a sus salarios y beneficios sociales, que desaparecieron el bolívar como moneda de cambio en el país, solo utilizada para pagar salarios de hambre, que mantienen al 90% de la población con ingresos diarios por debajo del umbral de la pobreza de la ONU, el salario mínimo más bajo del hemisferio occidental. Hoy día no existe derecho a huelga y en las cárceles del madurismo se mantienen secuestrados a cientos de trabajadores petroleros y no petroleros, como el caso de Pedro León, Eudis Girot y Rodny Álvarez, entre otros tantos.
Un segmento importante de nuestra Fuerza Armada ha sido corrompido por el madurismo, entregándoles todo tipo de negocios, desde el petróleo y el tráfico de combustible, hasta la importación de alimentos y el tráfico de oro, al tiempo que se hacen de la vista gorda, ante la pérdida del Territorio Esequibo cedido por el gobierno a las transnacionales petroleras, que hoy día producen en nuestro territorio en reclamación 120 MBD de petróleo venezolano y que han bloqueado, de facto, nuestro acceso a la fachada Atlántica. Mientras tanto, las cárceles del madurismo están repletas de oficiales patriotas, como el Mayor General Rodríguez Torres, o el Comandante Martín Chaparro, quienes son vejados y maltratados a diario por sus carceleros y dejados morir en prisión, como el triste caso del general Raúl Isaías Baduel, héroe del 13 de abril y víctima del ensañamiento del madurismo en su contra.
La Revolución del 13 de abril fue traicionada por el madurismo, cuyos líderes, obesos, rebozan cinismo y prepotencia, mientras entregan el país, como si fuera de ellos, y pactan con los mismos sectores de la oligarquía que le dieron el Golpe de Estado a Chávez el 11 de abril de 2002.
A 20 años de los infaustos sucesos del Golpe de Estado del 11 y 12 de abril, el gobierno de nicolás maduro, cumple con las exigencias de los golpistas y ejecuta el decreto de Carmona: inaplicación de la Constitución, de la Ley Orgánica de Hidrocarburos, entrega de PDVSA y del petróleo a las transnacionales, entrega de la economía a la oligarquía, destrucción y entrega de las empresas estadales del oro, imposición de un paquetazo económico, desmantelamiento de las Misiones Sociales y el Poder Popular, inaplicación de la Democracia Participativa y Protagónica.
El desastre del madurismo, la entrega de nuestra soberanía, la destrucción de la economía y la imposición del miedo han provocado el éxodo de más de 6 millones de venezolanos, lo que significa no solo el desgarramiento de nuestra sociedad, sino un retroceso de casi 100 años a los oscuros tiempos de la Dictadura de Juan Vicente Gómez.
El pueblo venezolano, y en particular, el chavismo, tiene la responsabilidad histórica de insurgir en contra de este gobierno infame y traidor, restablecer la Constitución, las leyes de la República, el estado de Derecho, y levantar las banderas de la Revolución Bolivariana, las mismas por las que el pueblo salió a jugarse la vida el 13 de abril de 2002 y luego, durante la derrota del sabotaje Petrolero.
El liderazgo chavista civil y militar tiene que reaccionar, ver hacia atrás, todo lo sucedido entonces y lo que ha pasado ahora. Si queremos estar con Chávez y con el pueblo, entonces hay que dejar el miedo a un lado, dejar el cálculo egoísta y jugarnos el todo, como hicieron el pueblo y los soldados patriotas, aquel 13 de abril. Volver a Chávez, es volver a la esperanza. Habría que decir que en los ciclos históricos de la política la traición también tiene sus días contados. Y que, cada acto de infamia de los que hoy gobiernan, tendrá como respuesta un 13 de abril luminoso y revolucionario.