Por primera vez en la historia la izquierda ha asumido la primera magistratura en Colombia. Gustavo Petro, economista y con una dilatada trayectoria política y en llave con Francia Márquez, logró derrotar en elecciones a la desgastada derecha colombiana representada por el expresidente Iván Duque.
Ahora, con un compromiso histórico sobre sus hombros y siendo el portador de la esperanza de millones de colombianos, corresponde al presidente Petro gobernar a su país con maestría y grandeza para poder sortear los importantes retos que enfrentará, tanto dentro como fuera de ese hermano país bolivariano.
Creo que el primer gran reto que tiene el presidente Petro es mostrar que la izquierda en Latinoamérica tiene la capacidad de gobernar profundizando la democracia; defendiendo el medioambiente y la biodiversidad; generando bienestar, desarrollo y prosperidad para el pueblo colombiano, y respetando y promoviendo los derechos humanos, todo esto en apego a la constitución y leyes colombianas.
El presidente Petro deberá contrastar sus acciones de gobierno con la campaña de miedo y terror lanzada en su contra durante las elecciones. Esa campaña usó la grave crisis venezolana como un reflejo de lo que ocurriría en Colombia en caso de ganar la formula Petro – Márquez. Sin embargo, la gran mayoría del pueblo colombiano entendió la oportunidad histórica que tenía frente a sí y la tomó. Pero debe tenerse claro que los sectores conservadores de Colombia insistirán en asemejar los gobiernos de Gustavo Petro y de Nicolás Maduro.
Creo necesario resaltar que el gobierno de Maduro no es de izquierda ni socialista, sino más bien un capitalismo de estado suigéneris. Un gobierno donde el estado de derecho es decidido desde los grupos de poder, donde la política económica es la improvisación, donde se desconocen abiertamente los derechos laborales, donde se depreda y destruye el medioambiente como en el arco minero, y donde los grupos de poder se reparten el mermado presupuesto nacional.
En el marco de esta coyuntura, el presidente Petro tiene la posibilidad de convertirse en la referencia de la nueva izquierda en América Latina. Los resultados de sus políticas y la forma en que maneje los conflictos serán comparados con los de su homólogo venezolano se quiera o no.
Otro reto que enfrentará el presidente Petro, vinculado al reto anterior, será precisamente su relación con Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela. Las relaciones diplomáticas y comerciales entre ambos países quedaron muy maltrechas como resultado de la desastrosa estrategia impulsada por el expresidente Duque, quien permitió que desde Colombia se conspirara en contra del gobierno venezolano. Al presidente Petro le toca reconstruir esas relaciones y ese proceso de normalización ya está en marcha.
Como parte de ese proceso se han nombrado los nuevos embajadores, se restituirá la propiedad del gobierno de Venezuela sobre la Empresa Monómeros, y se trabaja el reinicio de las relaciones comerciales con la reapertura del paso en la frontera suroeste, con el aparato productivo venezolano en franca desventaja.
Para mí el reto consiste en que, al mismo tiempo que este proceso de relanzamiento de las relaciones entre ambos países avance, el presidente Petro deberá tener la capacidad de desmarcarse de Maduro, denunciando las posturas antidemocráticas y autoritarias del madurismo, defendiendo los principios que deben orientar a un gobierno de izquierda. A la vez que el presidente Petro busque incrementar la cooperación con Venezuela, tendrá que exigir a su par venezolano la desmovilización de grupos armados colombianos con presencia en Venezuela. La seguridad nacional de ambos países será sin duda la piedra angular de este reto.
Finalmente, el presidente Petro tiene el reto de ayudar a promover el retorno a la democracia en Venezuela. Después de todo es Colombia el país más afectado por la crisis política y económica en Venezuela. Para ello debe desmarcarse de las acciones injerencistas del expresidente Duque, a quien en su momento sugerí una vía distinta. Ya el presidente Petro ha desconocido abiertamente la existencia de Juan Guaidó como presidente interino, siendo esta una señal importante para posibilitar la ruta hacia la transición democrática en Venezuela.
Adicionalmente, el presidente Petro necesitará contar, entre otros, con el apoyo de aliados como Lula Da Silva en Brasil, el presidente Gabriel Boric
de Chile, el expresidente Evo Morales de Bolivia, y la dirigencia cubana, aliada estratégica y fundamental del presidente Maduro, a la cual, por cierto, también Petro tiene acceso.
Este grupo, que bien podría llamarse el Grupo de Bogotá, tendría la posibilidad de brindar garantías a Maduro para una transición en condiciones que garanticen su seguridad, así como la de su entorno. Este grupo podría solicitar a Estados Unidos el levantamiento de las sanciones económicas impuestas a Venezuela como paso necesario para avanzar en la ruta hacia la transición democrática.
Estos retos, junto a otros internos no menos importantes, marcarán la presidencia del presidente Gustavo Petro y definirán su legado político. Él tiene el deber de mostrar que la izquierda latinoamericana puede ser profundamente democrática, defensora del medioambiente y la biodiversidad, generadora de desarrollo y bienestar, capaz de reducir las brechas sociales y a la vez promover la paz política y social, en el marco de la democracia popular en el continente.
Rafael Isea
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