La política, imita a la vida, también tiene ciclos: diástole y sístole, invierno y verano, día y noche, éxito y fracaso, inundación y sequía, flujo y reflujo, vida y muerte. En la política como en la vida, todo está en movimiento, todo cambia.
Ayer vivimos tiempos de efervescencia revolucionaria, de auge de masas, de avance. Y hoy vivimos, quien lo puede negar, tiempos de profundo reflujo de masas, de retroceso revolucionario. Los tiempos de auge tienen sus leyes, sus características, algunos de ellos: los oportunistas se acercan, la alegría opaca a la prudencia. Se avanza y después de analiza el recorrido. Los tiempos de reflujo, también tienen sus leyes, sus características: los oportunistas cambian de bando, los flojos se apartan, se desilusionan frente a las dificultades, los líderes son abandonados, el recorrido desacreditado, la esencia revolucionaria deformada, negada.
No obstante, como todo en la vida, los tiempos de reflujo, tienen su lado bueno, uno de ellos y muy importante: permiten identificar a los verdaderos revolucionarios, a los que permanecen fiel al propósito, a las ideas, a los líderes, los que siguen luchando, a los imprescindibles. Son tiempos de reflexión profunda, de balance del recorrido, corrección de errores, y, de diseño del futuro, de lucha por alcanzarlo. En el reflujo se prueban los revolucionarios, se fundan, se reconocen. Y sobre todo, en tiempos de reflujo, se evidencian, se afirman los líderes.
Vivimos tiempos de reflujo, debemos buscar la fuerza de resistencia, en los ejemplos de los grandes líderes. De Fidel, después de la derrota de Alegría de Pio, se reagrupa y da ánimo a su exigua tropa, frente a un avión que los acosaba, les dice: ¡nos temen! Y Camilo grita: ¡Aquí no se rinde nadie! O el ejemplo de Bolívar luego del terremoto y frente a la acusación de los curas reaccionarios: “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. Y, siempre recordar, la actitud valiente del Comandante Chávez, que, derrotado el 4 de febrero, transformó la derrota en triunfo, con aquel “por Ahora”, que hoy se hace indispensable.
La derrota del Chavismo, reclama una actitud, revolucionaria. Lo primero es reconocerla, y reconocer las consecuencias sobre las masas, entender su reflujo. Analizar las fortalezas y las debilidades del campo revolucionario. Se han recibido golpes nobles: el asesinato del líder es el más importante, después la traición de los legados, la deformación de la imagen de los líderes chavistas auténticos, el desastre del gobierno del madurato y su falsificación del socialismo, el olvido por parte del madurismo del Comandante Chávez, el haber traicionado su mandato de lucha contra la lógica del capital, borrado hasta sus ojos, y el heroico color rojo.
Hay factores positivos, son vientos de optimismo, vienen tiempos mejores. Tenemos el ejemplo de Chávez, sabemos para dónde ir, la masa tiene el recuerdo de aquellos días luminosos. Cada día avanzamos en el conocimiento de la teoría revolucionaria, detectamos los errores cometidos. Las filas chavistas se depuran, los oportunistas volaron, los chavistas afilan las voluntades. Y allí, están los líderes aptos, fogueados, capaces de guiarnos, el ataque de la cúpula madureca los identifica. La situación nacional delimitó con precisión los campos: capitalismo enfrentando al Socialismo, cada quien se define, se ubica, queda poca holgura para la vaguedad.
¡CHÁVEZ, SOCIALISTA!