Desde pequeño fue un buen cristiano, de esos que van a misa, hacen la comunión, rezan todas las noches, y además ejercen la caridad cristiana, se preocupan por el prójimo, siempre, todos los días. Seguía el ejemplo, la senda de los santos. Amaba al prójimo como a sí mismo.
En la universidad católica estudiaba filosofía, y pertenecía a grupos de trabajo social en los barrios más pobres y peligrosos de la ciudad. Los hermanos de la congregación querían que su vocación lo llevara a ingresar, total ya cumplía los votos de un iniciado, sólo la castidad se le resistía. Parecía que tenía su vida ya trazada, sería un sacerdote.
Pero los trazos de Dios son torcidos, y el amor verdadero tocó las puertas del futuro sacerdote, una muchacha, alegre, de buen carácter y bondadosa como él, lo cautivó. Pasaban horas hablando, planificando, como ayudar a los desposeídos, y estudiando juntos a los filósofos. Y quiso el destino que estudiaran a Hegel, y de éste saltaron a los curas de la Teología de la Revolución, y de allí, ¡oh destino!, descubrieron a Marx.
Se prendaron de los estudios de Marx. Y unas ideas los atraparon: “Las relaciones económicas determinan las relaciones sociales”, quiere decir, dedujeron, que la fraternidad cristiana no puede resplandecer en sistemas con economías no fraternas, no sociales, de propiedad egoísta. “La existencia determina la conciencia”. “La clase dominante determina la ideología dominante”. Si esto es así, pensaron, concluyeron, si aplicamos estos principios a la comprensión de Cristo, debemos llegar a la conclusión, de que: el cristianismo surge, rebelde, enfrentado a una existencia de esclavitud impuesta a Judea, por el Imperio Romano. El cristianismo es insurrección contra un sistema de dominación, que en esencia se extiende hasta nuestros días.
Quiere decir, que, para construir el Reino de Cristo, el vivir como hermanos, la conciencia del “amaos los unos a los otros”, es necesario cambiar las relaciones económicas, que determinan la relación egoísta, y eso se consigue superando la esencia de los sistemas sociales basados en la explotación del hombre por el hombre, que vienen desde la época de Cristo, desde el Imperio Romano.
Nuestro prospecto de sacerdote y su enamorada, entendieron, que la Humanidad avanza hacia el Reino de Cristo. Las palabras del Padre Nuestro, cuando se pide: “Venga a nosotros tu Reino”, no es un pedido pasivo, esperar que el Reino caiga del cielo, no, es la posibilidad de construirlo. Otra clave está en: “El pan nuestro de cada día”, ¡nuestro! No dice, el pan mío, está poniendo el colectivo, el nosotros, la sociedad antes que el individuo, la conciencia social por sobre la conciencia egoísta. Quiere decir: El pan nuestro, danos hoy la posibilidad de conseguirlo nosotros.
Entonces, despertaron: todas las luchas por una nueva sociedad, diferente a las basadas en la explotación del hombre por el hombre, no son una pasión inútil, al contrario, es una marcha, una travesía del desierto, hacia la tierra prometida, hacia una sociedad dónde la economía social determine la conciencia social, dónde la propiedad nosocial de los medios de producción sea sustituida por la propiedad social. El nombre de esa sociedad no importa, nuestros enamorados la llamaron Reino de Cristo, Cristianismo Concretado, otros la llaman Socialismo.
La lucha por conquistar esta sociedad no es una pasión inútil, es la realización de la Humanidad. La historia de la humanidad, es la lucha por alcanzar esta sociedad. Nuestros enamorados, ahora, andan juntos, luchando como Cristo, y con un objetivo concreto.