Lector – «Luna menguante. No Luna de Fausto sino de Rafael. Usted ensalza a un criminal, el mayor responsable de la debacle p…»
Yo – «Ya que tiene las pruebas debería denunciarlo, eso sí, si es un buen ciudadano…»
Lector – «Lo he hecho repetidas veces… Está bajo investigación y algunos miembros de su pandilla ya están presos o prófugos…El también irá preso…» Gustavo coronel
Rafael Ramírez no ha sido juzgado. Hay una denuncia de la fiscalía y este supuesto ciudadano tiene otra, según argumenta. A Rafael Ramírez no se le permite defenderse, pues si viene a Venezuela lo ponen preso, porque una denuncia del fiscal, para el gobierno, es ya una condena.
En Venezuela se acabaron (hace rato) los juicios sumarios, todo señalado de cometer un delito es inocente hasta que no se demuestre lo contrario. Pero al gobierno eso le resbala, junto al fiscal ya lo condenaron (y, de paso, también este señor). Por ejemplo, este señor lo llama de una vez criminal. Sin juicio y sin condena, para él es un criminal. Esto se llama «prejuicio», en sentido estricto, un juicio hecho antes de que un tribunal condene – o una entidad suprema –, alguien, o juzgue como uno hecho definitivo la condición moral o judicial de alguien.
Podríamos decir que no hacen faltas pruebas judiciales si existen las pruebas políticas, o morales; que, por ejemplo, debido a la cantidad de personas vinculadas con su gestión en PDVSA en su misma condición, o ya condenados, debemos concluir que él, que fue su jefe, debe tener la misma responsabilidad o más, en hechos imputados y ya juzgados. Siguiendo este razonamiento el responsable principal de estas imputaciones criminal llegaría hasta la persona de Chávez. Pero, más aún, las imputaciones de personalidades como Eulogio del Pino y Nelson Martínez implicarían directamente a Nicolás Maduro, el acusador principal de Rafael Ramírez de ladrón, quién fue quien hizo ese famoso enroque entre los anteriores incluido Asdrúbal Chávez.
El asunto es que estos prejuicios dañan la reputación de las personas por el efecto pernicioso de la calificación, o descalificación imputándoles delitos que no han sido comprobados, a una persona, o a personas que ni siquiera se han podido defender (Luongo, Ramírez, Del Pino y el difunto Nelson Martínez, la lista es grande de presos de PDVSA sin sentencias, sin poder defenderse, confinados como si estuvieran en la Rotunda). Se trata de una técnica política, muy utilizada en tiempos de los atajaperros de entre adecos, copeyanos y masistas: la orden era desprestigiar al contrario (argumentar ad verecundia), «todo el mundo tiene rabo de paja», era la orden, igualar a los mejores al nivel de los peores, un poco para sentirse consolado de cargar con tana villanía, tanta mierda encima. Pero es un método más viejo aún.
En la conciencia colectiva queda ese sentimiento (o resentimiento) de venganza cuando una persona como Rafael Ramírez es calificado de pillo, de criminal, como hace este correcto ciudadano al llamar, de una, y sin juicio y sentencia, al ex ministro.
Pero, sigamos con los juicios políticos. Si acaso a mi persona le tocara decidir quién debería administrar ahora a PDVSA no lo pensaría dos veces, dría que Rafael Ramírez «y su pandilla». Las razones son obvias. Resulta que sus acusadores, sustitutos, envidiosos y resentidos quebraron la empresa y ahora quiebran al país, para entregárselo en bandeja a los privados. Eso es peor que unos cuantos ladrones descubiertos y juzgados se hayan robado millones (de «millones» a quebrar PDVSA y quebrar un país completo hay mucho cuento). O entregarle la empresa a las trasnacionales, lo que haría la derecha, en provecho propio. Yo le preguntaría a quien escribe, el supuesto señor Gustavo Coronel, si usted denunció a Ramírez ¿Cuál sería la razón?, ¿justicia, restitución de la empresa a las trasnacionales, o justificar a Maduro y su equipo que quebró la empresa (o casi casi)? Usted debe representar o apoyar algo o alguien. Yo apoyo a Rafael Ramírez, no por ingenuo, sino porque creo en las personas, a través de sus obras ¿A quién apoya usted y por qué? Si realmente existe un Gustavo Coronel debería hablar de forma honesta y directa, «tomar partido» ¿No cree?
Pero de eso se trata el método, de «aparecer» condenando a la personas como una «voz interior», como la «conciencia del pueblo» o de algo superior y difuso, descalificando; irrebatibles porque simulan a la «conciencia» en sí misma. Y no lo és, o no lo son, estos señores son «máquinas», humanas o electrónicas, al servicio de los intereses de alguien o de algo. La Razón no existe pura y simple (algunos tontos la contraponen a la ideología) siempre está al servicio de algo o de alguien, no existe una consciencia anterior al hombre o a la historia, desinfectada de humanidad, siempre alguien o algo la embarra.
Entre otras muchas amenazas, Rafael Ramírez le teme a estos cabilleros asolapados, estos instigadores, es decir, al síndrome Ruanda, que dejó un millón de cadáveres tutsi regados en las calles del país, todos asesinados solo en una noche. Por prejuicios como este y descalificaciones de esta naturaleza una horda de pendejos llevados de las narices, arrastrados por el resentimiento, la envicia y el odio, son capaces de asesinar a muchos inocentes. Y eso lo sabe Maduro y sus similares. Y eso lo sabe la derecha que ha usado al fantasma del comunismo y del socialismo para asesinar a sus competidores y enemigos, y a la corrupción, al narcotráfico, a la pederastia o cualquier otro estigma social para descalificar, la confusión moral se ha puesto de moda en la política de mala calaña. En esto los dos grupos son como mellizos idénticos.
No obstante, no dejo de pensar que se agota el tiempo para retomar el camino de Chávez, el Plan de la Patria original baja el mando de un líder capaz y verdaderamente chavista, para nosotros debe ser Rafael Ramírez, así de sencillo. Si salen otros junto a él, ¡perfecto!; sin hay «pueblo en armas», ¡perfecto! Pero deben aparecer y manifestarse ahora, porque la torta del país se la están repartiendo en Barbados y el fascismo aumenta cada día.