La crítica sin un receptor que la entienda se pierde, es tan inefectiva y desgasta tanto como lanzar golpes al vacío. Pero ayuda a pensar a quien la forja. Y cuando se divulga y hay un receptor también ayuda, así se resista muchas veces a ver en ella una verdad. Porque toda crítica es producto de una reflexión o un análisis, pero, aun siendo una simple explosión de sentimientos, un insulto o una calumnia, supone una verdad.
El odio que muestra Maduro en televisión (por ejemplo) a Rafael Ramírez es una crítica a su desempeño como ministro, solo que hay que saber cómo descifrarla correctamente para ver en ella una verdad positiva al cambio. Igual pasa con este proceso sistemático de falsear el socialismo: es una crítica a todo lo que hemos hecho hasta ahora; sin la emergencia de esta calumnia no podríamos saber hasta dónde son capaces (o somos (por cortesía)) los pusilánimes de corromper una revolución. No hay una crítica destructiva, toda crítica es útil al criticado y a sus cambios, depende solo de él ver el lado positivo.
La crítica es necesaria porque sin ella la inteligencia humana no se mueve. La historia de la humanidad es la historia de la crítica a gran escala. La historia de la filosofía es la historia de la crítica, así se nos muestra. La historia del arte es la historia del crítico artista, como lo llama Wilde. La historia de la ciencia y la tecnología ha sido una crítica constante al conocimiento ¿Se entiende la idea?
Sin la tozudez de Lenin por analizar y concluir sobre la marcha de los acontecimientos políticos sería imposible pensar la revolución rusa. El criticismo como desgaste de la crítica es un producto de la reflexión y el análisis. Criticar al análisis, la reflexión, al conocimiento, la calumnia e injurias, es un colmo de la crítica, pero si nadie aplasta esta necesidad humana las cosas avanzan, siempre habrá esperanzas.
Al revolucionario no le hacen mella las rabietas de Maduro o de Trump, o los insultos, inclusive las amenazas, pero la persecución sí, los allanamientos y encarcelamientos sí, la muerte sí (no es que les tema, simplemente las destruye), “matar al mensajero” de una posible verdad paraliza literalmente el avance de la humanidad. Se es revolucionario para la vida, para entender la vida humana y perfeccionarla, no para acabar con ella. La única razón por la cual somos duros con los flojos, con la mentira, con todo aquello que se resiste a aceptar críticas, a cambiar, a rectificar – a todo lo que teme al conocimiento –, es por afirmar la humanidad, porque ella siempre avanza, se apoya en sus errores para irse perfeccionando.
Y los errores son muchos, a cada momento se cometen pero hay que saber reconocerlos, corregirlos y ajustarse para seguir avanzando. Mintiendo y mintiéndonos somos como el lupus o el cáncer que engaña a un cuerpo vivo para destruirlo.
Por esta razón felicito a Aporrea en sus 18 años de existencia, por haber abierto este pequeño espacio para el debate, campo de batalla para la crítica. No en vano se ha ganado una censura férrea de parte de aquellos que están en el lado contrario, en el lado de los que no quieren que las cosas avancen o sigan tras sus espaldas. Felicitaciones.