Odio = resentimiento. Yo me confieso resentido social. No creo que sea un sentimiento sano o positivo, hay que superarlo, pienso que entre el trabajo y el estudio lo podemos dejar atrás. Pero, mientras tanto, hay que reconocer que uno odia la injusticia, los privilegios, la mentira patológica, al disimulador, la cultura de masas, Netflix (ya lo he dicho antes). Odio que la ignorancia gobierne nuestros destinos y los uniforme, la petulancia de gente moralmente baja, la mezquindad de los arribistas y su indiferencia por el fracaso y la miseria de los demás. Odio acobardarme frente al poder y el autoritarismo y a los que se acobardan igual, y a todos los que me han hecho daño y se lo han hecho a mi familia de forma directa, sin justificación, con astucia o maldad…, aunque el tiempo hace que olvidemos. A veces no.
Lo que no entiendo es cómo haya alguien que persiga a la gente que odia… y lo diga públicamente, ¿a razón de cual amor cristiano se denuncia y se persigue a los que odian? ¿Será un mandato presidencial disimulado, de esos que obedecen algunos fieles con disciplina intachable, a cambio de nada?
Odiar no es una experiencia exclusiva de nadie, un poco más o menos es un sentimiento que comparte todo el mundo. Pero ahora el problema del odio se ha desplazado hacia los que criticamos a las políticas de Maduro y su gobierno, y hacia la crítica en general, ahora odio es = crítica, uno se pregunta ¿hasta ahora cuántos muertos ha habido por criticar a Maduro y su gobierno, considerando que la mayoría de aquellos quienes lo odiaban, hoy son sus panas, son públicamente sus aliados? ¿Sera ésta una “persecución preventiva”, así como la “guerra preventiva” de Bush hijo?
El asunto es, que para que alguien denuncie el odio es porque no odia. Sin embargo cuando persigues el odio de los demás aflora el tuyo, ¡es un círculo vicioso! (en el cual no le importa caer el “señor odio”). El odio personal, ese que se nos achaca sin razones y con ligereza, normalmente se lleva en silencio, es algo que avergüenza y rechaza la gente que se siente buena. A excepción de los tuiteros, que odian a medio mundo, y lo manifiestan sin complejos y sin vergüenza,… y los enemigos que comparte Rafael Ramírez con maduro y Chávez, incluyendo al mismo maduro y sus adláteres; odian a Ramírez desde el fondo del alma, como, en el Rey Lear, Edmundo, el hijo bastardo del conde de Gloucester, odiaba a su hermano Eduardo, el legítimo…, o, para evitar coincidencias con la realidad, como Cruella de Vil odiaba a los 100.000 dálmatas, un Odio… un odio intenso, ¡inmenso! pero poco creativo, poco disimulado
El caso es que no es una buena señal esa insistencia del “señor odio” con el tema del odio, referido a aquellos que criticamos a Maduro. En Venezuela hay una ley contra el odio que se nos podría aplicar más adelante y con ella sacarnos de nuestras casas y llevarnos a la cárcel, acusarnos de fomentar el odio, para luego ser odiados, condenados o linchados por muchos que ni siquiera conocemos, dispuestos a descargar en nosotros sus “arrecheras”…, (de nuevo el círculo vicioso). Eso de tentar al diablo, “señor odio”, no es bueno. En nombre de causas MÁS NOBLES QUE LA SUYA se han asesinado muchas personas, en nombre de la paz, del amor, de la libertad…
Si la meta del “señor odio” es perseguir y cazar el odio humano, de corazón, ¡le deseo buena suerte! La humanidad es ya, toda ella, a causa de su condición humana, a causa de la presencia del espíritu, toda odio; por eso nos hicimos socialistas, para cambiarla. Cazar odios dentro del sistema capitalista es la gesta libertadora misma, luchar en contra de la existencia de clases sociales, de los privilegios, de las ventajas, de los abusos en contra de la dignidad humana, ¡usted no sabe con qué odio arremete el capitalismo a la naturaleza en el Arco Minero y en el mundo! Y no sabe con qué odio miran pueblos enteros destruir sus entornos, su propio mundo, a los depredadores capitalistas (y lo hacen en nombre del desarrollo) … El odio que se acumula cuando se trabaja y trabaja y nunca se tiene nada, sino enfermedades. O cuando los trabajadores pasan por Chacao o Los Palos Grandes, con el estómago pegado a la espalda, y miran a unos ricachones desayunando bocadillos de jamón serrano en los bodegones, que ahora, con Maduro, son como pústulas de odio en el este Caracas, la ciudad de los privilegios y de los comedores de basura. Pactar con el capitalismo es hacerlo con el diablo (lo sabía Chávez), y fue eso lo que hizo Maduro y el madurismo, y si hay una misión imprescindible para el diablo, esta es “sembrar el odio”; el capitalismo siembra el odio en la sociedad, el odio en él resulta lo más natural del mundo, es rentable, odio = dinero. Sin el odio la humanidad estaría menos fragmentada, sería menos individualista y mezquina y más social y solidaria. Por eso decimos que cazar el odio entre los venezolanos y más allá, significa acabar con el capitalismo, con la competencia, la envidia y los otros seis pecados capitales.
Pero si lo que busca el “el señor odio” es más odio, persiguiendo la crítica, a la gente que piensa y que lo dice y no se acobarda, va por buen camino; ya maduro se inventó una ley para eso, con esa ley y con sus buenos oficios; con la policía y una muchedumbre histérica… ¡que comience el linchamiento!, ¡“La Santa inquisición” madurista en contra del odio!