En la sociedad de mercado la última mercancía es la fe, creer en algo, o creer en alguien. Según cómo se nos retribuya el crédito que le otorgamos a una persona, a una declaración pública, a una noticia o un chisme, según cómo se nos pague nuestra fe, el chisme queda certificado como confiable, luego se suman los apoyos y se publican los totales; como los likes en Tuiter o Tick Tock. Así como la fiabilidad vale para el éxito de un medio de información, mi certificación vale, por eso “quiero que me lo paguen”, creer, hoy en día, no es gratis, tiene su precio en oro o especies.
¿En qué y a quién creer?
En El Nacional se lee un extensa historia de un empresario derrochador, Alex Saab: “De acuerdo con lo publicado en el libro Alex Saab, la verdad sobre el empresario que se hizo multimillonario a la sombra de Nicolás Maduro, del periodista investigador Gerardo Reyes…”, y así continúa la nota…, Gerardo Reyes es un periodista tarifado de la cadena Univisión, la cual vive de desprestigiar a los enemigos de EEUU y del capitalismo, por ejemplo, y tiene “licencia para matar”, cualquier verdad, cualquier reputación, puede publicar, bajo esos privilegios, lo que quiera, acabar con lo que quiera y a quien quiera.
Pero Alex Saab tampoco es un embajador o diplomático venezolano, es un mercachifle, como los encuentra uno regados en el suelo de este país; tampoco Últimas Noticias dice la verdad cuando titula: “Ciudades del mundo protestan en contra del secuestro de Alex Saab”, o publica en primera plana, “Jefe de Estado ordena levantar una gran ola para denunciar secuestro de Alex Saab”, como si el país estuviera “indignado” – como Jorge Rodríguez con fingido duelo – con el secuestro y extradición del hombre de negocios colombiano, o colombo venezolano.
¿Dónde yace la verdad? ¿En el medio? Nooo, la verdad para las mayorías está en cuántos likes suman cada tendencia, luego, según los totales, se comparan y se ve quién sacó más y quién menos credibilidad o simpatía. Como en el juego del Calamar, todo lo decide el capital acumulado. El mundo virtual y el mundito que está detrás, con elpoder de rehacerla realidad, vive por nosotros nuestras vidas; y nosotros seremos testigos de una vida que no nos pertenece, que no es la nuestra. Las reglas del juego las hace el mercado y el “meta-mercado” de la fe, el cual nos retribuye nuestra confianza con sexo, violencia, chismes, juegos (algunos con premios y todo, en dinero menos virtual)… Cuando todo el mundo deje de creer en lo virtual, lo virtual desaparece, ya verán.
La verdad está en nosotros, entendiendo que somos seres integrales, así esto parezca un galimatías. Podemos vivir más cerca o lejos de la verdad en la medida que seamos conscientes de lo que nos pasa y pasa a nuestro rededor, mientras tengamos “el control”. Parece una paradoja. Pero, si vivimos pegados a Netflix, al cine y la televisión, a cualquiera de las redes sociales, o sea, al teléfono, desconocemos la realidad real, y cualquier tipito o tipejo, más o menos “centrado”, nos roba, nos estafa, nos desnuda en la calle sin darnos cuenta – y no es solamente una metáfora.
La red Tuiter es una fábrica de víctimas y miedosos. Para muchos es como si insultaran a un preso sabiendo que está encerrado en su celda, tirar piedras al vecino detrás de un muro que nos protege, a mampuesto, que llaman. Y los “avatares”, esas caritas que sustituyen el verdadero rostro del “dueño de la cuenta”, es una muestra de la fantasía de poder ser lo que no se es, algunos se disfrazan de superhéroes y ni siquiera lo disimulan; aunque el “avatar” es solo un dato superficial. Lo importante es el miedo a la realidad que esconden las redes sociales. Solo los más malos usan las redes a conciencia (torcida, pero conciencia al fin) para manipular a los más pendejos; desde las putas y los asesinos, violadores y estafadores, hasta Musk y Soros, Univisión y VTV, pasando por la Casa Blanca, Miraflores, Maduro, Guaidó, el PSUV, la MUD, etc.: todos los malos manipulan la realidad, la propia y la de las mayorías atontadas, a las cuales les pagan con “pan y circo”. En el fondo, nada ha cambiado, con la emergencia del mundo 2.0.
La mentira sigue siendo la norma. El capitalismo roba y miente, y todo lo demás que depende de él se construye sobre la mentira “original”, un mundo de mentiras. Wilhelm Reich explica más o menos de esta manera la sociedad capitalista moderna, la sociedad patriarcal burguesa sobre la cual descansa la nuestra de hoy día. Todo se teje sobre una mentira original, una vergüenza oculta. A partir de una mentira se teje toda la sociedad “apestada”, insana, la neurosis del hombre “normal”; la red social, las “redes sociales”, las cuales son ellas mismas una mentira, compartida por colectivos de cómplices. Y ¡Ay de quien pretenda juzgar fuera del consenso social!, ese es linchado, virtual y efectivamente con golpes, patadas o indiferencia, por grupos y masas alucinadas: Maduristas, Guaidosistas, pitiyankis, fundamentalistas cristianos, musulmanes, hasta “budistas”, anticomunistas, ¡toda clase de gentes sin conciencia y control sobre la realidad y de su realidad!: el mundo de la “mentira infringida” y “auto infringida”.
¿Cómo educar un colectivo sano, para que pueda vivir cercano a la verdad, conforme a los datos de la realidad?
Solo si dejamos de mentir y de mentirnos, de creernos buenos porque “negamos o acabamos” con los referentes de bondad, o aquello que sí lo es, si conocemos nuestros límites morales y físicos, podremos superar la ambivalencia de la realidad virtual; quizás no dejaremos de ser volubles, pero podríamos cultivar verdadera fe en la humanidad. Lo contrario a la mentira no es la verdad, es la fuerza, la cara física de la verdad. Para vivir cerca de la verdad se necesita fuerza (no poder institucional), “poderío”, como decía Chávez, “empoderamiento”, voluntad de ser. Nadie que no pueda pensar con su propia cabeza es capaz de vivir cerca de la verdad, el miedo a salirnos de la norma nos obliga a mentir. Una sociedad apestada, la única manera de que rompamos la norma sin salir de ella es mintiendo y mintiéndonos, de ahí el gran negocio de los abogados, liberando a muchos pícaros culpables de sus penas, haciendo que los pícaros terminen creyendo en su inocencia. También la confesión católica es efectiva para eso ¡REVOLUCIÓN ES, NO MENTIR JAMÁS!