“Qué difícil es vivir con miedo”, le replica Roy Batty (Rutger Hauer) luego de acosar a su perseguidor Rick Deckard, el viejo “blade runner” (Harrison Ford), cuando lo salva de la muerte, ¡del suicidio!, para ser precisos, aterrado de ser aplastado por la réplica genética. Vivir sin miedo es una de esas tareas humanas que no varía en el tiempo.
Desde la autoproclamación de Guaidó el gobierno vive con miedo (quizás desde antes, pero no con tanto miedo). No pudo reaccionar con sentido de gobierno y a tiempo, y dejaron al joven advenedizo ser presidente interino, hasta hoy. A medida que fueron pasando los días EEUU hizo que la mitad del mundo reconociera al muchacho como el jefe legítimo de Venezuela. Desde entonces las presiones, ¡las sanciones del imperio!, no han dejado respirar al gobierno de maduro, y por carambolas, al país. Han sido meses de terror en Miraflores y más allá, el cual se replica hacia abajo, hacia la población, la cual es como una bomba inestable que en cualquier momento estalla, ellos lo saben, por eso es recomendable mantenerla inmovilizada y a baja temperatura.
Lo que hay detrás de la ansiedad del presidente maduro (conste, nosotros lo reconocemos en el cargo; alguna institución debe quedar en pie en este momento de confusión, así sea la dignidad del presidente, su símbolo), no es que aspira a establecer un diálogo de respeto entre iguales con los EEUU, o conversar pacíficamente sobre las diferencias, no ansía a tanto. Lo que se esconde es el miedo a no ser reconocido como gobierno legítimo, y se les escapa en sus discursos, una que otra ocasión, cada vez que se refieren al tema. Esto dice Diosdado el miércoles: «El presidente Maduro dijo que está dispuesto a reunirse con quien sea. Trump verá –como quién dice: “allá él” – si busca a quien de verdad gobierna a Venezuela, que es el presidente Nicolás Maduro»
Lo dice como quién no está del todo convencido. O dicho de otro modo, si estuvieran seguro de ser la autoridad política del país no piden ser reconocidos, jamás pondrían en duda su autoridad, su legitimidad, hablando a cada rato de ese tema, repitiendo a cada rato que Maduro es el presidente legítimo de Venezuela. Para quien está seguro de esto el discurso no le pesa, y al gobierno le pesa. Le pesa el discurso, la pesan sus palabras porque permitió que el muchacho Guaidó se autoproclamara sin que lo pusieran preso enseguida, como ha debido ser la reacción normal de un gobierno verdaderamente legítimo y soberano.
Paro ni Maduro ni Diosdado, ni ninguno de ellos, está convencido del todo de su legitimidad, el haber hecho tantas marramucias los tiene confundidos, los hace sentirse inseguros respecto a la legitimidad democrática de su gobierno, no saben bien si han sido unos tiranos o muy democráticos. Por eso no pudieron reaccionar a la conspiración en la Asamblea Nacional, por eso se cagaron con Guaidó, por el fulano reconocimiento como gobierno (por parte de todo el mundo).
El mismo gobierno ha alimentado su inseguridad y ha mostrado miedo a no ser admitido como legítimo, en sus actos, así siempre diga lo contrario, porque una vez hizo que se eligiera una ANC solo para sostenerse con un hilo de legalidad, una ANC que como representación del pueblo es inservible (ella ha sido como tener una computadora muy bonita pero sin la tarjeta madre y sin disco duro). Un gobierno que miente y que no hace sino trampitas, truquitos para mantener el poder, congelando a la población en otro miedo –al imperio, primero, ahora al virus –, tiene que sentirse inseguro, el pecado lo castiga: «aquí no hay desapariciones forzosas sino detenciones por atentar contra la patria», «no es juego. El presidente Maduro ha tomado las decisiones en el momento adecuado. Pero si el pueblo se relaja las consecuencias pueden ser nefastas… Si usted no tiene nada que hacer no vaya a la calle» Todo redunda en el miedo. Por otro lado se auto convence de que todo lo hecho han sido victorias «seguimos invictos en Carabobo y mañana seguiremos invictos, independencia o nada.» «…ahora para lograr consolidar la independencia, la única ruta enmarcada en estos tiempos es la revolución»… «Cobra vigencia cada día el amor por la patria, en su la defensa, cuando hoy unos malos hijos no solo están dispuestos a entregar la nación, sino que harían todo lo posible que eso ocurra, facilitadores, son traidores» –dice Diosdado –… Pero resulta que de esos “malos hijos” muchos han tenido acuerdos y negociaciones escondidas con ellos para la configuración política de la CSJ y el mismo CNE. Y resulta que el más malo de todos (o el que más ha dado la cara) que es Guaidó, los tiene ahora en jaque junto a Trump, porque ellos tuvieron miedo de ponerlo preso, han estado meses amagando, empujando al fiscal como un monigote para que dé la cara por sus mentiritas.
“…estamos obligados a buscar a los enemigos de la patria donde se metan» Todo el mundo sabe que eso es mentira, que ladran pero no muerden, por lo menos al sus perseguidores. ¿Y qué pasa? ¿Por qué no pueden poner preso a Guaidó?
Para concluir esta farsa Diosdado coloca la guinda a la torta de la traición llamando a la unidad “unidad de verdad” para en otras elecciones. “Ojalá que estas elecciones que vienen, sirvan para fortalecer la unidad de los chavistas”… Solo nos resta decir que, si el gobierno no ha podido unir al país en su desgracia –permitiendo que unos habitantes sean más iguales que otros, que unos vivan bien y otros pasen trabaja infrahumano – les queda siempre, como única instancia, el recurso de la gran “fiesta electoral” y el chantaje. Ahora empiezan a hablar de socialismo y revolución, para tratar de conseguir el apoyo de la masa inerme. Diosdado, como buen demagogo y charlatán que es, habla de una “unidad revolucionaria” que no existe, que en siete años no fue capaz de consolidarse con conciencia y prácticas políticas revolucionarias, trabajando para la construcción del socialismo –considerando sus desviaciones reformistas, a pesar de Chávez; las soluciones económicas mágicas de maduro, aliándose con la burguesía aquella de Castro Soteldo y Jesús Farías, y esperando el efecto salutífero de la “mano invisible del mercado” (y pensar que esta es la solución que pueden ofrecer al país, la mismo que promete la derecha, después de tanto nadar en la improvisación, después de tanta “sacadera de chicha” con el socialismo) –.
Como quien dice, ya no pueden disimular las costuras de la unidad, debajo de la unidad solo yacen las fatídicas elecciones. Su unidad solo depende de convertir otra vez al país político en un juego Caracas Magallanes, para que en ese tiempo la gente se olvide de protestar y se comporte con la inteligencia de un niño de 8 años. Esto es lo que hay, pero ¿es lo que nos merecemos?, ¡así estaremos de aplastados moralmente! No hay pecado en el mundo que amerite este castigo.
¡Volvamos a Chávez! ¡No tenemos salida en esta democracia de pícaros y dentro de la lógica del capitalismo!