No me avergüenza defender la gestión de Rafael Ramírez porque sé que es una persona honesta. Que si hubo trampas y robos en una organización tan compleja y que comercia petróleo, combustibles, y derivados petroquímicos, es cierto: es muy difícil combatir la tentación del lucro con productos que son más caros que la cocaína. Mi punto es: ¿será que este señor Edgar Arzola Perdomo lo protege un manto divino como para juzgar eso? No, él se apoya, según parece, en sus ideales, como nosotros, que declara como principios (eso creo, no lo sé bien): democracia, justicia, orden (¿?) y cuanta paja abstracta e indefinida existen en nuestras mentes que nunca ponemos en práctica. O sea, creo que eso solo le da derecho a juzgar des ahí y hasta ahí, no más.
Pero se desboca y comienza a dar cifras, porcentajes cálculos igualmente indefinidos cargados de una ignorancia supina. No obstante, dice su verdad enredada en tantos disparates: “Ingeniero Ramírez, tú fuiste el artífice de que PDVSA fuera convertida en la financista del proyecto revolucionario. La empresa pagó sin control alguno, los gastos de los proselitismos políticos, y sociales durante toda tu gestión roja rojita. No puedes negar que fuiste el brazo nefasto, y ejecutor del modelo improductivo adoptado, y fracasado del estalinista socialismo real del siglo XX, fundando empresas con ideologías trasnochadas, adquiriendo empresas ajenas al negocio petrolero, y nucleando en su estructura financiera más de 300 compañías parasitarias.” Eso es cierto…, pero no lo es.
Veamos cómo se puede decir desde otro ángulo político ideológico, desde el punto de vista de Chávez (no de un perejimenismo trasnochado): “Ingeniero Ramírez, tú fuiste el artífice de que PDVSA se convirtiera en la base económica del proyecto revolucionario. La empresa financió los gastos sociales y políticos de la revolución, las misiones principales, capturó la renta en favor de la sociedad, más que ningún otra gestión política en la historia del país. Fue el brazo ejecutor de otro modelo productivo donde la propiedad debía ser social, administrada por el Estado, fundando empresas socialista, capturando la renta petrolera para programas sociales, para pagar una inmensa deuda social que dejó atrás la democracia, la que llamamos burguesa porque solo disfrazó la tiranía de empresarios coloniales y ladrones de este país, y los extractores y saqueadores extranjeros”, ¡Suena mejor!
El hecho es que desde el punto de vista de ese perejimenismo trasnochado se tiene que mentir y se habla como hablaba Franco, o Mussolini, apelando a ideas verdaderamente contradictorias, defender al pueblo tiranizando al pueblo, con principios tan elevados y sobre todo, tan abstractos (¿cómo un ser humano puede ser tan perfecto que no tenga tentaciones qué dominar, controlar sus instintos crapulosos, su mezquindad, su envidia?) que resultan “inalcanzables”, es decir, “imposibles”, porque no hay voluntad para eso. Solo en la locura de estos personajes de la historia del siglo veinte (Franco, Mussolini, Hiitler, Pinochet, etc…), se quiso calzar a la sociedad en la horma de tales entelequias por la fuerza y la violencia: orden, familia, honor, pureza, ¿democracia?, propiedad privada y capitalismo, de forma “compulsiva”… pero práctica: no requiere de mucho trabajo intelectual, ni pedagógico, ni altruismo, solidaridad etc..
En sentido contrario, el socialismo es un reto al cambio, al “control” de tentaciones desquiciadas como eso de la defensa de un honor fundado en símbolos vacíos (la abandera de Venezuela hondeando sobre los campos petroleros de Chevron o Rosneft), el estatus y el prestigio instituidos en el dinero, el lujo, en fin, en la acumulación innecesaria de corotos, o la democracia en una alucinación electoral.
El socialismo es eso, una invitación a cambiar el orden de nuestros valores, lo cual no resulta tan simple, como lo desearía nuestro señor Perdomo Arzola, que se conforma con cosas tan prácticas como mejorar el capitalismo, que se ajusta a sus principios.
Ese dinero que él dice que se perdió, no se perdió. Fue invertido en su mayoría en el ser humano, en mejorar la calidad de vida de millones de venezolanos literalmente invisibilizado, en intento honesto y valiente por cambiar la sociedad. Esto no quiere decir que neguemos las trampas, eso sería como la estupidez de negar la realidad, pero no tantas como para quebrar a PDVSA, eso es imposible. A PDVSA la arruinó un movimiento contrario, una voluntad de quebrarla (por razones mezquinas y personales), liderada por el presidente actual; y eso lo sabe él, no creo que sea tan tonto.
El problema, básicamente es ideológico. Le concedemos méritos al señor Perdomo por plantear el problema de esta forma; muchos no se atreven a reconocer sus verdaderos sentimientos en relación con este asunto de la PDVSA en tiempos de Chávez y Ramírez. Dicho de manera más clara: el señor Perdomo Arzola quiere que PDVSA sea privada y produzca mucho, y que aparezca en las estadísticas mundiales, y que su renta sea solo para los empresarios privados que él cree que son “honestos” y eficientes, no como la chusma chavista, porque se perfuman, hablan bonito y de corrido y andan por la vida “trajeados”. Y en cambio Chávez quiso ir en contra de esa lógica; quiso formar otro hombre, un hombre nuevo, honesto y más espiritual, no un hipócrita pacato; quiso con PDVSA, capturar la renta, la cual se iba hacia las cuentas bancarias de los privados, a favor de la sociedad, en especial, en los más necesitados. ¿Se logró?: solo en una pequeña parte, porque lo mataron. Pero la idea, la cual es indestructible, está ahí: nos dejó un plan, la idea está viva en las personas que ahora tienen algo que agradecer a sus intentos, por pagar la deuda social y crear conciencia social; de que se puede vivir en una sociedad más justa.
El odio que muestra Perdomo Arzola y muchos otros por Rafael Ramírez, más que odio, es envidia. Todos quieren o quisieran tener acceso a las cuentas de PDVSA, pero para potenciar sus vidas insustanciales. Rafael Ramírez no es una persona insustancial, trabajó con Chávez para resolver problemas casi imposibles o imposibles, construir una sociedad distinta, la verdad que no vale la pena luchar por otra cosa. Dice un pensamiento socialista que “Un proyecto práctico, o bien es un proyecto que ya existe, o bien que se podría llevar a cabo en condiciones ya existente”, y lo hecho por Chávez y Ramírez fue intentar llevar a cabo un proyecto que para muchos parece imposible, «impráctico», molesto, pero necesario – si no queremos acabar con nuestra especie –, y posible, si se sostiene el ritmo y la voluntad de cambio: de eso se trata una revolución, la revolución socialista, y nosotros, Chávez, Rafael Ramírez y muchos más, somos, revolucionarios, somos socialistas, no somos adecos, no somos perejimenistas, no somos maduristas, o guaidoses, no tenemos nada que ver con esa lógica mezquina, con la tiranía de la ignorancia y el hambre que impone el capitalismo.