¿Chávez enfrentó circunstancias más favorables que el gobierno actual? ¿Cuáles eran los escenarios planteados durante el sabotaje petrolero de 2002-2003 y por cuál optó el Comandante Hugo Chávez? ¿La historia, los principios revolucionarios, la ideología no cuentan a la hora de decidir rumbos?
Si a algo nos impulsaba el Comandante Chávez era a interpelar la realidad, siempre nos invitaba a auscultarla de la mano de hitos fundamentales de nuestra historia. Bolívar era referencia permanente a la hora de esclarecer rumbos, no en pocas ocasiones condujo el Comandante de la Revolución Bolivariana batallas decisivas que planteaban encrucijadas definitorias del futuro de nuestro país y el continente entero.
Un ejemplo de la conducción de Chávez siempre apegado a los principios revolucionarios, bolivarianos, a nuestra historia, fue el sabotaje petrolero de 2002-2003, sin duda una encrucijada que marcaría el rumbo de la revolución.
El relato que consignaremos de ese momento estelar de nuestra historia reciente es tomado del libro La Nube Negra, de Germán Sánchez Otero, quien fuera embajador de Cuba en Venezuela durante esos años. Este libro fue publicado en el año 2012, en vida del Comandante Chávez, constituye un valioso testimonio de los sucesos del sabotaje así como de los factores que determinaron la manera como se definió aquella contienda.
Los fragmentos seleccionados desmienten muchas de las consejas que con el correr del tiempo se intentan establecer. Por ejemplo, aquella de que el Comandante Chávez no enfrentó dificultades equiparables al bloqueo y las sanciones del gobierno norteamericano actual, o la especie muy difundida de que la única manera de enfrentar las dificultades es claudicando ante las presiones de los capitalistas o los restauradores internos.
Veamos algunos elementos del sabotaje a la principal industria del país:
“Avanza con celeridad el sabotaje. El flujo del crudo por el oleoducto desde Maracaibo al CRP se interrumpe; esta refinería sigue en recirculación hasta que los gerentes la detienen sin cumplir las normas de una parada segura.
También frenan El Palito. Los pozos de oriente, que aportan casi la mitad del petróleo venezolano, no pueden continuar produciendo al estar llenos los depósitos.
Las empresas extranjeras propietarias de las plantas que mejoran medio millón de barriles diarios de crudo pesado de la faja del Orinoco deciden parar ese complejo industrial con el pretexto de que no reciben gas ni pueden exportar sus productos.
Desde Caracas, los gerentes enlentecen con sus equipos electrónicos de mando remoto la salida de buques extranjeros ya cargados. En pocos días se paralizan las exportaciones.
Los medios de comunicación privados atizan el desastre: generan zozobra por la escasez de gasolina y adelantan que lo mismo ocurriría con el gas doméstico. Exaltan la parálisis de los buques y a sus héroes, los capitanes. Reiteran que las dos principales refinerías están colapsadas y la de Puerto La Cruz al 20 por ciento. Destacan que los depósitos de distribución mayorista están dislocados, que hay cientos de gandolas retenidas por sus dueños, y las estaciones de servicios sin combustible estable.
La euforia de Ortega, los Fernández y los demás dirigentes opositores dan el tono del momento. El plan funcionó: logran detener casi totalmente a Petróleos de Venezuela.” (1)
La ofensiva oligarca e imperial fue total, 8 meses después del golpe de abril de 2002 inician el 2 de diciembre de ese año una embestida que paralizó todo el comercio y la producción industrial, los bancos, la educación y hasta el béisbol, iban por PDVSA, el corazón económico de la nación.
¿Cuáles eran los escenarios planteados y por cuál optaría Chávez? Continúa Germán Sánchez:
“En vísperas de iniciarse la ofensiva enemiga el 2 de diciembre, Chávez diseña y asume la jefatura del contrataque con su entereza, inteligencia y liderazgo puestos en máxima potencia. Crea una especie de alto mando integral para dar la batalla en todos los escenarios, integrado por el vicepresidente, el presidente de Pdvsa, el ministro de Energía y Minas, los jefes militares, el director del despacho de la presidencia, ministros y otros dirigentes políticos de la revolución.
A diferencia de abril, esta vez Chávez podía en persona dirigir las operaciones apoyándose en un equipo a cargo de todas las fuerzas que participaban en los escenarios de combate: el pueblo movilizado, los militares desplegados, los trabajadores petroleros y los gerentes patriotas unidos. También dirige el quehacer mediático. Pronto los adversarios sentirían los rigores de la contraofensiva bolivariana.
Una de esas primeras noches de diciembre, Chávez convoca a una reunión muy importante en el espacioso salón del Consejo de Ministros, en Miraflores, para evaluar los aspectos medulares del plan enemigo y de la contraofensiva. Allí́ se encuentran todos los principales dirigentes políticos, militares y del gabinete, casi cincuenta personas. Desde los días anteriores afloraron posiciones divergentes sobre la táctica a seguir frente al paro. Algunos, más vinculados a la actividad técnica o por inclinaciones ideológicas, suponían que sería necesario negociar con los gerentes de Pdvsa. Otros, con un enfoque más estratégico, sostenían que no había arreglo con ellos, y que había llegado el momento de la ruptura y de avanzar hacia la toma definitiva de la empresa.
Chávez conocía esas dos posturas y otras de iguales sesgos en el terreno político, y decide argumentar la línea correcta en la reunión. Trae consigo, lee en voz alta y comenta un documento valorativo –sin identificar a los autores–, que le sirve de base para esclarecer el complejo momento que vivía la Revolución Bolivariana y el camino estratégico que debía seguirse.
El análisis arranca con las causas que provocaron que se perdiera la primera República en 1812, y cita a Bolívar: «El más consecuente error que cometió Venezuela al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante […]». Luego lee otra idea del propio Manifiesto de Cartagena de El Libertador: «Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar, porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal!, que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido».
Desde esa premisa, el texto regresa a la actualidad:
Hoy, después de casi doscientos años de patria, aparecen una vez más en el escenario político nacional los aspectos del monteverdismo y de la capitulación, como formas de truncar los sueños de un pueblo. Los monteverdistas como abanderados de la restauración de la IV República, y los conciliadores, haciendo su labor de zapa infiltrados en el campo revolucionario, pactan solapados por debajo de la mesa la entrega de la Revolución Bolivariana. Persiguen adulterarla y maniatarla en la negociación, despojarla de su esencia: el fervor popular y la voluntad de cambio.
Chávez pone énfasis en esta idea, que es crucial: «No nos engañemos a nosotros mismos, las únicas variantes son revolución o fascismo, paz revolucionaria o guerra contrarrevolucionaria. Para ello el único camino es profundizar la revolución con apego a la Constitución».
Evalúa con realismo la situación que se viene encima y concluye que no es posible evitar esa embestida, pero sí derrotarla (…)
Y concluye: «Le propinaremos otra derrota estratégica, mayor incluso que la de abril. ¡Ahora sí vamos a conquistar la colina de Pdvsa! Gracias a ellos lo lograremos en mucho menos tiempo del que imaginamos…».
Con esta orientación, sin mencionarlos, Chávez rechaza la variante de quienes suponían que era imprescindible negociar con los gerentes conspiradores, bajo el concepto fatalista de que resultaban imprescindibles para hacer funcionar la industria. Y también a los que en el ámbito político creían necesario una negociación que aceptara la maniobra gringa de adelantar elecciones, violando la Constitución…” (2) Resaltado nuestro.
Hoy vuelve la capitulación del Monteverdismo, los conciliadores siguen con su trabajo de zapa, justifican la entrega de nuestros recursos, benefician a las oligarquías nacionales (las nuevas y las tradicionales) y a la rapiña transnacional en detrimento del pueblo desposeído y trabajador.
La desnacionalización de PDVSA planteada por la Comisión Alí Rodríguez Araque, además de una afrenta al Comandante Fausto representa todo lo contrario al camino asumido por Chávez en 2002 en circunstancias igualmente complejas a las que se puedan argumentar hoy.
Jamás podrán convencer a este pueblo de que privatizar es la solución, la realidad los desmiente y Chávez nos mostró el camino con su vida, con su obra, y nuestra voluntad de cambio nunca se extinguirá.
¡No a la privatización de PDVSA!
¡Es Socialismo o la Nada!
¡La continuidad de la Revolución es la Confederación!
¡Todo el Poder para el pueblo!
Fuentes:
(1) La Nube Negra. Germán Sánchez Otero. PDVSA. Pág. 131.
(2) La Nube Negra. Germán Sánchez Otero. PDVSA. Pág. 131-134.