La respuesta que la humanidad ofrece al virus está signada por el miedo, no es dirigida por la consciencia; la fragmentación el enclaustramiento no es una reacción de la disciplina sino del temor. De esta manera se construyó una rara asociación que es muy forzado llamar sociedad, es quizá más parecida a una cárcel con millones de calabozos aislados en la que se evidencian las carencias, las fallas de lo que antes llamábamos sociedad y en realidad era un extrañamiento voluntario e imperceptible. El virus, el miedo mostró la soledad que padecíamos.
Las leyes de esta nueva asociación del humano afloraron, se manifestaron en su dramatismo: las comunicaciones entre los humanos las capturó la tecnología, las filtra, las reduce, elimina la relación carnal, los gestos, la mirada; el distanciamiento espiritual que ya existía ahora es complementado con distanciamiento físico; el egoísmo tomo carta de legalidad, los brotes de fraternidad son liquidados por la realidad del virus. Las salida a los espacios público son como las de un delincuente, con mascara, con guantes para no dejar huellas, distanciamiento físico y espiritual, como en una capsula. Ahora el aislamiento dejo la hipocresía, se muestra tal cual era. Los medios, el gobierno intentan contener una ola que cada día se les va de las manos, si no hay sociedad el gobierno es un fantasma, no hay a quien gobernar, se reduce su influencia, todos somos unos aislados, el gobierno es un vacío. Los medios y el gobierno dan partes de fallecidos y contaminados, se comparan con los resultados de otros países en un juego macabro una especie de champions del virus. Anuncian vacunas, hablan de los síntomas, todo en sus pantallas, la realidad real, camina afuera hacia comportamientos de fanatismo que creíamos olvidados, las masas al garete presas del miedo generan respuestas supersticiosas, crean enemigos.
Somos una no-sociedad, una mera suma de aislados gobernados por el miedo que dirige la vida, por ahora en carriles más o menos tranquilos, pero en el futuro cercano amenaza con transformarse en pánico, alimento del fanatismo, surgirán culpables, surgirán objetivos para drenar el miedo. Vivimos días de alto peligro, desconocidos en su dimensión. El país se derrumba sin gobierno que no atina a otra cosa que desligarse de sus obligaciones y sin sociedad estallada en millones de claustros.
La política cambió de esencia, ahora no es la lucha por el gobierno, que no existe, ahora es la batalla por algo más profundo, no es el control de la sociedad sino la restauración de la sociedad, impedir la definitiva evaporación social. Los más avisados saben que la especie no puede existir sin un mínimo de relación sana, sin eso cualquier cosa terrible puede ocurrir.
Es necesario un gobierno poderoso, un verdadero comité de rescate, con alto poder de convencimiento, con alta credibilidad, queribilidad, capaz de contrarrestar a la desinformación de los medios y las redes, apto para vencer el miedo, que cambie el miedo por esperanza, por sentido de pertenencia a la sociedad, razones sagradas para luchar.
Ahora no se trata de tomar el poder, sino de reconstruir la capacidad de guía de la sociedad. Está claro que cambiaron las reglas del juego, ya los segmentos de asociación van creando sus propias fisiologías, rompen la cuarentena y van a la calle a imponer su ley, ya se ven cacerías de contaminados. Día a día el miedo nos esclaviza…