Para la marcha de una sociedad es indispensable la confianza en sus dirigentes, ésta se gana con valores morales, cuando la confianza falla la sociedad corre el riesgo de sucumbir ante los peligros de la vida, por eso al perderse la confianza en los dirigentes se activan los mecanismos de autorregulación social.
Aquí en Venezuela se ha perdido la confianza en la capa dirigente, en la oposición y en el madurismo gobernante, la masa los tolera, aunque no los respeta, no le tienen confianza. El comportamiento frente a la epidemia del covid ilustra la afirmación.
la cúpula dirigente, fiel a su talante y a su debilidad, confundió el cargo transitorio con el conocimiento universal, de esa manera opina sobre economía, tanto como de astronáutica, agricultura, y también de medicina, la epidemiología no los asusta, los gobernantes salen hablando de criptomonedas en la mañana y en la tarde dictan charla de geopolítica o de historia patria. Queriendo mostrar sapiencia, evidencian su torpeza.
Frente a la epidemia no podía ser otro el comportamiento: la cúpula acaparó la información, las decisiones. Dos o tres gobernantes (ningún médico), hablan en la televisión, deciden la calidad de la cuarentena, 7 por 7, 15 hoy, mañana veremos, escogen las vacunas, la planificación de la vacunación, dan los partes de infectados, y de fallecidos, todo con el mayor de los secretos. No se sabe de dónde salen esos números que se sospecha son a conveniencia de la política, la disponibilidad de gasolina, y no en base a un criterio científico.
Lo más lógico era formar una comisión científica para tratar con la pandemia, que explicara a la población la dinámica de la enfermedad, que planificará las medidas, y sobre todo le diera confianza a la población. Pero la mezquindad, el miedo a ser descubiertos en su debilidad, el cuido a las apariencias de la cúpula no podía permitir el mínimo protagonismo a extraños, no podía darles minutos de televisión. El resultado fue el esperado, ahora tenemos una población descreída, que no entiende como el carnaval fue de rumba, y la Semana Santa de enclaustramiento, y se comporta a su libre albedrío desoyendo las advertencias del gobierno. Abundan los rumores, los remedios supersticiosos, las noticias sin fundamento.
De nuevo la realidad se impuso a los caprichos del gobierno, el resultado es la carencia de alguien que genere confianza en la población, navega el país sin timonel. El pánico toca las puertas del país. Se ha perdido la confianza, la sociedad funciona, por ahora, por inercia, camina por las márgenes de la caoscracia.
El gobierno ya no tiene más excusas, las mentiras no le funcionan, sus voceros ofrecen ruedas de prensa que confunden más. Por ejemplo, Informan de los sucesos de la frontera en Apure, y allí lo único que sacamos en claro son los muertos.
¿En manos de quién estamos? La realidad habla, los errores acumulados, los rumbos traicionados, le pragmatismo padecido autoriza la afirmación de que estamos en manos de gente sin visión de Estado, de sociedad, y lo que es peor se puede vaticinar que por este rumbo, en estas manos la Patria irremediablemente se pierde. Es urgente gobernantes que sepan lo que no saben, y tengan la humildad de buscar a quienes saben.
¡CHÁVEZ VOLVERÁ!