Hoy fui al piso a buscar una película que me iban a prestar y estaba prácticamente vacío. Mi colega apareció muy tarde, lo esperé casi dos horas, hasta las 10 y media de la mañana. A esa hora todos comenzaban a irse a sus casas como si fuera el tiempo de salida y mi amigo llegó, me entregó la película, y bajó conmigo hasta la entrada del edificio. Pregunté por algunos antiguos compañeros y me dijo que de ellos unos habían dejado sus cargos sin ni siquiera avisar, otros se habían mudado de ciudad, sin preocuparse mucho por sus “liquidaciones”, que, de hecho, no se las pagarían, y a los que sí, era tan poco dinero que no valía la pena esperar por eso: como dicen, “tiempo es dinero”, y se largaron.
Me vino una idea a la mente, y es que podría ser una táctica de dejadez gradual, de abandonar el trabajo de tajo – aclaro, el trabajo asignado por los jefes y gerentes, de trabajo pendiente –, para que la gente no se alarmara y reaccionara de forma impredecible, sino disimuladamente (o no), comenzara en otro lugar a ocupar su tiempo útil (que es bastante; la mitad de la jornada). Para que en la medida que se vaya desocupando un piso, un ala de la Torre o un grupo de oficinas, éstas se fueran rellenando con gente nueva de las “firmas aliadas” de la nueva industria renovada, con los nuevos jefes asignados por la Comisión Presidencial de Reestructuradora de PDVSA y el Ministerio: por ejemplo, cuando llegue Claudia mañana a su puesto de trabajo, luego de sus vacaciones, encontrará que la arrinconaron en un cuchitril junto a otros resistentes, “marchitos” renegados, que no se quisieron ir por las buenas; que ahora lo que era su oficina la ocupa un grupo de chinos enflusados, y en la puerta de vidrio se lee “CNPC” y abajo chiquitico: “China National Petroleum Corp”. En otro piso y en otra ala de la Torre unos compañeros se encontrarán un lunes con una tabiquería nueva y una puerta que dirá “Ministerio de la Defensa, Enlace interinstitucional” o “Gerencia corporativa de asuntos públicos”, y un Guardia Nacional como recepcionista… …Muchos obreros ocupados en reparar los ascensores y los pocos en servicio estarán reservados para distintos ministerio o aliados empresariales de ENI o Repsol o CNPC, o Rosneft o Chevron, es decir son 16 ascensores entre las dos torres, y ya cada quien se habrá hecho con el suyo…, como en el juego de la candelita… …Un día de esto iremos al ministerio o visitaremos PDVSA y encontraremos la casa tomada.
La noticia que nos llega por el WhatsApp es que un bojote de ministros que no tienen idea de cómo se maneja una empresa petrolera de esa magnitud, que tampoco tienen idea de petróleo, van a reestructurar y reorganizar la industria. Al principio nos pareció un chiste de la red, pero luego nos enteramos que era así de cierto por palabras del mismo maduro. Definitivamente se trata de una comisión presidencial para finiquitar la empresa a los mejores ofertantes (no hay otra explicación posible), la van s subastar y necesitan involucrar a mucha gente, responsabilizar a mucha gente, para distribuir la culpa de esa felonía más adelante.
De esa comisión, Asdrúbal Chávez es el más “ranqueado”, y… ¡Qué bolas!, ¡el más malo – Manuel Quevedo aparte – de todos los gerentes que ha tenido PDVSA y peor ministro! Solo pregunten a obreros y empleados de PDVSA, pregunten qué tan bueno ha sido Asdrúbal Chávez como líder petrolero o como ministro; no al sindicalero de Will Rangel, que es una guabina, que de obrero tiene lo mismo que Maduro, sino a los obreros verdaderos (Mucha gente cree que cuando decimos que maduro y el madurismo actúan como lumpen sindicaleros, se trata solo de querer ofender, o de una metáfora, no imaginan que esto se corresponde verdaderamente a la realidad, se ajusta a su semántica: actúan al margen de la ley, del Estado y de la sociedad (de la constitución), viven de la oportunidad, son aprovechadores expertos, conspiradores, mentirosos, calumniadores; saltando talanqueras son mejores que Robeilys Peinado, sus aliados son sus secuaces, aun así, no tienen amigos seguros).
El efecto de que el capitán abandonara el barco (unos hablan de Rafael Ramírez, porque se fue) en el medio del océano, ha dejado resultados esperados: los trabajadores y marinos comienzan a abandonarlo también. Sin mando, sin tareas, sin paga, se mudan a otros o simplemente cambian de oficio. El barco abandonado es presa de nuevos ocupantes. Poco a poco comienzan otros a colonizar sus espacios. Otros espíritus llenan el éter. Se comienza a sentir la presencia del invasor. Todo huele creolina y lavanda, funciona diferente, ya no tenemos nada qué hacer allí. Nos vamos, y cerramos la puerta creyendo que no es conveniente que un amigo, por equivocación, entre de nuevo a nuestra “casa ya tomada”.
Es triste ver cómo las oficinas están vacías y las que no del todo, sin alma. Los empleados y obreros vagan como fantasmas por los pasillos, intercambiando cosas, secreteando algún chisme sin ningún entusiasmo, pensativos, sin levantar la mirada de sus celulares, siguiendo la rutina y sintiéndola con más fuerza sobre las rodillas, pero se trata de un cansancio más que físico, moral; es como la espera del juicio final, que alguien entre por la puerta y les diga ¡Váyanse a sus casas, esto está cerrado, ya no nos pertenece!