Empecemos con una pregunta incómoda: ¿Por qué en el planeta, que cuenta con una inmensa cantidad de obreros, no ha sucedido la Revolución obrera? Las razones son múltiples, aunque hay una que resalta, quizá, las resume, es reflejo de todas ellas. Se trata del comportamiento, de la calidad de la dirigencia sindical.
La dirigencia sindical, en la práctica se comporta como unos agentes del capitalismo, una oficina de la patronal encargada de los asuntos laborales. Tiene como función, y esto parecerá paradójico, resguardar, proteger, perpetuar el sistema que explota a los obreros, que se apropia del trabajo ajeno. Debe ir al mercado a transar, negociar el trabajo, de manera tal que no perjudique a los patronos, y siempre evitando que la masa trabajadora haga consciente la explotación a que está sometida, y, por supuesto que perciba la solución. Esa función, ese pensamiento, esa ideología les viene a los obreros, a su dirigencia desde afuera, es impuesta, por los dominantes. Se cumple aquí el aserto de que, la ideología dominante es la ideología de los dominantes.
Esta dominación sobre los obreros y la sociedad no es perfecta, hay momentos en los que los obreros concientizan su situación, se libran del opio sindical, se encuentran con su ideología, presentada por un partido, por intelectuales y líderes orgánicos, son tiempos revolucionarios. En esos momentos, la dirigencia obrera revolucionaria supera el economicismo, entiende su reivindicación mayor: cambiar al sistema opresor, en ese instante, la masa obrera, se hace política, lucha por el poder, por la dirección de la sociedad, se hace clase obrera, deja de ser soporte del sistema que la oprime.
Aquí, en Venezuela, tenemos ejemplos de esa ebullición revolucionaria. En los días del sabotaje petrolero, Vimos a una clase obrera aguerrida, luchando por la esperanza socialista. Una clase obrera siguiendo a sus líderes, impregnada, entusiasmada con su papel histórico. Vimos a una dirigencia sindical transformada en líderes del cambio social, disputando la dirección de la sociedad. Fueron tiempos heroicos, de larga visión.
La historia es irrefutable, después de aquel volcán en erupción, vino la calma cómplice, las aguas volvieron a su cauce, se extinguió la lucha por los objetivos históricos, la dirigencia sindical dejo de guiar a la masa hacia sus objetivos históricos, volvió a la cortedad de luchas reivindicativas, se olvidaron los sueños, la visión no fue más allá de las narices y el mezquino bolsillo.
La esperanza socialista fue derrotada, queda la enseñanza: en la lucha entre el Socialismo liberador enfrentado al capitalismo explotador, la dirigencia obrera juega un papel fundamental, por su comportamiento podemos deducir la calidad revolucionaria de un momento. Si la dirigencia dirige hacia la reivindicación mayor, si entra con fuerza en la lucha por el poder político, entonces, vivimos un momento revolucionario. Pero si la dirigencia sólo plantea reivindicaciones economicistas, si regresa a su papel de gestores al servicio de la patronal, entonces, son tiempos grises.
Hoy, vivimos tiempos grises, los dirigentes sindicales volvieron al redil del economicismo, tienen cuidado de no irritar a la patronal, ocultan la reivindicación mayor. No defienden a PDVSA crucificada, no protestan por el robustecimiento del sistema explotador, se confinan en su papel de opio de los obreros, custodios del capitalismo.
En Venezuela, hoy, existen condiciones para retomar rumbos de cambios profundos: aún está fresco el recuerdo de las luchas superiores de la clase obrera, las ideas que dirigieron aquellas batallas, los objetivos, están claros, han logrado sobrevivir a la brutal campaña de deformación, allí están los dirigentes que fueron protagonistas de esas luchas valientes, allí está el ejemplo.
Que cada uno asuma su papel, la Patria y la historia así lo reclama.
¡VIVA CHÁVEZ!