“Luego sonará la hora en que el Divino Azar, Donde la augusta Virtud, tu esposa todavía virgen, Donde el Arrepentimiento mismo (¡oh, el postrer refugio!) Donde todo te dirá: ¡Muere, viejo cobarde! ¡es muy tarde!» Las flores del mal, Ch. B.
¿Voy a dejar de hablar después de viejo? ¡Qué coño importa la prudencia, ¡que me importan las equivocaciones! Hasta ahora, para mí, ¡siempre tendré la razón, así meta la pata!…
La feria exposición. Es inevitable la complacencia general por este tipo de eventos, hechos para la promoción de ventas, el consumo, y el circo. No tenemos otro modelo de vida. No somos budistas, eremitas, ni tan cultos como para resistirnos a la tentación del consumo de ron, comida chatarra y mucho menos chocolates, aun sabiendo que eso pueda perjudicar nuestra salud, de lo cual somos “conscientes”, pero sin mucho disposición a dejar de tomar ron comer chocolates y choripán… Pero decimos hacia dentro “¡que todo sea por la recuperación económica real!”, para tranquilizar la culpa que llevamos dentro de no hacer nada por cambiar a otro modelo de vida menos tonto, sobre todo cuando ese gusto tan hedonista y tonto es nuestra única meta en la vida.
El asunto de la consciencia es serio. El tema de mantener el control de nuestras vidas y no dejar que la sociedad, o la masa y su sentido común, nos gobierne a su antojo. Que seamos dueños de nuestras decisiones y nuestras vidas, a pesar de ese “sentido común”, no tan “sentido” como “esclavitud de una causa común”. Esta sociedad está hecha para obedecer al mercado y al consumo de cosas cada vez más “necesarias” para no quedar rezagados o marginados de los encantos y “avances” de la sociedad capitalista. La sociedad capitalista nos obliga a obedecer a una tecnología, que a la vez nos excluye, si acaso no tenemos cómo pagarla, sufrir o gozar de su yugo mental.
Por ejemplo, hoy es indispensable contar con una computadora o un teléfono inteligente y una conexión wifi, si quieres recibir los bonos del gobierno, los cuales los reciben los más pobres… quienes difícilmente tienen un teléfono inteligente, una laptop y conexión wifi, no como pagarlas. Entonces, estos pobres se deben ingeniar la manera de tener toda esa tecnología al alcance, esas ventajas que demanda la sociedad actual, sacrificando parte de su existencia, violando cualquier norma y por encima de cualquier imperativo legal y moral (hoy ablandado por el desuso, por el olvido).
Es así como el consumo capitalista funciona: crean una nueva mercancía a base de tecnología, la hacen necesaria para la vida. Y luego nos jalan a ese torbellino…, o nos eliminan en una guerra, o nos encierran en un gueto, o en una cárcel, o nos matan de hambre. Tener consciencia es, además y sobre todo, descubrir que existe una necesidad suprema por encima del consumo de cosas inútiles, una necesidad moral en las ideas y sueños a realizar, de que se puede vivir en otro espacio, fuera de una sociedad consumista y tonta, de codiciosos al estilo del famoso rey Midas.
Para rechazar un evento tan atractivo como una exposición y venta de ron y chocolates (más servicios adicionales; todos los que se les ocurra al mercader), tendríamos que ser muy pendejos a los ojos de la gente común, sería de nuestra parte una majadería social, como para que el resto del mundo nos califique de retrasados, bobos idealistas, o hipócritas. Sin embargo hay que hacerlo, hay que oponerse a esa ilusión de felicidad. Personalmente a mí me gusta el ron bueno y el chocolate, pero de esta manera nos están cebando, para más tarde obligarnos a explotar nuestras vidas mansamente.
Además me disgusta que usen un espacio de ejercicios al aire libre para hacer esa feria babilónica ¿Por qué tienen que demostrar que pueden ser más salvajes cada día? ¿Por qué no hacen como siempre, y usan al Poliedro para eso? En ese espacio va bien una feria del libro, pero siempre brota en los organizadores de ferias el negocio, ampliar las ganancias, el impulso por explotar la vena consumista de los pendejos, y le añaden a los libros, chorizos, caña, zapatos, asesores financieros, artesanías, sistemas de seguridad, corredores inmobiliarios, etc. Lo que iba ser una feria de libros termina en un bazar árabe, o peor aún, un mini centro comercial.
Esas ferias exposición, son una forma de decirnos que si no tenemos plata seremos marginados de la sociedad, que hay los que pueden comprar un apartamento en Margarita o Mayami, y los que solo puede pasear, ver y soñar, y cuando mucho, planificar un robo o un secuestro para conseguir el dinero necesario… o presionar a nuestros hijos varones para que sean firmados por algún Scout de algún equipo de beisbol profesional.
Se trata del modelo de vida que tenemos, origen de todos los males que aborrecemos. Es un circuito interminable, sin salida. El cine y la televisión sugieren que el origen del crimen está en los modelos de éxito de la sociedad de consumo, caracterizados por la propiedad de cosas realmente inútiles “para poder vivir en paz” en esta sociedad, alcanzar la vida fácil de los ricos. Luego esa preocupación hipócrita en las películas y series de TV se hace indispensable para que podamos soportar allí dentro la violencia con la que se castigan a los criminales, y así se hace interminable el consumo de cosas tangibles e intangibles que viviendo de otra manera no existirían y no necesitaríamos: desde ron hasta indulgencias, desde chocolate hasta odio, amor, o “culpables a la carta” para nuestras justificar nuestras debilidades y errores, ¡hay de todo en el mercado capitalista!, como en la expoferia mental que llevamos dentro.
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