La violencia está presente a diario en nuestras vidas. No intentamos hacer una apología de la violencia, pero negarla de plano es una estupidez; siempre hay alguien que la ejerce sobre otro, así no muestre su lado escandaloso, los golpes, las patadas, las balaceras, lo que uno suele asociar con ella.
Si alguien hace una fiesta escandalosa que no te deja dormir ejerce violencia sobre ti; si un policía te matraquea, eso es violencia; si alguien viola una norma (por las razones que sea) que todos aceptamos, es violencia. Inclusive, las formas más pacíficas de autocontrol que se practican en el oriente, el tai chi, el kun fu, y similares, prevén la violencia, es decir, poder activar una reacción proporcional sobre un eventual ataque violento. El que seamos pacíficos y respetuosos no significa que seamos pendejos.
Ser tolerantes es una cualidad positiva hasta un límite. Uno tolera al otro que ocupa espacios proporcionales a los nuestros, pero tolerar más allá es dejarse someter, o un placer retorcido masoquista, lo que invertiría los papeles. Lo que iguala o suspende la violencia efectiva es la capacidad que tiene cada quien de generarla de igual contundencia que el otro. No puede haber paz en un país, en una sociedad que genera violencia de un solo lado, mientras el otro la acumula pero sin tener capacidad de generarla, sin poder activar su reacción sobre la violencia del otro, lo que se acumula con son resentimientos, eso deforma la conciencia. Una sociedad resentida es una sociedad enferma, como la sociedad capitalista, insegura, desconfiada, fraccionada, infeliz.
Venezuela, desde la guerra de independencia, la guerra federal, el 23 de enero del 58, y nuestro 13 de abril, cuando esa parte de la sociedad que acumula violencia salió a la calle a defender a Chávez, ha mostrada una capacidad de general violencia, de “activar” su reacción de forma proporcional a la violencia recibida, acumulada en el tiempo. Hoy vivimos una etapa de pendejismo colectivo, de resentimientos acumulados. La desconfianza se ha adueñado de nuestro espíritu, el egoísmo y la mezquindad, el individuo vive amargado pero incapacitado para reaccionar de forma social, digna, de reclamar derechos, dignidad a nombre de su condición social; se escurre por los intersticios que deja su clase fracturada para resolver sus insatisfacciones y necesidades de forma personal y egoísta. Aquel 13 de abril del 2002 lo olvidó en 9 años de decepciones y desamparo, luego de la muerte del comandante Chávez.
¿Qué fue el 23 de enero de 1958? Ese 23 de enero hubo una suerte de epifanía popular, la gente sintió la presencia de líderes verdaderos detrás de las conspiraciones contra del régimen de Pérez Jiménez. Un rumor, más que “rumores”, un ronroneo sordo se percibió entonces, que, al igual que nuestro 13 de abril, nos llamó a tomar la calle. En otro sentido, la victoria electoral de Chávez de 1999 fue también una reacción que se concretó como un ladrillazo sobre el rostro de la socialdemocracia, nacida de aquella otra traición a la revolución posible de 1958; el romulismo, el adequismo de donde abrevaban otros cuervos, copeyanos, masistas y similares.
El homenaje más honesto que podemos hacer los chavistas este 13 de abril es al pueblo rebelde que hemos sido. Salir a la calle a protestar por la traición al legado de Chávez.
Hay muchas cosas pendientes qué reclamarle a estos farsantes que hoy pagan la de líderes de la revolución bolivariana; la falsificación del Plan de la Patria, la aprobación truculenta de leyes liberales o neoliberales, la violación de nuestra constitución con leyes chimbas, los diálogos y acuerdos secretos, la desaplicación y derogación de leyes tan importantes (de conquistas históricas a través de leyes) como la Ley orgánica de hidrocarburos y ley del trabajo de Chávez; además de las violaciones a los derechos civiles, políticos, el derecho a la protesta, a los derechos humanos en general, que tienen presos a muchos trabajadores chavistas y sin condenas a conspiradores, entre otros a presidente “paralelo” Juan Guaidó. Hay muchas razones para igualar la violencia a la que ejerce este gobierno insustancial sobre nuestro pueblo engañado y a nosotros, censurando la crítica y medios como Aporrea.
No son pocas las razones para que activemos nuestra reacción de forma violenta, “proporcional a la que ejercen sobre nosotros”. La sociedad venezolana, históricamente no ha sido tan calma como nuestros vecinos, siempre ha mostrado fuerza rebelde (Gracias a una cruenta guerra federal, a una “reacción social violenta”, hoy Venezuela es uno de los países menos estratificados del continente; hoy, aunque muchos no lo crean, en Venezuela podemos hablar de “tú” con un patrón “godorrio” temeroso, mientras en Colombia se trata a las clases inferiores con la distancia del desprecio, y los sumisos a los godos de “su merced”, en tercera persona; en Perú, en Ecuador, etc.: las nuestras son conquistas de la “violencia social”, no de elecciones y arreglos secretos, “pactos sociales”, comisiones “triparitas”, etc.)
Este 13 de abril recordemos las razones que nos impulsaron a tomar la calle a rescatar a nuestro líder, a nuestra revolución. Los actos oficiales y sus discursos que conmemoran esa fecha solo nos distraen de nuestra obligación con el legado de Chávez.
¡VOLVAMOS AL PLAN DE LA PATRIA!