Un individuo puede superar dificultades, pero no puede evitar las caídas y tener que aprender de los errores cometidos. El petulante no aprende de sus errores, porque no comete errores. El que no va a ninguna parte no comete errores, ergo, no aprende de los errores. El petulante no va a ninguna parte, no tiene destino, él es su destino, es un ser «concluido».
No se puede hacer un puente si no se aprende hacer un puente, si antes no se piensa y no se corrigen todos los errores que de seguro se van a cometer al hacerlo. El que no comete errores no hace, ni sabe cómo hacer, manda a que otros hagan lo que desea y ahí se queda, termina adecuando la realidad a sus deseos, a sus maneras, a su comodidad; si no salió como lo esperaba la culpa es del otro; el petulante no se involucra, no asume responsabilidad por sus ideas, deseos, palabras, juicios. La petulancia es eso, una combinación entre deseos e inacción, una mente ociosa en un cuerpo paralizado pero con una lengua vivaz, atrevida, grosera.
La revolución de los petulantes es el capitalismo de los oportunistas. ¿Quién es el que ahora decide, el que tomó las riendas de la política nacional?: el capitalismo; los empresarios y el capitalismo chino, o los empresarios y el capitalismo gringo – si es que hay alguna diferencia entre uno y otro.
Los que deciden ahora no son los petulantes que nos gobiernan y que hablan de un «nuevo modelo económico»; decide el libre mercado. La innovación del gobierno de Maduro es dejar hacer a los demás – a todos, primero a los que poseen el poder económico y el poder político sobre ellos y nosotros, y segundo, a los burócratas con cualquier ventaja de poder, desde un policía de punto hasta el director de una cárcel; alcaldes, gobernadores, abogados, inspectores, recaudadores, archiveros, porteros, gestores, fotocopiadores, todos son libres de actuar en el libre mercado de la administración pública– El nuevo modelo económico es dejar hacer lo que le corresponde a los petulantes.
La cárcel de Tocorón adquirió tanto poder que la ministra o ministro de prisiones terminó siendo súbdita del pranato local. Los funcionarios de la DIEX producen tantas divisas con sus servicios vip y de «rescate de pasaportes» que el mismo gobierno podría solicitarle ayuda para pagar el sueldo a los maestros. O los militares en el Arco Minero con las demandas de los garimpeiros internacionales, o los médicos y enfermeras con las demandas en el sistema de salud público de los miles de enfermos, o en los crematorios públicos con la demanda de cadáveres insepultos. Con maduro, también en la administración pública decide «el libre juego de la oferta y la demanda» de bienes y servicios lo cual está haciendo ricos a muchos… En fin, ¡la economía crece!, tanto en el subsuelo como en la superficie del sistema.
Los petulantes llaman nuevo lo que es viejo, pero luego se avergüenzan y se dicen obligados a tomar el camino (práctico y fácil) del capitalismo; sepultando el entusiasmo de la revolución y su obra por unas sanciones y un bloqueo que se ajusta a la medida de sus ineptitudes y desganos, que les ha servido de pretextos para su petulante incapacidad, para su mezquina prosperidad personal, porque sus economías también crecen.
Maduro no trabaja duro, más bien viaja y habla mucho; trabajan los que trabajan para él y para los capitalistas; esos sí trabajan, y pasan trabajo también. ¡Trabaja duro Diosdado, burlando, de aquí para allá, la realidad, todos los miércoles, junto a los que lo acompañan en el show. Maduro no, ya está acostumbrado… ¡hay maneras y maneras de vivir!, y mentir es la suya, él no suda por eso.
Administrar el poder para oportunistas no puede ser más duro que resolver los infinitos problemas que padece una sociedad como la nuestra, empezando por la pobreza, la indigencia, el hambre, las enfermedades endémicas de la pobreza y la mala o inexistente educación. Decir estamos «trabajando duro» es una extravagancia del lenguaje oficial, ¡cualquiera cae!
El socialismo es la solución a la anarquía del mercado, y es la prevención del fascismo que se nos avecina. Pensar, planificar, trabajar, racionalizar la producción, dirigir el mercado e igualar las cargas en la sociedad. Moralizar y humanizar la política, crear conciencia del deber social, educar, educar y educar a las nuevas generaciones y a las viejas que ahora son básicas, ignorantes e insensibles como las nuevas, dejadas a su cuenta.
DEBEMOS VOLVER A CHÁVEZ