Es el título de un trabajo de Wilhelm Reich, pero es una forma justa para referirnos al fenómeno que ha hecho de la masa chavista (y más allá) un pueblo sumiso, medroso y peligroso para la libertad personal. En todo aplica el análisis de Reich referido a su carácter emocional, a su inteligencia mediocre incapaz de procesar razones complejas, la masa del fascismo es la receptora ideal de promesas y mentiras, cautivada con los valores pequeñoburgueses del nacionalismo, las tradiciones burguesas, la familia burguesa y la propiedad. Sin embargo a nosotros nos interesa la conducta grupal y cómo afecta al individuo, el miedo grupal, y cómo hace que el individuo, anteponiéndose al dolor esté dispuesto a trasladarlo a los otros, cómo se expande en esta masa cuando se ha ausentado el entusiasmo social por los cambios políticos, el espíritu de cambio y el deseo de cambiarlo todo desde un estado de conciencia social.
En estos 10 años fue fácil acabar con la conciencia social incipiente que encerraba el entusiasmo popular por los cambios políticos que formara Chávez a través de sus enseñanzas semanales y su terquedad. Pero, en su mayoría infectados de burocratismo y comodidad la dirigencia política no acompañó al comandante con los refuerzos morales y éticos necesarios para sostener esta consciencia, fue muy difícil hacer de la «consciencia del deber social» un factor ideológico fundamental de la revolución. Y es que nadie cree que tal consciencia exista, o la consciencia misma exista, más allá de la «mala consciencia» delictiva o de la «mala consciencia» burguesa o pequeñoburguesa que reduce todo un interés egoísta, a su estilo de vida, sus costumbres, su concepción de la familia, a la defensa de la sagrada propiedad y demás su prejuicios. Sin completar esa revolución espiritual fue fácil llevar a la gente, al chavismo, de nuevo al redil capitalista, ahora fascista, entonces una masa entusiasmada, rebelde y revolucionaria.
Lo interesante es cómo el miedo se expande en la masa cuando a la gente se la presiona o amenaza desde cualquier autoridad de gobierno (o, por el otro lado, desde los prejuicios burgueses), cuando de cualquier forma depende de ella, a través de cosas materiales necesarias, de los servicios públicos, de la gasolina, de los sueldos, bolsas de comida y bonos, etc.; son los primeros mecanismos que usa el gobierno de maduro para hacer que la gente vote o la lleve por las narices, sin necesidad de argüir razones políticas, sólo necesita del chantaje y el miedo. Aunque casi nunca consigan sus objetivos electorales deseados, se trata de una práctica de control social muy eficaz a través del miedo.
Lo peligroso de estos mecanismos que obvian la política, la conciencia política y ética para marcar el camino, es que serán los mismos destinados a convertir a la masa en una «masa del fascismo» y para el fascismo. La gente bajo este estado de presión silenciosa tiende a defenderse antes de faltar a la norma, a dar explicaciones de más y a exigirlas de los otros, se vuelve miedosa y desalmada a la vez, comienza a inmiscuirse en la vida privada de los demás antes de que alguien se inmiscuya en la suya, a juzgar, a calificar y descalificar a los otros, antes de que la autoridad se los exija: eso es el fascismo, criar gente prejuiciosa, medrosa y ruin; violenta, simple e irracional; engendrar delatores, espías, cazadores de brujas y brujos.
Diosdado sigue llamando a los delatores el eufemismo de «camaradas cooperantes», ahora que la «contraloría social» ya no tiene sentido, desde que comenzaron a poner presos a los denunciantes y protegiendo a los denunciados, como pasó en PDVSA; lo que fue un elemento de consciencia política, ética, ideológica importante fue torcido hacia la delación. Un «camarada cooperante» hoy equivale a un simple delator de cualquier pendejo que critique al gobierno en voz alta, que piense o tenga su propio juicio de las cosas (o que no haya votado en el simulacro del referéndum).
En estos mecanismos de control y persuasión, el elemento ideológico fascista cobra mucho peso. Cuando los viejos adecos obligaban a sus empleados públicos, desde maestros, enfermeras, porteros, hasta ministros, a enseñar las tarjetas de votación, para obligarlos a votar por ellos, el factor ideológico no existía, porque se suponía era una época democrática. Pero maduro, que se ha ocupado de crear fantasmas ideológicos, enemigos por todos lados confundiendo a la gente con la excusa de defender una revolución inexistente: el imperialismo, Colombia, y ahora Guyana (Diosdado ahora habla del Mossad israelí como los asesinos de Chávez), ¡hay de aquel que contraríe estas razones!, fácil será acusado de «traidor a la patria». Y no hay nada más indigno (y peligroso) que ser acusado de «traidor a la patria», más aún, después de una campaña patriotera como la que se ha hecho para el referéndum… por ejemplo. Pero así mismo será en las próximas elecciones; unos serán acusados de «traidores» por un lado, otros de «chavistas» por el otro, y aquel que se encuentre en el medio se jodió.
Los que estamos en el medio del torbellino fascista que sellará las próximas elecciones, los que nos distanciamos ideológicamente del mercado capitalista como solución a los problemas civilizatorios, y nos neguemos a la pacatería pequeñoburguesa, seremos presionados a muerte, por eso es que antes de que esto suceda debemos «activar nuestra reacción» antes de resentirnos – como diría Nietzsche – y no terminar plegados a la masa del fascismo, presos, o muertos en una hoguera.
Socialismo es consciencia histórica y conocimiento, consciencia social y del deber social, es crítica, libre pensamiento, debate y respeto por la vida y la humanidad. El fascismo es todo lo contrario.
Debemos acumular mucha fuerza para vencer a la muerte de nuestra especie, ahora amenazada sin que nos demos cuenta, cada vez más distraídos, más idiotizados. Enfermos de odio, resentimientos, y banalidades; de ignorancia y una diabólica deseducación, víctimas de una justicia que condena a las víctimas y perdona a los victimarios, seres humanos tratados como desechos industriales. La peor muerte es la muerte de nuestra voluntad de permanecer, de trascender como especie, y es el fascismo y la codicia su causa.
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