En la pobreza material, pobreza crítica o como sea que la llamen, el deterioro acelerado de la vida (algunos lo llaman “calidad de vida”, admitiendo que existes distintas calidades de vida) es casi invisible. Por ejemplo, perder dientes, para muchos, que deben ocuparse de cosas más importantes (o que creen más importantes), es traumático. Perder dientes daña nuestro sistema de alimentación y digestivo; al tiempo estamos sufriendo enfermedades inimaginables, una caries podría afectar el nervio óptico, pero sin dientes seguro que vamos a tener problemas con el colon, gastritis, insomnio y problemas nerviosos, piel reseca, consumo exagerado de azúcar, mal carácter, diabetes, etc., casi que sufrir de todo.., y todo por perder unos cuantos dientes. Lo mismo pasa con la vista, nos acostumbramos a no ver bien, luego nos estamos cayendo, nos golpeamos, o nos quemamos, pinchamos o cortamos y todas sus consecuencias traumáticas, hasta quedar hechos unas piltrafas de seres. Ni se diga de la mala alimentación, la falta de vitaminas, de proteínas, ¡de medicinas!
Decaer por carencias invisibles, silenciosas, es envejecer temprano, morir a los cincuenta o a los treinta años; cuando en otras condiciones de vida podemos llegar a cumplir 70, 80 o más años y morir del corazón más bien por excesos; ¡si al menos muriéramos temprano, después de vivir una vida plena e intensa! No obstante en la mayoría de los casos la gente pobre, materialmente pobre y espiritualmente pobre, muere sin haber vivido, colgados a la existencia cargando siempre con sus necesidades a la espalda, obligados a la rutina de sostenerse vivo; el menesteroso muere temprano por falta de pequeñas cosas que ni siquiera sabe que son importantes para vivir bien. Pero la privación más destructiva es la de la atención de sus “compatriotas”, la que le niega la sociedad –a través del Estado o directamente –, y que hoy le sigue negando la sociedad; nadie salva a nadie, nadie se preocupa por la suerte del vecino, por lo común. Podríamos decir que sin la solidaridad humana la sociedad se niega a sí misma.
Cuando la solidaridad está presente, sin aspavientos, sin afectaciones, la sociedad madura, se ha hecho más fuerte, el individuo más sano, física y mentalmente. La solidaridad nos libera de la institución cristiana y burguesa más vergonzosa, ¡la limosna!, que practican los hipócritas para salvarse de sus pecados y la socialdemocracia. De eso se trata la igualdad material, de fuerza social, de amor a la vida y a la humanidad.
Podríamos decir, con Marx, que el socialismo es una realización unipersonal y solidaria de sus principios, (también decimos que comparable a los principios del cristianismo primigenio, solidario, el amor al prójimo practicado sin el estigma de la culpa de los cristianos hipócritas de ahora, y el judaísmo); “no dejar para mañana lo que se puede hacer hoy”. Hacer bien a favor de nosotros y nuestros congéneres, con todo aquello que sea buen vivir (atender los desarreglos, la limpieza y el aseo, la puerta que no cierra, recoger la basura, educar a los jóvenes mientras se pueda…). Socialismo es tener plena conciencia de que el mundo, el planeta nos pertenece a todos, que este planeta es nuestra casa, que, sin perder nuestras pasiones, preferencias, habilidades y sueños individuales, lo primero es el bienestar de nuestra casa, de toda la sociedad. Una sociedad sana y consciente procrea individuos sanos, fuertes, creadores…
Lo contrario a la solidaridad humana es la indolencia, el egoísmo mezquino e inconsciente. Leyendo sobre la vida de Andreina Chiquinquira Acosta, una muchacha que murió en Panamá atravesando la selva de Darién, duele ver la indolencia, la indiferencia social que hubo lastimado toda su corta vida. No es justo que la muerte provenga de la desatención social, la indolencia animal del ser humano. Es absurdo que un país con tantos recursos humanos y naturales no cuente con habitantes capaces de apiadarse de la vida de los demás, que en un paisaje tan maravilloso no haya seres humanos maravillosos, amantes de la vida dentro de un cosmos perfecto, una espiritualidad fundada en la exuberancia de la vida; colocando a las gentes por encima del éxito personal; que, a la inversa, haga del triunfo y los avances colectivos un logro digno de cada persona, que engrandezcan a la persona. Y no, como muchos piensan, que el éxito de Gustavo Cisneros, o del joven Lorenzo Mendoza, sea un éxito social, o nacional, del cual debamos sentirnos orgulloso…, inclusive orgullosos, como de Neil Armstrong y su caminata en la luna, considerada como “un gran paso para la humanidad”, mientras un sistema de injusticias que mata de hambre y enfermedades a tres cuartas partes del planeta, da veinte pasos hacia atrás.
La “economía real” de Maduro es ese CAPITALISMO MALTRECHO, colonial, a favor del cual hizo claudicar la revolución BOLIVARIANA Y SOCIAISTA de Chávez. “Economía real”, porque la otra economía, la “economía ideal”, el sueño de Chávez, que se estuvo construyendo paso a paso; la que era su obligación de darle continuidad después de su muerte, de construir mediante el plan de la patria de Chávez y el esfuerzo de su pueblo; “la economía socialista”, con empuje socialista, con coraje socialista, con conciencia socialista y deber social, después de asesinado el comandante no pudo ponerse a su altura moral (ni política), el socialismo le quedó grande para su escuálido empuje moral.
¡Economía real! porque es más fácil; más “práctico” seguir con lo que hay que cambiarlo… Mientras Chávez emplazó a los chavistas a ir en contra de la lógica del capital, Maduro fue por los capitalistas para que “hicieran su trabajo”, para que se ocuparan de hacer la “revolución socialista”… ¡No hay un disparate mejor consumado, en el discurso y en las acciones, a nombre del socialismo!, ¡No hubo mejor manera – que ésta de Maduro – para falsificar al socialismo y a Chávez!
Hablar de “economía real”, en boca de Maduro es una pedantería, una contradicción entre lo que sabe y lo que ostenta. Su “economía real” está ahora acabando con el planeta, tiene al mundo en vilo frente a una posible guerra mundial, la cual ha desnudado la cara bonita de la libertad, la democracia, la paz, y toda esa sarta de engaños con los cuales se sostiene el despotismo capitalista, se justifica la mentira, el crimen, la explotación del planeta, la destrucción de la vida, de la humanidad. ¡Esa es la “economía real” de Maduro!, ¡entregar todo a manos de la codicia de la acción privada, de tiburones!, no hay matices, no hay gradaciones; no hay “más o menos capitalistas”, o “más o menos socialistas”. Los matices son siempre un engaño de los políticos, un velo de mago para hacer alucinar a los electores esclavos de las democracias burguesas.
Chávez todavía representa la esperanza de voltear la lógica del capitalismo hacia la solidaridad humana, a la prolongación de la humanidad en el tiempo; nos legó la teoría con su plan de la patria (el plan original, el que luego falsificó –“contaminó” – el madurismo con pragmatismo, con “economía real”), para vivir cerca de la verdad y alejarnos de la mentira, de la “lógica del capital”… ¡Chávez es humanismo y socialismo! ¡Volvamos a Chávez!