La superación de un sistema, el capitalismo en este caso, está ligada a la violencia. No hay un ejemplo en la historia de esta superación sin la intervención de la violencia, las clases no se suicidan. Acertó Marx cuando dijo que la violencia es la partera de la historia. Es ilusión vana pensar, que se pueda superar al sistema por las elecciones burguesas. Es falso que estas sirven para acumular fuerza revolucionaria. Al contrario, sirven para anestesiar a la masa, esa es su esencia. En el mejor de los casos certifican una situación revolucionaria que ya existía y pospone la violencia contrarrevolucionaria.
El capitalismo en situación de estabilidad usa a las elecciones como válvula de seguridad política, con ellas da la sensación de posibilidad de cambio, cuando en realidad son una distracción en el cual sólo participan los partidarios del sistema. Anestesian la rebeldía de las masas, las encauzan hacia una protesta, un voto castigo que, en realidad, es una afirmación del sistema. Son un ligero barniz de democracia que disfraza a la dictadura capitalista.
Otra situación se da en momentos de elevación de la conciencia revolucionaria, despertada, generalmente, por un previo hecho violento que rasga el manto de resignación, mansedumbre que cubre a la sociedad, un rayo que ilumina nuevas posibilidades, nuevas potencialidades, que impulsa a ir a un futuro diferente del presente miserable. En ese caso las elecciones, si el capitalismo las acepta, servirán para certificar la nueva relación de fuerzas, y posponen la violencia.
Hoy, aquí, el madurismo operador del capitalismo, sufriendo una profunda crisis de ambigüedad, causante de un desastre social sistémico, que ha creado una situación prerevolucionaria, las condiciones objetivas para un avance de las masas hacia la retoma del camino al Socialismo, ante ese peligro, apela con desespero al narcótico de las elecciones burguesas. En este mecanismo coincide todo el bloque capitalista: el madurismo, los gringos y la oposición clásica.
Han montado un espectáculo previo al gran show del 2024, las primarias, que funcionan como preámbulo al narcótico principal. Van creando la ilusión de un arreglo futuro, ahora no hay que protestar, mucho menos pedir la salida del madurismo, difunden la ilusión de que el 2024 vendrá alguien y acomodará esto. El 2024, ese es el plan, después de este año de peleas de mentiritas, pase, lo que pase, se montará un operador capitalista, o seguirá este gobierno, pase lo que pase, el capitalismo está seguro.
De eso se trata, el sistema capitalista intenta descartar cualquier regreso al Socialismo, para eso usa la formidable estructura de manipulación, de deformación de la realidad, de mentiras, miedos, calumnias. Y usa el narcótico mayor las elecciones. Esas que les sirvió en el pasado durante medio siglo.
¿Deben, entonces, los revolucionarios chavistas, participar en las elecciones?
La pregunta tiene varias aristas: primero, ya lo dijimos, el sistema no permite la participación de Socialistas auténticos, los que van más allá de la retórica, en el caso negado de poder participar, sería con una desventaja descomunal, dado el poder de manipulación de los contrarios unánimes. Se deduce, como diría el viejo líder, que la participación debe ser “al margen del sistema y contra él”. Apoyándose en la constitución de Chávez, que sabiamente dejo en el artículo 350 la puerta que permite defenderla en todos los terrenos. Evitar que las elecciones burguesas anestesien las protestas, al contrario, deben adquirir profundidad estratégica y apuntar hacia recuperar el poder para las grandes mayorías y no para el tren de enchufados.
¡VOLVER A CHÁVEZ!