¿Alguien puede decir con honestidad si somos dignos del contenido de una caja o bolsa de los clap? Cuando más “resueltas”, ellas estuvieron llenas de comida de tercera categoría, importada de Ecuador, Colombia, Centroamérica, México y Brasil, en plena activación de “las fuerzas productivas capitalistas”, cuando los 15 motores, las tres erres, el Congreso de la Patria, etc. Luego, con las sanciones, y el bloqueo (extraño bloqueo, el que surte a los bodegones), la guerra económica… y la desilusionante recuperación del PIB anunciada por Delcy, las bolsas del clap, “el alimento para el pueblo”, sin sueldos, sin pensiones reales, contienen solo lo necesario para engañar al estómago. Personalmente no tengo nada que agradecerle a ese mercachifle disfrazado de diplomático que se llama Alex Saab.
Veamos el problema desde la perspectiva de la revolución socialista, o simplemente desde la visión de un Estado medianamente ordenado y un gobierno más o menos responsable.
Igualar las diferencias, o simplemente nivelar las diferencias sociales, para un Estado capitalista responsable, socialdemócrata, supone mejorar la economía, los servicios públicos, y en general la calidad de vida de la sociedad (no hablamos de socialismo); todo el mundo, algunos más y otros menos, tienen acceso al mercado, y a través de él a satisfacer sus necesidades alimentarias, de educación y salud, un poco lo que haría el “Estado de bienestar” del que tanto vociferan sin saber de qué se trata los funcionarios maduristas, los loros cercanos al alto gobierno.
Sin embargo, Maduro impuso, mucho antes de que se intensificaran las sanciones, un régimen de desigualdad, liberando el mercado sin haber garantizado un sistema estatal para la seguridad alimentaria real (seguridad nutricional) o mejorado o consolidado el sistema de salud pública y gratuita, abandonando o descuidando hospitales y los CDI (es el caso del cardiológico de adultos y el deterioro de lo ya hecho por Chávez), desviando nuestros fondos de emergencias hacia el sector privado; es decir instaló un sistema neoliberal emboscado. Así empezó el gobierno de Maduro hasta hoy, dando malos ejemplos, repartiendo nuestras reservas en divisas entre ladrones, con las excusas de desarrollar las fuerzas productivas, de que en Venezuela cabemos todos, y de excusa de la paz boba.
El sistema de los clap, un recurso que fue en un principio (realmente no se sabe si fue así) de carácter transitorio, motivado por una emergencia pública, por un ataque económico de conspiradores, terminó siendo una institución, la cual hoy denigra del socialismo como sistema, resulta una vergüenza como sistema social, a dicho plan o sistema el presidente Maduro bautizó como “socialismo en lo social”; es decir, su “nuevo modelo económico” consistió en hacer “capitalismo en lo económico” y “socialismo en lo social”, un vulgar asistencialismo para muertos de hambre, hecho de limosnas, de los bonos-hambre y una bolsa de comida mala e insuficiente.
Con el sistema de los claps se diferenciaron dos sociedades, una privilegiada, con capacidad de vivir bien, alimentarse bien, recibir la mejor educación dentro y fuera del país, chupando la mayor porción de la renta…, y otra apenas sostenida en pie con bolsas de comidas y mendrugos, salidos de las migas que deja renta petrolera, por cierto, de la que se sigue beneficiando la clase propietaria, a través de créditos, estafas, robos y chantajes (burócratas aparte). Los Claps son más bien un ícono, un templo al fracaso político del madurismo.
Ahora, institucionalizados dentro del sistema Maduro, los Claps son presentados como “el alimento del pueblo”, igual o peor que el nepe para los cochinos; la gente engorda pero no de salud. Poniendo aparte las infinitas personas que no pueden consumir harinas y gluten y la calidad de estos alimentos, las personas no se pueden alimentar bien solo con carbohidratos y una lata de sardinas, aceite y 250 gr. de leche mensual, un cartón de huevos si sale sorteado, peleando en interminables colas para que una vez a la cuaresma o cada año puedan comprar sardinas o pescado frescos o reciban un pollo, sin hablar de medicinas y la salud. Mientras en la acera de enfrente, los bodegones tienen de todo, le facilitan la vida a otra sociedad de privilegiados, de aquellos de la clase media que no han descendido aún, nuevos ricos y más ricos, por tener acceso al mercado capitalista, porque todavía viven de la renta de nuestro petróleo; bien sea porque el gobierno madurista les facilitó el acceso a ella en tiempos de abundancia, porque emergió otra clase nuevo-rica desde la burocracia estatal, o porque los primeros ladrones están trayendo (“repatriando”, diría Jesús Farías) sus capitales robados, concedidos por Maduro y sus burócratas, viviendo bien cuando se cuenta con suficientes dólares, en el país más barato del mundo. “La comida para el pueblo”, es decir, los clap, es la miseria de nuestra sociedad.
Aun con el bloqueo y las sanciones, un verdadero gobierno socialista no sería capaz de originar este paisaje tan desolador para los más necesitados, un gobierno socialista sentiría vergüenza por no poder distribuir el peso de la escasez entre toda la sociedad, de las necesidades y de los recursos que hay, no permitiría que los hombres y mujeres, las familias y sus hijos, mendiguen o coman basura, que mueran de hambre, desnutridos o de enfermedades endémicas, sentiría vergüenza, renunciaría si no pudiera luchar.
¡NO QUEREMOS LIMOSNAS, QUEREMOS UNA PATRIA SOCIALISTA!
¡SOCIALISMO O BARBARIE!