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ActualidadMoralismo madurista y corrupción decadente

Moralismo madurista y corrupción decadente

Al final del camino un ser corrupto es deshonesto. Pero en principio es una persona moralmente podrida. La primera idea que nos viene a la cabeza es que corrupción es contaminación, química o física (el hierro con el salitre, la carne se corrompe con parásitos y microbios, el agua con la sangre, la sangre con virus, y así). En el terreno moral creo que esta idea prevalece, más delante hablaremos del individuo podrido moralmente.

Mientras, en el terreno legal no existe una definición que haga de la corrupción un mal social, solo se refiere al robo y la violación de la norma dentro de la “cosa pública”, aplica nada más que como delito dentro de la administración pública, es un delito exclusivo del Estado. Por eso los capitalistas son libres de robar y engañar a la sociedad con el clásico método de la libre empresa y los políticos nunca son sancionados cuando mienten y no cumplen sus promesas. La corrupción moral o decadencia de la sociedad no existe como delito.

No obstante es la única que vale la pena de combatir, todo lo demás depende de sobreponerse a la ausencia de valores y principios. Pero como eso no es legal, a nadie le importa que el capitalismo corrompa la sociedad y los políticos se caguen en nuestras madres. Son esas estupideces a que nos acostumbran los abogados, los leguleyos tipo Escarrá y el pequeño ejército de doctores que conforma la Asamblea Nacional Constituyente junto a las otras dos Asambleas Nacionales (da vergüenza tener tantas asambleas y que ninguna sirva)

La corrupción moral lo es respecto a un sistema de creencia fundamental. Un cura se contamina de lascivia y se corrompe. Un socialista se contamina de egoísmo mezquino y codicia. Un artista se contamina de utilitarismo. En consecuencia, creo que cualquier cosa que hagamos, fundamentada o motivada sobre creencias firmes es honesta, será moral; robar, hasta el asesinato  puede ser honesto si lo hacemos de acuerdo a principios, si establecemos límites, normas, si somos  responsables de nuestros actos. Pero si se contamina el sistema de valores, si se confunde con sus contrarios y se diluye, hay corrupción, decae la calidad humana, la fuerza, el sentido de justicia, la entereza, la constancia, perseverancia, la clemencia, la humildad, la verdad, todo lo que nos hace ser íntegros.

Desde este punto de vista, cuando los principios son intercambiables según nuestra conveniencia, la lógica del capitalista sería la más corrupta de todas, porque su finalidad es están abstracta como desalmada. La lógica del lucro es la nada,  un soplo sobre la espuma.

Chávez decía siempre que había que remplazar el falso valor del tener por el de ser. Sin embargo en seis años se ha hecho todo lo posible para que la gente solo piense en dinero, en vivir como clase media pero en su mala conciencia, en sus modales de aspirantes pequeñoburgueses.

Tanto el robo como saltarse la norma son actos pueriles. El robo cobra un sentido funesto cuando se usan métodos para el robo igualmente funestos, si se mata, si se tortura, se secuestra, se hacen chantajes. Mientras las normas solo son un límite para nuestra acción si nos limitan moralmente. La acción del robo ya viene con una carga moral negativa, sin embargo esa carga negativa  le pertenece a las motivaciones, y al uso que damos a lo “robado”.

En nuestra sociedad mojigata la gente común cuestiona el acto de apropiarse de algo y lo llama robo, pero nadie se pone a pensar que el robo yace en el corazón moral de la “propiedad privada”: si te apropias de una “propiedad privada” te la robas. Pero  si un privado consigue cómo apropiarse de un bosque o de un país completo, está en su derecho, la libertad en el capitalismo da para eso. Nadie se pone a pensar en que vivimos dentro de la lógica del liberalismo, del capitalismo y su sentido de libertad. Para el  “sentido común” dentro del capitalismo, “la propiedad” siempre será privada (así como la corrupción siempre será del Estado). Por eso no conciben la idea de una “propiedad social”. Para ellos, dentro de su lógica, la “propiedad social” es un robo y es corrupción a la vez. Así piensan el “sentido común”, el cual comparten “argivos y troyanos”, maduros y guaidoses.

Por otra parte, lo que molesta a algunos del “robo” y de saltarse la norma no es el acto de apropiación y violación de la norma, sino el hecho de que eso no se haga para comprarse un apartamento en Nueva York, y en cambio  se malgaste el esfuerzo en hacer una revolución – nos referimos a lo que molesta, lo que realmente incomoda a muchos, se digan socialista o sean francamente de derecha –. Cuando se roba o se viola la ley, con el objeto de hacer viviendas para la gente necesitada, fundar una revista, crear una biblioteca pública, se comienza a hablar de corrupción, a buscar evidencias de cómo se ha violado la ley. En el espíritu del capitalismo la ganancia social siempre es corrupta (No esperen de Tarek William consideraciones políticas de este calibre, su problema es el cumplimiento de la norma que mejor se ajuste a los deseos y necesidades del gobierno, por eso en él los capitalistas siempre son inocentes).

La sacralización de la propiedad ha llega al extremo de justificar el robo “solo en caso de que beneficie a un particular”, como pasa con la empresa privada y con Nicolás Maduro, Castro Soteldo y Tarek El Aissami.

Si la riqueza de un país (digamos que Venezuela) la administra el Estado, y su burocracia se apropia de la “cosa pública”, o  viola la norma y la “despilfarra” en misiones sociales (“despilfarro”: es otro comodín), eso se considera un acto de corrupción (para los Escarrá, que hicieron la ley,  para Cisneros que la viola). Pero si la riqueza de un país pasa a manos de Cisneros o Lorenzo Mendoza y estos multiplican con ella sus cuentas de bancos, su poder sobre otros seres humanos – sus caprichos, sus amantes, sus vicios, sus apartamentos, todo menos la producción –,  esto se considera natural, ¡es el orden natural de las cosas!: esa decadencia es el orden natural de nuestro mundo, es por eso que a nadie se le ocurre pensar que robar a toda una sociedad y vivir como un sátrapa persa sea un acto de corrupción.

Pero sí lo es. No hay corrupción más incontrovertible que la decadencia humana; la pérdida de valores espirituales, humanistas,  fundamentales de cara al prosaico acto de poseer, de acumular cosas, y con ellas conquistar poder sobre las necesidades del resto de las personas.

Es por eso que cuando hacen sus denuncias casi siempre vinculan el robo con un estilo de vida soñado por ellos mismos, con palacios, con playas mediterráneas, islas privadas, vinos  caros, joyas, es decir con todo aquello que ellos mismos desean. Porque en sí mismo el robo, como pecado, no existe, es solo el pathos de la propiedad; para que emerja su rostro malvado hay que acompañarlo de intenciones,  deseos, quizás perversos, y de envidia.

En una revolución socialista la única moral que juzga, la única ley que manda, es la ley de la revolución. Ella cuida de sus métodos, de sus objetivos cuida sus razones  y juzga el robo, el cual se califica como robo a la sociedadjuzga la corrupción, la cual es y será siempre decadencia espiritual, moral y material capitalista; la corrupción para la revolución socialista  es un palacio derruido por el tiempo y por el anacronismo, lleno de moho y cagadas de pajaritos. Eso es el capitalismo, eso es lo que significa hoy el espíritu burgués y el pathos pequeñoburgués junto a sus ilusiones de superioridad, inmortalidad y similares… No obstante, todo lo cosmético se desvanece en el aire.

¡Viva Chávez!

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