Resumiendo, Chávez representa la posibilidad de una revolución socialista, que no se quiere de un lado y no se quiere del otro. Defender a Chávez es defender una revolución socialista verdadera, radical, que suponga trabajo e inteligencia, y eso nunca lo hará el madurismo, que hace rato vendió su alma al diablo capitalista, con toda clase de excusas, con la vergüenza de quien se sabe actuando mal. Sería una pérdida de tiempo insistir con las manipulaciones de la imagen y la palabra de Chávez por parte de Diosdado Cabello y de todo el madurismo, en la necesidad que tiene el gobierno de hablar y actuar en su nombre, de usurpar su imagen y su nombre, como dice Toby, para continuar deshaciendo su obra. Las razones son tan oscuras como cada una de las mentes de estos raptores, ya hemos hablado de algunas, pero queda claro que con el peso del pensamiento y la memoria de Chávez a sus espaldas no se puede hacer otra cosa que alivianarlo y convertirlo en un carapacho vacío, en imágenes de arcilla, franelas, en símbolos hueros. Chávez representa para el madurismo un obstáculo moral a la hora de vender el país en el gran mercado capitalista del mundo, a su pueblo y su paisaje, pero un buen gancho electoral.
Igualmente, Chávez representa para la derecha pro gringa la amenaza siempre presente de que se vuelva a retomar el camino trazado por el comandante. En este punto ellos solo confunden a Chávez con Maduro por economía de esfuerzos, pero más le temen a Chávez que a Maduro, porque este último les resulta condescendiente y generoso con sus intereses y el de sus patrones del norte.
Es difícil defender a Chávez desde su pensamiento y su obra, son pocos los que se atreven y lo hacen de forma aguda e inteligente. Los Diosdados solo saben hacer alharacas en su nombre y torcer sus palabras; manipular. Pero cuando se defiende a Chávez de forma clara, por su obra y sus acciones, su vida y sus ideas, es irritante para los capitalistas, y se crispa el madurismo, reacciona porque se siente objetado, aludido – cuando los restauradores del pasado se tropiezan con sus críticas, cuando aparece Chávez precaviéndolos del reformismo y de los reformistas, o hablándoles del apostolado del revolucionario, cuando de pronto se percatan que ministros rechazados de forma pública por el comandante, ahora son empleados por Maduro, cuando la presencia de Chávez los expone… –.
Fácil es defender lo que ya existe, defender el capitalismo, decir que se puede domeñar mediante reformas, que se lo puede domesticar. Sin embargo, conciliar el capitalismo con el socialismo es más improbable, más difícil que hacer la revolución socialista… primero se hace una revolución socialista verdadera que ablandar el corazón del capitalismo, como lo creen y lo piensan muchos a los que les molesta Chávez, que se irritan con su presencia espiritual (lo han llamado mono, ignorante, lo han acusado de no ser político, etc., con la pedantería de los que no pueden frente a su fuerza moral).
Es por eso que los defensores de la obra de Chávez y de Chávez hoy resultan enemigos de Maduro, por lo insignificante y gris que se ve el último a su lado. ¡Quién se atreve hoy a defender a Chávez frente a Maduro! casi nadie. Lo ha hecho Rafael Ramírez, con propiedad, jugándose su imagen frente a un chavismo engañado, acumulando el odio del madurismo y más allá, el de la derecha lacaya del imperio del norte (a pesar de las maldiciones de resentidos y charlatanes)… Y lo han hecho otros de los expulsados y negados por el madurismo.
Se trata del consenso de la mansedumbre política, del “sentido común” que obliga a muchos a encontrar un culpable de sus miedos en los valientes. Es más fácil sacrificar a Ramírez y a otros como él, que reconocer que se es un cobarde, un miedoso, un pícaro, un flojo.
El problema que enfrentamos ahora es político pero sobre todo ideológico, por eso, para reconocerlo y reconocerse dentro de él se necesita fuerza o cuerpo moral, una conciencia tan amplia como aguda, capaz de penetrar y ver nuestras verdaderas motivaciones políticas y la grandeza o pequeñez de nuestros adversarios. La mezquindad típica de la derecha es lo que ha impuesto el madurismo con sus prácticas de descalificación, mintiendo y manipulando a sus incondicionales, facilitando el trabajo a la otra derecha de desprestigiar a Chávez en su obra, y en la persona de Ramírez que la representa, y muchos otros de sus ministros, y gente cercana a su pensamiento, como el mismo Toby Valderrama.
Se trata de un antagonismo ideológico que roza lo moral, una lucha entre cuerpos morales que se manifiestan en sus acciones y sus palabras, no hay nada técnico en eso, no son solo dos discursos enfrentados, son dos fuerzas, los cuerpos que los soportan.
CHÁVEZ ES FUERZA MORAL, NO PALABRAS VACÍAS