Quizá en el momento que publiquen este texto, domingo 6 de diciembre, no sabremos los números, tendremos que esperar por los boletines de cne, lo que sí podemos adelantar desde ahora son algunas cualidades que trajeron las elecciones que modificaron el paisaje político y social del país. Veamos.
Quedó fuertemente desacreditado el cne y el sistema judicial, el asalto a las directivas de los partidos no afines al gobierno fueron una maniobra, que sumada a la modificación del número de diputados a conveniencia del madurismo, a la designación atropellada de la directiva del cne, dejó en evidencia la pudrición del sistema electoral, así se mostró nítidamente el carácter tiránico del gobierno.
Se manifestó una camada de políticos oportunistas que bailan con la música del gobernante de turno, sin más principios que su beneficio personal. No dudaron ni un segundo en cohonestar las triquiñuelas electorales, en dar un barniz de competencia a lo que es una carrera de exhibición de un solo contendiente, el gobierno.
Apareció la política del premio y del castigo, de la amenaza. Fresco están las amenazas de despido, de privarlos de la caja clap, “el que no vota no come”, “el que no vote es despedido”. Todavía retumba el espectáculo triste de un candidato haciendo proselitismo con raciones de mortadela. El carnet de la patria se uso como instrumento de miedo y de chantaje.
La falta de argumentos, la pobreza de las proposiciones, de las promesas del gobierno y de la oposición bufa fueron de antología. Se dijo de todo, la mentira fue reina, los candidatos ofrecieron lo que pueden y lo que no pueden, el comportamiento absurdo fue la regla, la falta de respeto a la inteligencia del electorado fue una norma.
Al final de la contienda, las amenazas y promesas represivas del gobierno fueron el centro de la campaña. Los candidatos principales hablaban de poner preso a la oposición, de boletas de capturas, hablaban como gallos, de hacer lo que no han hecho en estos últimos años. Demostrando una vez más la carencia de ideas y el desespero de un gobierno que se sabe sin apoyo real.
Las elecciones son una radiografía de una sociedad capitalista, es el momento estelar de la democracia burguesa, en ellas se manifiesta la calidad política de esa sociedad. Y es el gobierno, el Estado el principal actor en ese evento, participa y regula, se entiende que la imparcialidad del Estado, de sus instituciones es fundamental, y el comportamiento del gobierno lejos de todo ventajismo es indispensable. Y debemos concluir que Estado y gobierno madurista no han respondido a la altura del reto electoral. El gobierno cada vez más busca apoyo en los sectores más atrasados de las masas, construyendo así la base psicológica para el fascismo.
Todo lo anterior conforma un cuadro de deslizamiento hacia un desenlace con altas probabilidades de ser violento. El cuadro jurídico que sostiene a un gobierno, al Estado está fuertemente quebrantado, ya es remota una salida dentro de ese marco. Además la idealidad que sostiene al gobierno y al Estado fue duramente golpeada, la masa no cree en la imparcialidad de las leyes ni en el decoro del gobierno. La moral, la ética que priva en la sociedad es la ética del cazador y la presa es el prójimo.
Las elecciones trajeron mayor desequilibrio social, aproximaron al país a circunstancias de desenlace que se asoma violento. El futuro dependerá de la dirigencia política aún sana y del necesario relevo.
¡CHÁVEZ VIENE!