Más allá de las calificaciones personales…
Tengo una amiga que lo odia. Tiene una “cartera” de chismes que va actualizando día a día con pequeñas culpas, de pequeñas corrupciones, todas endosables a Rafael Ramírez. Desde el despido de una gerente, hasta el contrabando de gasolina. Se lo culpa de todo. Ella por lo menos hace extensiva la responsabilidad de estas “corrupciones” hasta Chávez, razona de manera más lógica que el resto, que acusan a Ramírez pero no lo pueden hacer con Chávez. Un poco lo que pasa con Maduro, que PDVSA se cae a pedacitos y él se excusa de toda responsabilidad, dice: “hay que acabar con la corrupción en PDVSA”, porque a él “eso” no lo toca (no toca su dignidad de presidente). Y si la demolición de PDVSA no toca a Maduro, tampoco a Chávez “los desastres” de Ramírez. Ya sabemos cómo funciona: si es bueno, fue mi idea, si es malo el culpable es otro, y Ramírez hizo muchas cosas buenas.
Pero, volviendo a “los desastres” de Ramírez, estos se miden de acuerdo a cómo nos afectaron de forma personal, por ejemplo, aquellos que tenían negocios millonarios con los servicios petroleros, los famosos tercerizadores; muelles, remolcadores, buzos, etc. los cuales tenían trabajando a muchos obreros sin ninguno de los beneficios de los que disfrutaban los trabajadores y obreros fijos de PDVSA. Pero estos “empresarios honestos” cobraban millones por los contratos con la empresa estatal. Cuando Chávez-Ramírez sacó la cuenta, rescindieron los contratos y absorbieron a los trabajadores, ahorrándose el Estado y la empresa un dineral. Bien, estos afectados odian a Ramírez, ¡y con razón! Podríamos decir que la Cámara Petrolera de Venezuela odia a Ramírez con mucha razón.
La mujer de un diputado es despedida de una gerencia de PDVSA por reposera, este diputado, y esa señora tienen que odiar a Rafael Ramírez, y tienen razón, es una entrada menos para el presupuesto familiar. Si a esto se le suman todos los casos conocidos de gente que hace trampas, cobra comisiones, contrata a toda su familia, falsifica credenciales, se lucra de los ahorros de los trabajadores, (la verdad que no puedo seguir enumerando casos, no soy un experto en auditorias y similares) tendremos a otro grupo que por lo menos sabe de un caso donde se le endosen a Ramírez esas faltas o esos seguros despidos (dependiendo de dónde venga la arrechera), ¡Más gente que se adiciona a los que odian a Ramírez! Y si le sumamos los conocidos, de los conocidos, que conocen a una sobrina, y a los que “nadie se los contó, porque estaban ahí”, ya serán miles aquellos los que odian a Ramírez … Se trata de un fenómeno social que se riega como una peste, un caso del campo de la psicología de masas comprensible, cuando una mayoría ha vivido de forma reactiva, del fracaso del otro y de un sentimiento personal exageradamente favorable hacia sí mismo; todo el mundo creyéndose bueno, decente y correcto, típico de los que viven del fracaso de los otros, sin producir una sola idea original, peor, sin producir nada, sin solucionar ni siquiera un crucigrama, o hacer unas arepas; todo lo quieren rápido, fácil, gratis, porque “sienten” que se lo merecen por encima del resto. Imagínense a millones de personas pensando de esa misma manera; ¡imagínenselos borrachos hablando de política en una tasca de la Candelaria o en reunión ahora, en navidad!
Cualquiera que esté resolviendo un problema serio, desde una partida de ajedrez hasta la selección del personal adecuado para cambiar los esquemas de producción de una refinería, o pensando en cómo organizar un ministerio para que sea más eficiente y más consciente de sus objetivos políticos, no se ocupa de chismes; pensar como un ingeniero, en sentido profesional, o como un político verdadero, de los que tienen que hacer y tomar decisiones políticas, eso resulta mucho más placentero y motivante que no poder pensar, resentirse o envidiar a alguien, lo cual cansa. Si Rafael Ramírez dirigió el ministerio de petróleo y PDVSA lo hizo estimulado por una razón más fuerte que el dinero, porque pensó en la revolución socialista de Chávez, porque resolver problemas serios es un reto de vida, y a esa dimensión, la dimensión del país, mucho más estimulante. Causa gracia ver a algunos diputados que solo saben escribir panfletos y declarar a la prensa recitando de memoria sus cartillas maduristas, criticando a Rafael Ramírez; incluso ministros y ex ministros, que cuando estaba vivo Chávez, siendo funcionarios importantes eran desconocidos, casi anónimos, grises como un ratón, pendientes de ostentar poder y nada más.
El punto es que mientras está trabajando la mente en resolver el dilema de la revolución socialista no da tiempo para ocuparse en satisfacer las carencias políticas y de personalidad de los otros; las exigencias del país en esos años de Chávez-vivo eran muchísimas – para hacer avanzar una revolución social y socialista – como para cuidarse de un contador que cogió un dinero, o de un sindicalista ladrón; ya les tocaría su momento de rendir cuentas.
No se puede comparar el ejercicio de pensar en positivo con el pragmatismo y el resentimiento madurista el cual delegó el ejercicio de pensar y el trabajo necesario para resolver dificultades, a otros, entre los cuales estaban los que formaban parte de las mismas dificultades, a la empresa privada y la sociedad de los lumpen-leales, ávidos de favores y venganzas. El asunto es que Chávez y Ramírez estaban montados en cambiar cosas viejas, en hacer una revolución, mientras Maduro se ha dedicado todos estos años a complacer a TODOS, repartiendo unas migajas de la renta petrolera a los trabajadores y a los más pobres, y el resto a los empresarios y mercenarios; paraeso no se tiene que pensar, solo encomendar, como lo ha hecho el nefasto Castro Soteldo, que además culpa de ineficiencia a las gestión pública sin reflexionar un poquito en el hecho de que él fue y es también responsable de esa gestión pública cuando Chávez y ahora, (como Elías Jaua lo fue, como Jesse Chacón, como Maduro, Diosdado; todos fueron responsables de que la administración pública no funcionara como requería una revolución socialista, prefirieron “dejar la vaina así”).
Rafael Ramírez trabajó para una revolución socialista asumiendo el costo político de sus decisiones, porque se supone que nos estábamos enfrentando a cambios, dentro de un sistema aún vivo que “no acababa de morir”. Mientras Maduro no arriesga nada, más bien rescató ese sistema moribundo y lo llenó de dólares, hasta apoyarse en él para deshacer los cambios, al punto de estar buscando la manera de anular la misma constitución. Y para eso no se necesita arriesgar ni pensar mucho, puesto que todo ya está hecho, solo necesitas embaucar a la gente con el cuento de qué está haciendo una revolución, como hacen los magos para desviar la atención del truco.
El tiempo hará de Maduro el gran retrógrada y quizás, más pronto que tarde, Ramírez pueda ser reivindicado como ministro revolucionario y chavista.
¡Volvamos al espíritu de Chávez y de la revolución socialista!