Retomando la idea expuesta por Valderrama en su último artículo “Chávez un gigante que quieren convertir en enano” https://www.aporrea.org/imprime/a297263.html quisiéramos insistir en un hecho, pasado por alto, que tiene que ver con la importancia de la aparición de Chávez como el renovador de la carga moral (la fuerza moral) o del significado existencial que lleva dentro la idea del socialismo, para nosotros y para el mundo de hoy.
Sin la irrupción de Chávez a la política en Venezuela, ni Maduro ni nadie de los que ahora lo usan como estandarte (solo como estandarte) estuvieran ahora hablando de socialismo. En 1992 la llamada izquierda venezolana estaba sufriendo una gran crisis de “identidad”, por así decirlo así, una verdadera crisis política. Los partidos radicales estaban descifrando la caída del muro de Berlín e interpretando su presagio, como el signo del fin de una “era romántica” para los comunistas. Unos se fueron al otro extremo, junto a los delatores, otros se hicieron adecos, unos pocos se replegaron en sus convicciones. Más allá atrás quedaron los que después de la “pacificación” optaron por el reformismo, se hicieron socialdemócratas, como el MAS, Liga Socialista, Vanguardia Socialista, Partido Comunista, Causa R, PPT, asimilados de lleno al sistema electoral burgués, a la “democracia liberal burguesa”, fraccionando el pensamiento revolucionario en distintos tipos de discursos demagógicos, incorporados de lleno al sistema buscando prebendas. Concluida la Guerra Fría, en 1992 se hablaba mucho del fin de la historia, la tesis de Francis Fukuyama, un asesor de la Casa Blanca, , indicando que con la democracia liberal terminaría la historia de la humanidad: ¡el fatalismo capitalista! hecho ciencia. No es casual que el gobierno de Maduro esté lleno ahora de fatalismo, y de estos fatalistas.
Ese año de 1992 entra Chávez en escena para que más tarde fundara el socialismo bolivariano, convertido desde el 2009 en bolivariano-marxista-leninista-antiimperialista. Todos aquellos que fueron incapaces por sí solos de adelantar y liderar un movimiento de cambio inspirado en la rebelión popular se adhirieron a Chávez, cada cual ofreciendo lo que tenía, algunos socialistas, pero la mayoría ya habían renunciado al socialismo y se hicieron los locos, y otros que, claramente nunca lo fueron. Tuvieron que aprender con él a volver a incluir, o a incluir en sus discursos, el concepto o la simple palabra socialismo. Sin Chávez, ninguno de los que ahora actúan en su nombre estuvieran hablando hoy de socialismo, por más que ostenten de su “linaje revolucionario”, de sus batallas a piedras y molotov de los jueves en la UCV, o de que se formaron en la militancia de partidos socialistas (Maduro, los Rodríguez: Liga Socialista; Jesús Farías: Partido Comunista; el difunto Darío Vivas: el MAS, Aristóbulo: PPT; Elías Jaua: Bandera Roja, Tarex William: PRV, etc., todos son o fueron partidos asimilados a la democracia burguesa; con sus dignas excepciones particulares, fueron hervideros de oportunistas al estilo adeco copeyano; de socialismo solo les quedó lo que hay impreso en sus nombres, y algunos recuerdos).
Se montaron en el barco de la historia con la intención de pescar en río revuelto y se encontraron de frente con Chávez. Y Chávez los sacó del “encantamiento liberal” que llevaron consigo con el cuento «del fin de la historia” y toda esa paja fatalista, ahora lo sabemos. Pero no por que quedara algo vivo de sus convicciones (por una especie de desengaño), sino por aprovechados solapados, porque vieron en el comandante una oportunidad de ascender al poder y socialmente.
Un ejemplo de esto fue el caracazo. El 27, 28, 29 de febrero de 1989 salió un pueblo a la calle a vaciar las tiendas y las carnicerías, arrecho, y ninguno de estos seudo líderes fue capaz de leer ahí una señal revolucionaria, de lucha clasista o algo parecido. La mayoría se chorreó, y saltaron de un solo golpe a la otra acera, la del capitalismo. Se hicieron publicistas, economistas liberales y analistas del entorno, empresarios (o “emprendedores”) arropados por las faldas de sus familias de clase media, otros simplemente quedaron perplejos y tiesos sin saber explicar lo que ocurrió esa semana de estallido social. De los que años después condenaron a Ítalo Del Valle Alliegro como asesino (ministro de la defensa aquel año), hay quienes en ese momento lo aplaudieron, muertos de miedo, a él y a CAP, y ahora se hacen los justicieros denunciando demasiado tarde aquellos asesinatos. Lo bueno de ahora es que todo se sabe, ¡todo está documentado! para los que pierden la memoria, como en “El día de la marmota”.
A Chávez lo traicionaron siempre, y no fue que él no lo supiera, es que no pudo hacer nada con ellos, que mentían como adolescentes, como Jesse Chacón con su fábrica de tomates enlatados sin tomates, o Elías Jaua y las confiscaciones de tierras, o las estadísticas de Érica Farías, o aquellas plantas de la Gaviota con latas y sin sardinas o viceversa, o el desastre de Diosdado en Miranda: ¡eso era lo que tenía Chávez!, ¡con ellos contaba! (¿Iba a viajar a Marte para buscar verdaderos revolucionarios?), y con la promesa de que sus fallas no se repetirían otra vez. Chávez sabía lo que pasaba, pero estuvo más solo que acompañado, muy pocos creían que el socialismo fuera posible, o mejor dicho, en ese momento ninguno de ellos quería que el socialismo fuera posible, y así actuaron, con total indiferencia, resentidos del poder y de la fuerza de Chávez… Para que se reniegue tanto ahora del chavismo, el que critica y trabaja, y del socialismo, Maduro y los maduristas tuvieron que acumular en todos estos años, mucho resentimiento en su contra. Nadie puede hacer las cosas bien porque está loco o va preso, es acusado de pajúo o de traidor, lo importante es la lealtad al jefe, así sea Maduro.
Sin Chávez el madurismo no existiría hoy, pero en un supuesto negado que sí, sin el pensamiento de Chávez el madurismo fuera otro partido más del montón, dentro de la basura socialdemócrata, pero está negado, ese supuesto no existe; sin Chávez no hay Maduro que valga. Todo lo que queda de ética y principios socialista dentro de las normas de PSUV, y viva en su militancia; el Plan de la Patria y la presencia de la palabra socialismo en los discursos hueros de los ministros y funcionarios, se lo debe el madurismo a Chávez. Maduro intentó escribir algo inteligente sobre una versión del viejo “Libro azul” de Chávez, y lo más que pudo fue descalificar a Marx y contradecir al Chávez marxista, como para dárselas de “original”.
Lo único que sostiene hoy al madurismo es la demagogia y el discurso huero del socialismo, la astucia del publicista comercial; adornar todo con la palabra socialista para alardear frente al mundo socialista dentro del capitalismo y marear a los chavistas adormilados, que son el asiento de su poder.
Sin Chávez solo queda una pequeña tiranía tropical, puesta a la venta al mejor postor, una mecha apagada, fuego fatuo.
Es justo decir ahora que ¡Chávez es socialismo! y que Maduro representa todo lo contrario, aunque todavía viva de su renta política.
¡VIVA CHÁVEZ!