Una sociedad que defienda los valores humanos, racional, solidaria, que potencie el desarrollo individual – no que haga de lo individual una doctrina –, que defienda la vida, capaz de satisfacer las necesidades espirituales y materiales de sus miembros y de liberar sus fuerzas creadoras tanto en el trabajo social como individual. El camino es ir en contra de la lógica del capital, que hace confluir todo esfuerzo humano hacia un solo objetivo: acrecentar la ganancia producto de la explotación del trabajador, concentrada en los más ricos y poderosos que son cada vez menos.
La lógica del capital divide la sociedad entre ricos y pobres, propietarios y desvalidos. La lógica del capital nos obliga al consumo, a vivir de forma gregaria y uniforme, en la pobreza intelectual y en la ignorancia; sin hacernos muchas preguntas andamos como seres automatizados. La lógica del capital nos hace seres superficiales y básicos, rebaños fáciles de llevar a los rediles. En estos seis años, la lógica del capital le dobló el brazo a Maduro y a la sociedad venezolana obligándonos a ella.
Para poder reaccionar frente a esta espiritualidad nefasta que impone este sistema de relaciones, hay que adquirir una conciencia clara de cómo se expresan estas relaciones en nuestra vida cotidiana: a qué obedecemos, qué nos estimula a actuar, a qué tememos, qué es aquello que nos enferma la voluntad. Si no, nunca podremos vencer sobre la devastación del planeta, la descomposición social, la pobreza, la ignorancia, las enfermedades, las guerras; sin no comprendemos cómo nosotros formamos parte del sistema nunca lo podremos superar. De igual manera no sabremos cómo alcanzar la meta de andar el camino de una revolución socialista.
Si el socialismo marcara el norte en nuestra vida cotidiana no habría razón para desviarnos en la lucha política; para seguir recto el camino hay que ser valientes en la vida y en la lucha política. Teniendo claro los objetivos y la estrategia, todo lo demás se coloca al servicio de esos objetivos y de esa estrategia. En especial: la legalidad. La ley tiene que ser la ley de nuestras acciones, del sentido moral y de justicia de todos nuestros actos; sobre eso no se puede dudar, establecer prioridades, romper la norma cuando sea necesario, nada debería detenernos si creemos que nuestra causa es justa. Pero primero debemos hacer que nuestra causa sea justa en las prácticas de vida.
¿Cuándo dejó de ser nuestra causa una causa honesta? Justo en el punto donde el discurso político empezó a contradecir las prácticas políticas y de vida de nuestros llamados líderes, justo cuando empezaran a proliferar privilegios, aprovechadores de lo público en beneficio propio, camionetas de lujo, caravanas de guardaespaldas, nuevo ricos por todos lados. Justo en ese momento comenzó a relajarse el sentido moral y de justicia revolucionarios, se comenzó a comprar la lealtad con dinero y comida por incapacidad política, se liberaron los precios y se entregó el control de la economía al modelo social y de vida que inspiran las vida de estos supuestos líderes y funcionarios públicos, el del empresario exitoso con sus maneras y gustos burgueses. Nuestra causa dejó de ser justa cuando comenzó a aburguesarse la dirigencia política heredera de la revolución de Chávez, a relajar el músculo de la marcha revolucionaria; ahí comenzó el cansancio y la infamia en contra del socialismo.
Debemos ser coherentes en nuestra vida cotidiana con nuestras ideas, con nuestra ideología revolucionaria y socialista, cuando la tenemos, y echar a andar en línea recta, sin distracciones.
Por ejemplo, una distracción es como funciona esa cosa difusa que llaman al congreso internacional de los pueblos, una forma mansa, declarativa, de aglutinar resistencia contra la injusticia. Gente preocupada por el clima, que quiere vivir eternamente en el resentimiento del poder, pero cosechando zanahorias. En secreto, quisieran tener éxito en sus pequeños emprendimientos de alimentos orgánicos, aborreciendo de los comedores de fritangas y los maracuchos gargantuescos…
¡Cómo acabar con esa mentira tan sutil, con ese aliviadero de las tensiones que provoca el capitalismo, con esa distracción! Buscando el origen de los males que nos amenazan a todos en la lógica del capital, en el sistema capitalista, y no en quienes lo representan de forma pasajera; denunciar al capitalismo y exigir un sistema socialista para todo el planeta, tensando más las contradicciones.
Pero lo mismo pasa –la distracción y el aliviadero – en aquellos que creen que la democracia burguesa es una forma válida para la revolución o que las leyes burguesas son leyes válidas para la revolución y por eso ¡hay que dialogar! (¡podemos convivir en paz, ricos y pobres!, ¡en Venezuela cabemos todos, explotados y explotadores!). Estos demócratas y socialdemócratas siguen vendiendo el socialismo al capitalismo en nuestra cara; políticos, ecologistas, intelectuales, la “gente decente” de la sociedad civil; frente a nuestros ojos falsifican su sentido y la estrategia política de acabar con la lógica del capital, con el c a p i t a l i s m o. Urge cambiar el sistema capitalista por el socialismo, sin tantos titubeos y tantos escrúpulos pequeñoburguesas; tener las ideas claras en la mente, actuar con decisión y valentía, de ello depende el futuro de la humanidad.