Y si no es el más corto por lo menos es el más ficticio. Este cuento no deja nada a la imaginación, no nos invita al acto de crear su historia, junto con el autor, es un “cuento” de ficción en vísperas de navidad: “Están Cilia Flores y Maduro en una cuña navideña y dicen – “Se respira en toda la patria un clima de felicidad y paz –”, Fin.
Luego de sacar cuentas, y escuchando la cuña navideña del presidente, uno nota, con claridad supina, sus buenos deseos, porque son solo “deseos” lo que “respira” esa pareja: una “patria” fantasmal y un clima de felicidad y paz que solo pertenece a ellos dos (y a un grupito más). Es claro que ambos andan por las calles de Caracas envueltos en una burbuja de aire acondicionado y vidrios ahumados, y en una segunda capa interior que los ciñe a sus “deseos”. Mientras, la realidad escurre por debajo, no los toca.
Se nota que el matrimonio presidencial no usa el sistema metro de Caracas y que tiene mucho tiempo que no atraviesa a pie el Centro Simón Bolívar; en eso dos espacios se respira otra cosa: en el primero, muerte, y en el segundo miasmas, hedores acres del desecho humano. Y no hablar de lo que se respira ahora en los Barrios de Caracas y en la calle y espacios públicos más concurridos, en estos casos se huele el terror: el Faes, y otras policías de acciones especiales haciendo justicia por su propia cuenta, y en el Boulevard de Sabana Grande, o en La Hollada, la policía pagándose sus aguinaldos, cobrandole a la gente por su inocencia, extorsionando a todos los distraídos que pueden asustar y engañar con la ley… ¿De qué habla Maduro?, ¿de cuál felicidad y de cuál paz?
Todos los bonos limosnas acumulados en estos dos meses no dan para comprar mucha felicidad; cuando mucho, si de felicidad se trata, para una embriagarnos con “Ventarrón”, pero eso un solo día, el resto de la semana será incertidumbre, angustia y sufrimiento. A parte de los amigos, allegados del presidente y los consabidos empresarios ¿Cómo hace la gente común para tener certeza de algo en este presente tan inestable? Al gobierno ya no se le cree, porque tiene rato mintiendo con desfachatez, mientras que el capitalismo, el libre mercado que es quien controla nuestras vidas, en un mundo colonizado como el nuestros, es solo caos.
Pero en ese caos solo los más ricos y poderosos pueden tener certeza de algo, solamente material, pero la tienen. En el capitalismo, la incertidumbre es el medio propicio y natural de su existencia, solo ellos le pueden ganar tiempo al tiempo, dentro de este despelote; los demás vivimos a diario, un día a la vez, una hora a la vez, sin poder pensar en el futuro; no hay garantías en nada de lo que dice y promete el gobierno, o el “camarada Trump” (como lo llamaba Nicolás) a través de sus representantes; no existe nada seguro y sano en ese guiso cruzado e infecto que resulta de la mezcla de los dos… Diría Marx, “todo lo sólido se desvanece en el aire…, todo lo sagrado es profanado”.
En el medio del desconcierto de nuestra sociedad, la real, la que bulle en la tierra, la pareja presidencial se aferra a un deseo, sin obras, sin objetivos, sin nada solido delante.
Si hay una razón de peso por la que creemos en el socialismo, es porque le garantiza un mínimo de futuro a la humanidad y a la sociedad en la lucha, en la acción racional y consciente para vivir, para prolongar la existencia, trabajando y cooperando todos sus miembros por perfeccionar nuestra existencia social y trascender con gloria en el tiempo, vencerlo con nuestra herencia. No es cualquier cosa, no son solo deseos de vagos, ilusiones vanas, no son pendejadas de soñadores, pasiones juveniles encendidas, se trata de tener certidumbre, porque luchamos para eso, de que mañana veremos el sol salir otra vez detrás de la montaña. Esa es la obra humana, el trabajo es su obra, el empeño, como Sísifo.
Morir joven en ese empeño ennoblece al individuo y a la especie, como pasó con Cristo, con Fabricio Ojeda, con el Che Guevara y todos los mártires de la revolución, la nuestra y las del planeta, con los héroes de la historia. Envejecer perseverando en lo imposible nos honra… Pero envejecer, y en nombre de los años sumados mofarse de la revolución, de la pasión, de las obsesiones; con el corazón seco, confundiendo la fatalidad con sabiduría, como si la humanidad solo estuviera hecha para acumular éxitos materiales, de los cuales solo percibimos el cómo se corrompen en al pasar del tiempo, y a la vez cómo se escarapela la misma vida, sentados en un baúl… ¡es una vergüenza!…, días tras días, contando barajitas repetidas. No quisiera morir así, resignado… Y ¿qué decir de los jóvenes seniles que piensan de la misma manera?
¡Quién está más vivo ahora, Simón Bolívar o Pedro Tinoco! ¡Quién es ahora eternamente joven, a pesar de haber muerto con camisa prestada!
Prefiero luchar y soñar por imposibles que la resignación, el fatalismo, la envidia melancólica, morir afligido por lo que nunca volverá y consolarme con una risa amarga de los que todavía, a pesar de los años, viven para hacer cosas absurdas.
El socialismo son razones sagradas para la vida en sociedad, lucha y trabajo, la esperanza convertida en obra y acción humanas; el capitalismo es explotación, es muerte y disolución; el capitalismo son mentiras y promesas vanas, su acción es destructora, “todo lo estamental lo desvanece en el aire, todo lo sagrado lo profana”. Prefiero intentar cambiar la realidad, gritar ¡no quiero!, como el ángel rebelde, o como el loco aquél que gritaba en medio de la calle ¡maldito, no me adapto!, prefiero esa locura que resignarme a ser como todo el mundo y burlarme de los cuatro majaderos.