El covid 19 no es más malo que el confinamiento. Y no lo decimos por la economía, digo que es malo para la vastedad del mundo. Un mundo confinado es asqueroso, es como el agua estancada, todo se descompone. Y el confinamiento mental es tan malo como el confinamiento físico; llenarse la cabeza de miedos, salir a la calle precavidos de más, eso pudre el entendimiento.
El mundo “ancho y ajeno” es posible si somos libres de sentir, pensar y actuar, sin los efectos del terror y la confusión, no podemos sentir miedo más allá del necesario para estar alertas.
Nunca se ha visto al conjunto de la humanidad tan frágil y manipulada. Desde la aparición del virus como un problema global hubo quienes comenzaron a pensar en cómo obtener algún provecho del aislamiento. Los tapabocas, los respiradores, las agencias de noticias, Neflix, Amazon; y muchos gobiernos. El confinamiento es un mercado capitalista literalmente cautivo, para un consumidor pasivo y dócil. Y una molestia menos para la seguridad política de algunos países. En el caso de Venezuela, se ha prolongado la “cuarentena social” y expresamente prohibido las reuniones públicas, más locos en la calle y en sus casas encerrados en la incertidumbre.
El efecto psicológico de no poder actuar con libertad por temor a lo inmensurable, más allá de las restricciones morales que se asigna cada quien, cría locos. Y si a eso le sumamos la cautela política del gobierno evitando con la cuarentena un estallido social, lo que está creciendo es como una bomba de tiempo. Hay un nivel alto de manipulación y oportunismo en esto. Pero más allá de eso se esconde una falta de respuesta eficaz para resolver problemas: el confinamiento es de las personas y también de los problemas.
Las fallas en el servicio eléctrico, la escasez de gasolina y la consecuente escasez de alimentos, la hiperinflación, son los verdaderos problemas que tiene que resolver el gobierno si no quiere que la invasión se convierta en una explosión. Hoy el gobierno asegura la cuarentena social porque no sabe qué hacer con la expansión del virus de la necesidad. Mientras aprieta, el flujo continúa y más fuerte, en cualquier momento revienta la arteria.
Los chavistas debemos alertar a las mentes cuerdas de un estallido social posiblemente desbocado, anárquico, que justifique la instauración de un régimen de tiranía fascista. Cuando decimos gente sensata hablamos de socialistas, porque la derecha es eso lo que busca, una oportunidad de acabar con todo el chavismo, incluyendo al madurismo atontado.
Pero Maduro, al verse atrapado por la explosión hará lo mismo, sabiendo que recular, que renunciar a su soberbia no es una opción para él. Al agotarse las excusas debe quitarse el antifaz y someter la rebelión con las armas.
El confinamiento es eso, un estado donde se exacerban todos lo más feos sentimientos, se desquicia la consciencia. No se trata de un retiro espiritual voluntario, no es el voto de san Antonio el anacoreta, son sus horrorosas tentaciones, se trata de un inmenso campo de concentración y vigilancia, es el destino que casi nos alcanza.
Un gobierno perturbado, cansado de disimulos, angustiado, no puede pensar con claridad, no es capaz de ver en su conjunto la dimensión del problema en el cual estamos todos atrapados. De seguro va a reaccionar asustado y con violencia. Hay que prevenir eso.
¡Se les hace un llamado urgente a todos los chavistas y socialistas preocupados, lúcidos, controlados, para que clamen por corregir el rumbo político sobre un consenso socialista! ¡Hay que volver al camino de Chávez señalado en el Plan de la Patria original! ¡Amnistiar a los petroleros y presos de conciencia recuperar nuestra industria, llamar a los exiliados del país y de la administración pública para arreglar el sistema eléctrico nacional, recuperar nuestras empresas socialistas, confiscar todo lo que deba ser confiscado y ponerlo al servicio de la humanidad! Con este gobierno vamos a desaparecer como nación muy pronto. ¡Viva Chávez! ¡Patria Socialista!