Si para el capitalismo la prioridad es el “crecimiento económico” y la acumulación de capital, para el socialismo la prioridad debe ser la conciencia social, del deber personal con la sociedad, la cooperación social, el desarrollo social y humano, la educación científico humanista al servicio de toda la humanidad; la persistencia en el tiempo de la humanidad y de la vida que la hace posible.
En una sociedad capitalista lo que importa es conservar la estructura piramidal de la sociedad mediante la acumulación y concentración del capital en pocas manos. Lo que interesa al capitalismo es que una parte muy pequeña de la sociedad conserve privilegios sobre el resto; que en la sociedad el individuo compita con sus congéneres por alcanzar esos mismos privilegios, por escalar en la pirámide. Hoy, arriba un grupito –ociosos o no – vive un sueño de vanidades y lujos, mientras abajo un resto lucha a diario por alcanzar ese ideal de gloriosa ociosidad – solo sujetado por reyes vetustos y una burguesía aspirante ennoblecida de tanto dinero que tiene –.
Lo que ofrece el madurismo en su “nueva época”…, en el fondo, su promesa última, es este sueño ridículo. Lo que yace en el origen de sus planes económicos es un sueño que estimula el éxito individual, la prosperidad de un país basada en una promesa vana, que solo se cumple en los cuentos de los hermanos Grimm, en cuentos de hadas, en el “mundo de sueños” de Hollywood, donde se disimulan los procesos históricos reales de la producción material de la riqueza capitalista y la miseria humana, donde nunca se denuncia la mecánica de la explotación, sino que se muestra como un fatalismo humano: como quien dice, “el mundo siempre será así”.
Así mismo Maduro y sus asesores niegan la realidad de los procesos de producción capitalista; la conciencia egoísta y mezquina sobre la cual se funda y se sostiene, cuando sugiera que del capitalismo puede nacer el socialismo (usando como principios dogmas seudo marxistas: convertir mecánicamente la producción social capitalista en el trabajo social socialista y distribuir el producto de la riqueza entre toda la sociedad por igual, ¡Puff, y el socialismo se hace!, diría Jesús Farías), y olvidan que el espíritu pequeñoburgués, incubado dentro de ellos y fuera, es limitado, que en una verdadera revolución debemos trabajar sobre esa escasa conciencia, y a la vez controlar el instinto depredador que gobierna al aspirante que llevamos dentro.
EL origen de la corrupción moral está en el capitalismo y sus valores, es un instinto enseñoreado sobre otros más nobles gracias a los métodos capitalistas de dominación espiritual, de dominación ideológica; ética o prácticas sociales difundidas a través de los sistemas educativos, del cine, la radio, la televisión, las redes sociales; del chisme, del racismo, los prejuicios pequeñoburgueses inoculados en la mente de la masa. Ridículo es que alguien que se dice socialista difunda y estimule estas prácticas sociales como si formaran parte del proceso socialista. ¡No se puede hacer la revolución socialista con las armas melladas del capitalismo!, decía Che, y con mucha razón porque todas sus armas son también armas ideológicas. No se puede crear conciencia del deber social estimulando un éxito personalista, la competencia entre hermanos, sobre todo en el campo de los negocios: ¡eso es una estupidez!, y si no es una estupidez, es una picardía, un engaño, ¡es traición! En una verdadera revolución socialista es mucho lo que hay que trabajar sobre la conciencia humana, sobre los prejuicios e ideales pequeñoburgueses.
Por otra parte, en el origen de la democracia burguesa –sobre la cual pretende el gobierno fundamentar y organizar el “poder popular” – está el “gatopardismo”, la idea de cambiarlos todo para que nada cambie (como también lo está en las mil maneras de llamar las mismas cosas del gobierno madurista: “nueva economía”, “nueva época”, “las 3 R”, “relanzamiento”, “rerelanzamiento”, “15 motores”, etc…). Una verdadera democracia no se puede fundar tanto en la alternabilidad o en cambios superficiales para que sigan gobernado siempre los mismos, como sí en fundamentar la igualdad y la voluntad de las mayorías. Pero una democracia socialista exige obedecer otros principios más allá de los métodos electorales o la inclusión compulsiva, irracional, de las minorías en el poder por el solo hecho de ser minorías; en el socialismo la democracia demanda políticas que obedezcan a los principios socialistas aplicables para todos, para los nativos originales, africanos, mujeres, ciegos, migrantes, etc.., y que tienen que ver con la organización de la sociedad sobre esos nuevos ideales de vida, además de la distribución o administración lo más vertical posible del poder, generando política (y políticas) desde las bases sociales.
Hablar de elecciones es desviar la atención hacia una actividad pública que no representa la posibilidad de un cambio real de la sociedad, de nuestros males sociales, sino la extensión de ellos en el tiempo y una forma de legitimarlos de cara al mundo capitalista, que es el mundo entero (incluyendo la Cuba asediada y Nicaragua, que es otra farsa de socialismo como la del madurismo). El gobierno habla de elecciones cada vez que se aparecen las protestas en la calle, que sale el tema de los planes y promesas incumplidos, la traición a Chávez y a la revolución… Frente al malestar de los trabajadores y del país el gobierno habla de elecciones porque sobre ese asunto se controla mucha gente. Para las elecciones se necesitan las organizaciones electorales activadas, y son fácil de manipular: el uno por diez, los jefes de calle, etc., ahora maquillados de auxiliares del gobierno central en el mentado “congreso de la nueva época”, les sirven para extorsionar a la militancia con la lealtad a una causa difusa, más electoral que ideológica, vendida como si esta causa fuera la de Chávez, y dar la sensación de que en esos congresos tratan sobre asuntos que nos conciernen a todos y que sobre los cuales decidimos de forma democrática e independiente…, hasta que en ellos contraríe la voluntad de Maduro, o el liberalismo salvaje de Maduro – el cual se expande rápidamente por toda Venezuela –y se revela quién es el que decideverdaderamente en esos congresos gatopardianos.
Vencer a Maduro es vencer la mentira, es una lucha ideológica, vencerlo en lo que esconde, en lo que no se ve, lo que hay detrás de sus planes privatizadores y entreguistas disimulados de prosperidad, los cuales contradicen cualquier discurso seudo democrático y socialista, cualquier “congreso de la nueva época” (¡se les tuerce la boca al no poder hablar de socialismo!); el mismo musiú ideológico con diferente cachimbo; ¡gatopardismo!; otra comedia distractora.
CHÁVEZ ES REVOLUCIÓN PATRIA SOCIALISTA O MUERTE