El asunto se plantea de esta manera: o controlas el tránsito de la gente, el comercio, la distribución de alimentos, y de esto obtienes algunas ventajas. Puedes evitar que se expanda el virus, lo cual supone un gasto en programas de asistencia social. Puedes cerrar las fronteras indeseables y controlar la migración. Puedes controlar concentraciones humanas y evitar elecciones indeseables, manifestaciones públicas y otros tipos de conspiraciones (donde las haya) mediante toques de queda. O simplemente, dejas pasar la epidemia o pandemia, asumiendo el riesgo que esta acarreará en infectados, aprovechando los avances de estudios hechos por los chinos. Este es el caso de los ingleses, leamos “Los británicos siguen la idea profiláctica, drásticas medidas higiénico-sanitarias, pero se niegan a ser víctimas de la histeria y cierran el país, porque una vez que la economía haya caído como el corpus social, las consecuencias será más dramáticas y mortales que la pandemia. De qué sirve cerrar todo para deshacerse del virus, y luego llevar a la banca rota a la economía y quedarse sin dinero o salarios y morir de pánico inducido en una sociedad que se está destruyendo y entrando en la anarquía.”
Venezuela opta por la cuarentena nacional. Si nos ceñimos al significado de los cuarenta días, se trata de casi mes y medio sin poder salir a la calle a trabajar, a comprar alimentos, a buscar dinero, sea este la miseria que nos emiten los bancos o remezas del afuera, encerrados en nuestras casas esperando consumir la comida que hasta entonces hayamos almacenado.
Se trata de una población sitiada, no puedes moverte en el país. Quizá esto reporte algún beneficio para el gobierno de Maduro. El puede postergar las elecciones, controlar conspiraciones y conspiradores, y más o menos en esa línea, controlarlo todo. Sin embargo es difícil mantener cuarenta días a una población pasando hambre, sin que inevitablemente salga a la calle a reclamar comida; no libertad de expresión y democracia o que eliminen las sanciones, sino comida, y así veríamos qué poco le importa a la gente el contagio de un virus por encima del hambre y de otras enfermedades más prometedoras de dolor y muerte (un virus que se sabe solo mata al 5% de los infectados “Según virólogo López-Goñi …en un 80 % de los casos, el virus provoca síntomas leves o ningún síntoma, en un 14 % puede provocar neumonía severa y solo un 5 % de los infectados puede ser fatal”)
La Guerra Civil española nos da un buen ejemplo de lo que es sitiar una ciudad: la gente se muere de hambre, así de sencillo; las ciudades quiebran, la economía desaparece. En el caso de Venezuela, que cuenta con la economía más precaria del mundo, hacer eso es cometer, como diría Carlo Andrés Pérez, “autosuicidio”, un harakiri frente al mundo.
No sabemos qué tan cierto sea la tesis de Oscar Hoeck de la profilaxis social, de pobres, ancianos y “no-consumidores”, en esa asociación de ideas que va desde el Grupo de Boston, pasando por Maduro hasta Trump; o la versión italiana de la “lotería de Babilonia”, apostando por quién es el próximo que se va morir. Pero por no ser imposible, es decir, por ser probable, resulta verdadera: los gobiernos y los gobernantes son capaces de hacer estas cosas, con o sin intención. Ya los nazis lo hicieron con poblaciones enteras polacos y judíos, mediante gas letal, que ahora hagan profilaxis de forma disimulada, matando de hambre para evitar la propagación de un virus que no mata a casi nadie, es bastante verosímil.
No obstante el capitalismo sigue su marcha, la guerra por la vacuna aparece en escena, “Hace poco, el diario alemán Welt am Sonntag informó que el presidente de los Estados Unidos Donald Trump, había ofrecido fondos para atraer a CureVac (laboratorio que desarrolla la vacuna) a los Estados Unidos, y que el gobierno alemán estaba haciendo contraofertas para tentarlo a quedarse.” Así funciona el capitalismo. Ya Maduro acaba de solicitar un préstamo al FMI, adelantándosele a Guaidó, con la excusa del virus. Perfecto, falta que entregue todo lo que tiene en el bolsillo.
Mientras tanto, mientras siguen los acontecimientos en pleno desarrollo, “A partir de mañana 17 de marzo no se podrá viajar de un estado a otro, informó padrino López”. Resulta ridículo que el canciller Arreaza se indigne por el cierre de la frontera con Colombia y a su vez maduro prohíbe la circulación de la gente de un estado a otro; este es un gobierno de locos… Y en algunas “Ciudades de Estados Unidos imponen toque de queda, cierre de escuelas y restaurantes ente avance del coronavirus”, y además ha aumentado considerablemente la venta de armas. Eso no puede ser un buen ejemplo para nosotros, que estamos aplastados en nuestra economía, en nuestra salud, mucho más allá de coronavirus, y que contamos con una de las poblaciones más histéricas del planeta.
Yo que Maduro evitara un estallido social, permitiendo la producción y el comercio de alimentos y medicinas sin cuarentenas, mucho menos esperando seis meses, como lo deja ver Trump. Bien puede establecer normas higiénicas básicas, produciendo los medicamentes en laboratorios nacionales. Si hay algo qué controlar son los laboratorios farmacéuticos y las tiendas de medicinas, la economía en general, ¡no a la gente! Producir productos de limpieza, cloro y desinfectantes, tapabocas, ¡producir alimentos! (¿qué va a pasar con los Clap?); protegiendo las fuentes de aguas potable, de electricidad, pagando sueldos, ayudando a los jubilados y pensionados de verdad; la informalidad de nuestra economía es un hecho incuestionable, hay que dejar que la gente pueda vivir de lo que pueda vender, comprar e intercambiar, dejando que el país funcione lo más normal que sea posible. Si maduro no quiere que este país se vaya al infierno debe convocar al concierto social y no controlar de forma irracional la circulación de las personas. La gente debe alimentarse y trabajar, muerta de hambre no vale nada. El gobierno debe ponderar los efectos del virus, hacer otros cálculos, proteger a los más vulnerables y nada más.
Es momento de hacer cambios en un sistema altamente vulnerable a emergencias como estas: imaginen una ciudad como Caracas sitiada. Si la economía del planeta se paralizar en cuarenta días desaparecen todos los pobres, ancianos y “no consumidores” de lujos del planeta.