La aparición de Chávez y la revolución bolivariana socialista ha sido el intento más serio de avanzar por el camino hacia el socialismo, en Venezuela y el mundo, “paso a paso, pero sin aminorar el ritmo”. Hasta que, por un accidente de la historia, Maduro heredó el mando y su estela madurista se hizo del poder, y la frenó de golpe. Ahora restaura la resignación del pasado, y el pasado de una “economía colonial”: ataron de manos a la masa chavista para luego preguntar con sarcasmo “¿Y cómo hago el socialismo, si los capitalista nos hacen la guerra económica, nos sancionan y bloquean la economía?”…, dando a entender que para ellos es preferible que seamos esclavos, a morir en el intento de alcanzar la libertad, …“Por lo menos nos conservamos vivos y en PAZ”, dirá cualquiera de esos pícaros.
La restauración madurista tiene como máxima excusa “la paz social”, como si vivir esclavizados a las necesidades más básicas, al hambre, a las enfermedades y a la ignorancia, no fuera la forma más siniestra y cruel de las violencias. Sustituir la violencia que implica resistir los embates de la reacción capitalista, por la violencia solapada del sistema capitalista es la gran oferta madurista, es “el nuevo modelo económico” madurista, es la “revolución democrática” madurista, un acto de magia, de engaño que no deja ni promete nada a la masa esperanzada, la misma gente que por años siguió a Chávez en el camino de la revolución socialista, hasta su muerte.
Hoy todo tiende a ser como antes del fenómeno Chávez. Hay una clase media oportunista-aprovechadora, estimulada por el gobierno, convertida en la base social y política del madurismo. Y al frente, en la otra acera, una masa de pobres muy pobres, sobrevivientes, negados de educación, salud, de alimentación o alimentación adecuada, de oportunidades reales de superación espiritual, obligados a trabajar por limosnas, a mendigar o a comer de la basura cercana de restaurantes y mercados. Y más allá ricos y nuevoricos, ¡verdaderos ricos! que han aprovechado de las políticas liberales, del capitalismo colonial, de Maduro…: en esta Venezuela solo hay ricos y pobres, ¿y a esto llama maduro y su madurismo asociado, “socialismo”? Tiene que haber algo podrido detrás, porque esta Venezuela de televisión huele muy mal, las calles hieden detrás de la pintura.
¡El que tenga ojos, que vea!
El Metro de Caracas no se puede maquillar, su deterioro es profundo. Lo más probable es que lo estén preparando para colocarlo a la venta en la bolsa de valores, como lo hicieron con el BDV y la CANTV. La ola privatizadora ha sido la salvación política para los maduros, a los ojos de los capitalistas nacionales y foráneos. A pesar del doble discurso y la astucia, están privatizando la industria petrolera, disfrazando la felonía de “apretura petrolera”. No son capaces de hacer las cosas de forma clara y frontal, siempre les queda un poco de temor y mucha viveza sindicalera, la “malamaña” de sacar algún provecho en todo lo que hacen. ¡Justo cuando pactan para entregar la economía y el país, el presidente da un discurso acusando a la derecha de querer privatizarlo todo!, justo cuando ellos lo privatizan todo; no se puede ser más impúdico.
Sin embargo hay quienes se muestran en los medios, con sus escritos, complacidos con Maduro, incluyendo muchos de los que leemos en Aporrea, y escriben como si estuvieran becados, o costeados en sus hogares de retiro para sostener una vida sin necesidades; pareciera que no salen a la calle, o no tienen necesidad de salir a la calle, que solo viven la realidad virtual de los medios, se muestran complacientes con Maduro aún sin estar asociados a la “burguesía revolucionaria” de Castro Soteldo.
Otros luchan con sus contrariedades, entre sus vidas desgraciadas y sus fidelidades. A estos últimos hay que decirles que la esperanza verdadera es corta, es de un día para el otro y se construye con esfuerzo, con trabajo, luchando. La promesa del socialismo hecha por oportunistas y capitalistas es vana, no existe.
La esperanza socialista
La esperanza no se basa en promesas vanas, tan ridículas como las hechas por Jesús Farías, de una Venezuela “próspera capitalista”, su versión de La mano mágica (invisible) del mercado capitalista que al tiempo lo resuelve todo, o el “estamos mal pero vamos bien” de Petkoff; esta esperanza es vana, es la mentira de los renegados reformistas. No tiempo para la vida. No podemos esperar a que el mercado capitalista ablande el corazón mezquino de los capitalistas para que luego hagan una sociedad justa y con igualdad, ¡primero se acaba el mundo y la humanidad antes de que un rico se haga socialista, o entre al cielo!
Si Chávez azuza al combate; si hostigó a los pobladores de este país y del mundo para ir por la senda de la solidaridad humana y la justicia social, de la conservación de la vida, el egoísmo mezquino y la comodidad de los maduros, ¡del madurismo!, está sembrando resignación, confusión e ignorancia, haciéndole el trabajo a los capitalistas, sembrando ¡la paz de los bobos!, en los corazones de los más pobres y desvalidos, matando la revolución. No es justo que después de 12 años de entusiasmo, de fuego revolucionario ahora Venezuela sea un país de temerosos, de adormilados conformistas; un país de pobres, unos sin nada y otros con todo.
Hay que rescatar la verdad, hay que convencer a los temerosos de ser críticos a todo, sospechar de aquello que hoy parece simple, de la lógica de lo simple, porque la realidad y sobre todo el corazón del hombre egoísta capitalista, no es simple, está lleno de pliegues (como el nuestro), de mentiras y sobre todo cargado de una fuerza de voluntad negativa, la de mentirse y mentirle a los más distraídos, por razones mezquinas. Hay que ser críticos y autocríticos hasta que nos lastime.
¿Quién dijo que una revolución es fácil? En revolución, buscar la vereda para evitar el camino más largo, es una equivocación, porque el camino más largo es el más seguro hacia nuestro destino, el Camino Real, lleno de obstáculos y bandidos, el que nos hace más sabios y más fuertes. El camino más fácil nos desvía hacia atrás, como un tiovivo, nos devuelve al punto inicial donde nos sentimos más cómodos. La revolución es sinónimo de retos para el cambio de la sociedad, no de retos personales de vanidad o de lucro, sino de retos personales morales, socialistas.
¡CHÁVEZ ES CAMBIO, REVOLUCIÓN SOCIALISTA!