La renta petrolera es uno de los factores fundamentales de la ecuación de nuestra economía, pero como dijo un gran amigo, es lo que tenemos y hay que saber manejarlo. Nadie ha dicho que sea fácil, la ecuación del modelo rentista petrolero es más compleja, porque la renta es una incertidumbre, depende, en gran medida, de factores externos, en este caso del mercado petrolero, del precio del petróleo. Por eso hay que ser más rigurosos, estudiosos y previsivos.
El peso de la renta petrolera en nuestro país es inmenso, siempre lo ha sido, lo será por un buen tiempo. Lo primero es reconocer que existe, no por desconocerla va a dejar de existir. Tenemos que reconocernos como un país petrolero, por cierto, el país con mayores reservas de petróleo del mundo, aunque comencemos a trabajar desde hoy firmemente para superar el modelo rentista petrolero, como hay que hacerlo, pasarán muchos años de hegemonía del mismo.
Así, lo primero es reivindicar la renta petrolera. La renta es el dinero que percibimos por la venta del petróleo, es decir, el valor de un recurso natural que es de todos los venezolanos, por eso en nuestra Constitución de 1999 la actividad petrolera está reservada al Estado.
Por eso nosotros siempre hemos dicho: «El Petróleo es del Pueblo». Para los jóvenes, sobre todo los que han crecido en Revolución, esto es normal. Pero no siempre fue así. Al contrario, durante casi 90 años la renta petrolera se la llevaron del país las empresas transnacionales o se lo apropió la oligarquía, esa es la razón fundamental, por las que nuestro país, ha estado marcado por la pobreza y la desigualdad, a pesar de tener un poco más de cien años produciendo petróleo, y haber sido, hasta los años 70, el principal exportador del mundo.
En 1999 Venezuela era un país donde la pobreza alcanzaba el 30% de la población y la pobreza extrema el 10%, uno de los países más desiguales del hemisferio, con un alto grado de exclusión de los pobres, marginados de la salud, educación, vivienda, un país incapaz de producir lo que consume, un sector privado incapaz de producir para satisfacer nuestras necesidades, viviendo del Estado. Un país violento, donde el aparato represivo del Estado mantenía al pueblo sin voz, ni posibilidades de participación política, en sus barrios de miseria.
Era una cuarta república colapsada, con una clase política corrupta, al servicio de la oligarquía parasitaria, del sector bancario, financiero, importador, incapaz de poder ofrecer nada al pueblo, el «Caracazo» y tres mil muertos en las calles de Caracas fue su respuesta ante la desesperación del pueblo pobre.
Cuando el Comandante Chávez asume la Presidencia comienza a gobernar y lo que consigue es un país en ruinas y un pueblo desesperado, sumido en la pobreza, con la urgencia de vivir, de tener alguna posibilidad de cambiar su condena, su pasado, su presente, por un futuro digno, de vida. Se necesitaban todos los recursos posibles para atender esa situación de catástrofe económica y social. La cuarta república había dejado un país en ruinas, un pueblo abandonado a su suerte y el petróleo y PDVSA, entregados a las transnacionales.
Sabemos lo que vino desde el inicio de la Revolución Bolivariana, una revolución pacífica: la más enconada y violenta respuesta de las élites políticas-económicas de los EEUU y sus empresas transnacionales. La desestabilización y la injerencia extranjera han sido la respuesta violenta de la derecha a los cambios políticos, a nuestra Constitución, al empoderamiento del Pueblo y los trabajadores, a la Revolución Bolivariana, al Socialismo.
Una revolución por la vía pacifica es como pescar un tiburón blanco con un anzuelo: Golpe de Estado, Sabotaje Petrolero, desestabilización permanente, paro patronal, violencia, guarimbas, crímenes políticos, paramilitarismo, guerra mediática, sanciones norteamericanas, «la salida» y todos los muertos que ha dejado esta confrontación alentada por sectores que son los mismos que gobernaron y destrozaron este país por más de cuarenta años.
La Revolución Bolivariana no ha podido gobernar en paz, la extrema derecha ha mantenido la línea de la desestabilización permanente, a pesar de haber realizado más de 18 elecciones, la oposición sencillamente se niega a aceptar sus resultados, perder el poder político y sus privilegios económicos.
A los EEUU y a los «generales del tuiter» no les importa, ellos no viven en el país, están a buen resguardo. Muchos de ellos con sus negocios intactos. Solo esperando que la revolución se debilite, cometa errores o finalmente confíe en ellos. Todavía está fresco en la memoria de todos como las concesiones que hizo Gaddafi a las transnacionales petroleras y los recibimientos que dio a los dignatarios europeos, fueron su sentencia de muerte y la de Libia.
Esta ha sido la constante en nuestra revolución: permanente desestabilización y asedio. No se ha contado con el escenario ideal, que se da en otros países, donde hay acuerdo nacional o hegemonía de un proyecto que avanza con el apoyo de todas las fuerzas, sin injerencia extranjera, esa ha sido la ventaja o fortuna que han tenido algunos otros que muestran avances significativos en su desarrollo.
A muchos jóvenes, ahora en un mundo globalizado, donde las redes sociales crean expectativas y abren posibilidades a cualquier realidad del mundo, les resulta fácil cuestionar la situación del país. Claro, las redes sociales, el tuiter tienen el problema de los caracteres, los segundos del video, no se puede dar una visión verdadera de la realidad en base a esos espacios, por cierto, muchas veces manipulados. Venezuela es un ejemplo, pero nuevamente como dice mi amigo, es lo que hay, debemos aprender a manejarnos con este factor de la propaganda que no existía hace ni siquiera diez años.
Sin embargo, les digo a nuestros jóvenes, muchos de nuestros problemas tienen que ver con toda esta historia petrolera de cien años. Todos los problemas acumulados, la adicción a la renta, lo fácil, la riqueza fácil, la corrupción, la falta de una economía basada en el trabajo, los sistemas de dependencia extranjera instalados a los largo de la economía, la exclusión del pueblo, la pobreza, el abandono del campo, la falta de industrias, la falta de inversiones privadas.
En nuestro caso ha sido una batalla, permanente y hermosa al mismo tiempo, porque es una guerra de liberación de nuestro pueblo, hay que saber darla y darla con pasión. Perdimos al Comandante en el fragor de esta batalla, fue cómo perder a Bolívar en Carabobo, por lo que se requiere de mucha rigurosidad en los actos, claridad y liderazgo, además de una fuerte dosis de humildad y revisión permanente y consulta sobre el desarrollo de la misma.
Ya vemos lo importante que es la renta petrolera, el ingreso petrolero en nuestro país como una variable indispensable en nuestra economía y nuestra calidad de vida, en el bienestar del pueblo. Me parece que todos podemos estar de acuerdo en varias cosas: la renta existe y existirá por mucho tiempo, no podemos dejar que se la lleven las transnacionales, debe ingresar y mantenerse en el país; hay que proteger el precio y el régimen fiscal petrolero, para que el monto de la renta sea justo e importante para beneficio del país; la renta es una extraordinaria palanca para el desarrollo de nuestro pueblo, para invertir en el desarrollo de las capacidades que nos permitan superar el modelo rentista petrolero y construir una sociedad basada en el trabajo: el Socialismo.
Durante el Gobierno del Presidente Chávez, estando al frente del Ministerio de Petróleo, el centro de nuestra Política Petrolera fue defender el precio del petróleo y trabajar en el seno de la OPEP para lograr un valor justo, por eso mantuvimos los niveles de producción acordados en nuestra organización, respetando los acuerdos y defendiendo el precio. Para nosotros resulta más importante, en términos de ingresos, tener un buen precio que una mayor producción de petróleo.
Pero no bastaba solo con regular la producción, tan importante como esto era tener un régimen fiscal petrolero adecuado, distinto al de la apertura, el que establece nuestra Ley Orgánica de Hidrocarburos. De nada sirve tener un barril de petróleo a 100 dólares, si el Estado solo cobra 1% de regalía (uno de cada cien barriles) y no recibe impuestos petroleros o los recibe a una tasa muy baja, por ejemplo a 34%, como eran las condiciones de las transnacionales durante la apertura petrolera.
Por eso, solo después del Golpe de Estado y la derrota del Sabotaje Petrolero, ya en ofensiva, con la Plena Soberanía Petrolera y con la Nueva PDVSA Roja Rojita, fue posible recuperar el régimen fiscal petrolero, pasando las regalías, para toda la producción, sin excepciones, de 1% al 33.33% y todos los impuestos petroleros del 34% al 50%, sin exenciones de ningún tipo. Logramos recuperar e introducir al país 496 mil millones de dólares de renta en este periodo de la Revolución.
Ese era el trabajo de nuestro equipo tanto en el Ministerio de Petróleo como en la Nueva PDVSA, lo hicimos y lo hicimos muy bien. Era lo que nuestro Pueblo, nuestro país, nuestra Revolución, necesitaba para avanzar como lo hizo. Le dimos al Estado Venezolano los recursos que le correspondían como dueño del petróleo, como representante del Pueblo.
No ha sido un trabajo nada fácil, para nada. Los que hemos estado al frente de esta batalla al lado del Comandante Chávez, sabemos de lo exigente, riguroso, honesto y trabajador que era el Presidente, lo estrictamente apegado a la Ley y a la Constitución. Ha sido un honor y una experiencia única en el mundo, trabajar estrechamente con él, bajo su comando.
Hicimos lo que hicimos muchas veces contra el mismo Estado y su burocracia en contra, a contra corriente de lo que era la lógica del capital, imperante en un sector como el petrolero, no solo en Venezuela, sino en el mundo entero, empujando y concientizando siempre a los cuadros de dirección, los trabajadores de la Nueva PDVSA, de que esa era nuestro deber con la sociedad, recuperar el máximo del ingreso petrolero, para ponerlo al servicio del Estado Venezolano, quien era el responsable de ejecutar la infinidad de programas y proyectos que aprobaba el Presidente, por solicitud de los Ministros, de nuestra política exterior, nuestros acuerdos y compromisos, los entes, Empresas, Gobernaciones, alcaldías, Poder Popular. Había que transformarlo todo, hacer una revolución, construir el socialismo con el capitalismo intacto. Había que atender las urgencias de un pueblo excluido, maltratado, que no se resigna a no tener futuro, un Pueblo que cree en la palabra de Chávez, los hijos de Bolívar, nuestra querida Patria Venezolana.
Todo esto enfrentando a las transnacionales, juicios de arbitrajes, sanciones de los EEUU contra la empresa. El sector privado que antes se llevaba la renta, presionaba, junto a las transnacionales, a través de la prensa, programas, diputados, en una matriz permanente contra nosotros en lo personal, contra nuestro honor y nuestro nombre, contra nuestra querida Nueva PDVSA, sus trabajadores, criminalizando nuestras acciones, nuestra lealtad al Comandante Chávez. Lo hicimos con pasión y lealtad, lo volveríamos a hacer, por Chávez, nuestro Pueblo, nuestra Patria.
Afortunadamente siempre contamos, conté, con la confianza política y personal del Comandante Chávez, solo su apoyo político nos permitió avanzar y acompañarlo en todas las iniciativas, en todas las tareas. Que ahora se pretenda desconocer esto y el aporte de un conjunto de cuadros revolucionarios que lo hicieron posible, es como una manera de desconocer las decisiones del Comandante Chávez, su ejemplo y la conducta que él quería modelar e imprimir en el nuevo Estado Revolucionario. No todos lo hicieron como nosotros, mucha gente tenía una especie de plan b, un cálculo egoísta, no todos tenían ni la capacidad ni el compromiso ni la honradez para hacerlo, no todos cruzaron ese río con Chávez, hubo gente, organismos, Ministerios, Empresas del Estado que se quedaron en la orilla.
Sigue la violencia de la extrema derecha, insiste el gobierno de los EEUU en amenazar e intervenir en nuestros asuntos, nuestra soberanía, siguen los problemas económicos aquejando al pueblo, avanza la Constituyente, hay mucha confusión, hay ataques, reclamos, acusaciones, defecciones. Cuidado con el salto al vacío, hay que pisar firme, Chávez siempre, el Pueblo y el Socialismo. ¡Venceremos!