El anuncio del pasado 03 de septiembre, de que maduro ha aprobado la reinstalación de casinos en el país, poniendo punto final a una política del presidente Chávez de eliminar los casinos en el año 2011, por considerar que eran “lugares de perdición que solo servían para enriquecer a los burgueses”, es otro ejemplo de las decisiones que van dibujando cuál es el “país de maduro”, un país sin trabajo, basado en el azar, la trampa, en falsas ilusiones, listo para el saqueo y donde hay que aprovecharse de cualquier “oportunidad” para hacerse de algunos dólares, donde hasta la vida depende de si tienes dólares o no.
El madurismo gobierna para la élite que lo sostiene, una ínfima minoría, que se está beneficiando de la tragedia del país, del sufrimiento y el “vivir mal” de la inmensa mayoría y que se va quedando con los despojos de lo que fue una Venezuela Potencia, de la Patria que hablaba Chávez. Actúa el madurismo como hizo Boris Yeltzin cuando repartió los despojos de la Unión Soviética entre la burocracia del Estado y del partido y surgieron los “oligarcas rusos” con sus privilegios, lujos y excentricidades.
Tal como insisten los clásicos, la forma de producir y de vivir en la sociedad, condiciona la conciencia de la misma, así como la moral y ética hegemónica. Por ello, en el país que modela el madurismo, donde, por cierto, –como bien señala el Toby Valderrama en sus escritos– prevalece una conciencia marginal (en la verdadera definición de la palabra). Los valores que se han estimulado desde el gobierno y que han adoptado las élites que están dispuestas a “convivir” con el madurismo, son: el individualismo, la trampa, el golpe de suerte, la aventura, el “ver hacia otro lado” o tratar de pasar inadvertido, acomodarse pues.
Así, en medio del caos, las tendencias de twitter, el show político y el escándalo, el gobierno moldea al país para satisfacer sus propias necesidades y los requerimientos de sus élites, mientras lo sigue convirtiendo en una enorme ZEE, con sueldos de miseria, trabajadores esclavos, con una población depauperada, triste, entregada, resignada a su tragedia; y, una élite, explotadora y aprovechadora que, sin embargo, necesita de más lujos y privilegios.
A los casinos habría que sumarle los bodegones, los hoteles de lujo, los restaurantes de la “zona rosa” de Caracas, la “rumba” para la élite en Canaima, las casas de los altos funcionarios –o sus testaferros– en el Parque Nacional El Ávila, específicamente, en Galipán, las construcciones de las casas para la “burguesía revolucionaria” en el Parque Nacional Los Roques, los enclaves exclusivos en La Tortuga. Todo un mundo de fantasía para los que saquean el país o consiguen algunos dólares para darse una escapadita de la realidad del día a día. Pero todo eso es una mera ilusión, una ruleta.
Es bastante probable que, en medio de la tragedia del día a día del venezolano, del “sálvese quien pueda” o el “por lo menos” de la resignación a vivir con carencias de todo tipo, la sociedad, el pueblo, no se percate del profundo daño que ha hecho el madurismo imponiendo al país un mal modelo capitalista –más extractivista y atrasado que nunca antes– basado en el saqueo de nuestros recursos naturales, en la especulación y en la destrucción del trabajo como eje central de la economía.
Hoy día, la economía venezolana está entregada a los factores más especulativos y depredadores del capital, esos que no producen nada, y que han desatado los peores mecanismos de expropiación del trabajo: la especulación, la hiperinflación y la megadevaluación. Estos fenómenos, que son consecuencia directa del hecho de que el Estado haya renunciado a su responsabilidad de conducir la economía, han permitido que las nuevas élites que han prosperado al amparo del madurismo –eso que llaman ahora, reitero, “la burguesía revolucionaria”– (la burguesía VIP), actúe a sus anchas, se apropien de bienes y recursos del Estado, de sus empresas, obtengan todo tipo de permisos y concesiones para explotar nuestros recursos naturales y se enriquezcan, como nunca antes, gozando de los privilegios y “oportunidades” que les otorga el gobierno, para que establezcan sus negocios en condiciones de abuso y saqueo nunca vistas en nuestra historia.
La consecuencia lógica de esta restauración del capitalismo y demolición del legado y obra del presidente Chávez, ha sido la pobreza y miseria generalizada de nuestro pueblo, de los trabajadores, profesionales y capas medias, situación trágica que ha resultado en la pérdida de todas las conquistas políticas, económicas y sociales del pueblo venezolano alcanzadas durante el gobierno del presidente Chávez e incluso en la IV República.
La imposición del paquetazo de maduro, de este retroceso brutal en las condiciones de vida del país, de esta expropiación de las conquistas sociales del pueblo, se ha hecho con violencia, convirtiendo la violación a los Derechos Humanos en una política del Estado Venezolano, tal como ha sido corroborado y denunciado por la ONU y como se evidencia en las cárceles llenas de presos políticos, trabajadores y militares presos, y en el miedo imperante en los barrios y zonas populares ante la Pax de los Sepulcros, impuesta por los cuerpos policiales y paramilitares del gobierno.
La situación de pobreza generalizada y falta de derechos del pueblo venezolano, no sólo se puede medir en los índices económicos establecidos a nivel mundial –el más contundente de ellos, es el hecho de que el salario mínimo mensual de 2 dólares al MES en Venezuela está muy por debajo del índice de pobreza establecido por la ONU en 1,9 dólares DIARIOS–, sino que se percibe en el día a día del venezolano, en el deterioro de la calidad de vida de nuestra población, carente de los servicios básicos, de los medios esenciales para la vida, en la destrucción de toda la infraestructura del país, y en una situación asfixiante de caos y falta de perspectivas de un futuro mejor, de la posibilidad de una vida digna, plena, que ha compelido a más de 5,4 millones de venezolanos –sobre todo jóvenes y profesionales–, a salir o buscar cómo salir del país.
La destrucción del aparato productivo, tanto del sector público como del privado, ha sido producto de un cúmulo increíble de errores y malas decisiones del mismo maduro, quien desatendió las recomendaciones que nosotros hicimos desde la Vicepresidencia Económica a inicios de 2014, y antes de eso, del propio ex ministro Giordani, entre otras tantas voces que alertamos sobre el curso que tomaba el gobierno.
El madurismo –maduro, cilia, los rodríguez, arreaza–, no sólo desestimó nuestras observaciones y advertencias, sino que nos persiguió y apartó del gobierno. Ya en ese momento, el madurismo había decidido poner punto final al Plan de la Patria y “postergar” para siempre al socialismo.
No nos dimos cuenta en ese momento, abatidos por la pérdida de Chávez y presos de una disciplina paralizante, que el madurismo se incubaba a la sombra del Chavismo, era el Chavismo sin Chávez. Estos, desde antes de la muerte del Presidente, se prepararon para asaltar el poder, con apoyo internacional de países que luego se cobrarían la factura y, siempre, de la mano de un sector empresarial sin muchos escrúpulos, muy oportunista, que apostaron a maduro, a su debilidad e inconsistencia ideológica –incluso religiosa y espiritual–, como el candidato ideal para socavar y destruir al chavismo desde adentro.
Al final, desde inicios de este gobierno, prevalecieron más los intereses corruptos de los sectores empresariales que impulsaron y apoyaron al madurismo desde antes que muriera Chávez, por encima de los intereses del país, de todas las voces y advertencias y de las recomendaciones políticas y económicas hechas ante todas las instancias –incluso, al Congreso del PSUV en ese mismo año–, de los que formamos parte del equipo económico del presidente Chávez.
A partir del desmantelamiento del equipo económico del presidente Chávez y de nuestra salida del gobierno, se desplegó el madurismo al control de todo el país, de sus instituciones, empresas y economía, dilapidando, en escasos años, todo el capital político económico que nos había dejado Chávez como legado, lo que él mismo llamara, ya en sus angustiosos momentos finales, la Patria.
A partir del mismo 2015, la incapacidad y rapiña del madurismo actuando a sus anchas, por intermedio de sus personajes corruptos, tarifados por intereses privados, oscuros, esos que le han hecho un daño terrible al país, acabaron con PDVSA, nuestras empresas básicas y todas las de producción o servicios –creadas, adquiridas o nacionalizadas por el Estado en el periodo revolucionario del presidente Chávez–, mientras se estimulaba una absurda política de dolarización y transformación del país productivo en uno de bodegones y enclaves de élites basado en las importaciones de TODO, lo cual, ha provocado una caída –sin precedentes en el mundo– del Producto Interno Bruto del país, el PIB, de más de 80% acumulado en el periodo madurista.
En estos 8 LARGOS años del madurismo, del PEOR gobierno de nuestra historia, tenemos, como resultado, un país destrozado, cuya sociedad ha sufrido un profundo daño moral y espiritual, sin trabajo o con trabajo esclavo, con su aparato productivo en ruinas; la industria petrolera, –única posibilidad de sostener de manera soberana la economía del país–, saqueada y colapsada en sus capacidades productivas y, ahora, rematada, junto al resto de las empresas del Estado, a favor de la “burguesía revolucionaria” y sus agentes, como el nuevo “héroe del tuiter” Alex Saab, operando al amparo de la muy ilegal “Ley anti bloqueo” y de la impunidad con la que actúa el gobierno ante la inexistencia de las instituciones del Estado, y de mecanismos de rendición de cuentas que regulen y controlen la actuación del Ejecutivo, tal como lo exige la Constitución.
La paradoja de todo ésto es que, en nombre de Chávez, el gobierno ha dinamitado las bases y fundamentos de nuestra soberanía e independencia económica, acabando con las posibilidades de desarrollo del Plan de la Patria, su testamento político, cuyos objetivos fueron escritos del puño y letra del propio presidente Chávez; en particular, la certeza de que el socialismo era nuestro objetivo.
El Plan de la Patria establece, por primera vez, de manera política-científica, la vía, la posibilidad cierta de construir el socialismo en nuestro país. Igualmente, el desarrollo de una economía soberana, basada en el trabajo y el manejo soberano de nuestra industria petrolera, utilizando a nuestra poderosa empresa PDVSA y a la renta petrolera, tanto para garantizar nuestras conquistas económicas y sociales, así como convertirla en una extraordinaria palanca para la expansión de nuestra economía y la superación –precisamente– del modelo rentista petrolero implantado en el país por las transnacionales petroleras durante los primeros 80 años del siglo XX.
El Plan de la Patria, no sólo buscaba superar la lógica del capitalismo, y construir el socialismo preservando el medio ambiente, sino que la sociedad se edificaria sobre los pilares del trabajo, la solidaridad, la igualdad, el “vivir bien”, la democracia participativa y protagónica, todo ello en el marco Constitucional y el absoluto respeto a las plenas garantías individuales, políticas y el respeto a los derechos humanos.
Bien lejos estaba Chávez, y el Plan de la Patria, de la entrega de PDVSA y el petróleo, del remate de las empresas del Estado, del desastre y destrucción del Arco Minero, de la dolarización, del salario de hambre, de las ZEE, del FAES, de los Bodegones, de las mansiones en Los Roques o el Humboldt, de los Casinos. Bien lejos está Chávez de este desastre, de maduro y su gobierno.
No se puede “convivir” con una dictadura
Ante esta situación fáctica, esta encrucijada del país, algunos, políticos o ciudadanos que de vez en cuando pueden acceder a algunos dólares, dirán “pero tenemos que vivir”. Cierto que hay que vivir, pero vivir con dignidad, plenamente, sin ser cómplices y sin ser víctimas, sin miedo, sin vivir en el silencio, ni bajando la cabeza, tristes, sin querer pensar o darnos cuenta, muertos en vida, justificando lo injustificable o volteando a un lado.
Los venezolanos merecemos algo mejor que ésto, hay que luchar por un futuro mejor para nuestro pueblo, para nuestro país, para la Patria de Bolívar. Hacer todo lo que se pueda hacer para cambiar el actual estado de cosas, salir del abismo del madurismo.
Lo que resulta cuestionable e imperdonable, –sobre todo entre los sectores políticos o que alguna vez estuvieron politizados–, es la entrega, la resignación, el individualismo, el silencio o la inacción, el subordinarse al caos, a la destrucción de nuestra patria.
Ésto es válido tanto para los chavistas que apoyan a maduro, como para los dirigentes de la oposición tradicional.
Ningún dirigente o militante Bolivariano, sea civil o militar, que haya acompañado a Chávez, que acompañe sus ideas, sus obras, que se diga Chavista, que haya formado parte de su gobierno revolucionario, que lo haya seguido de corazón, con conciencia política, en la vanguardia, en el Poder Popular, en las Misiones, en el PSUV, puede acompañar a maduro y guardar un silencio cómplice ante la entrega del país. Esta actitud, el cálculo político y el miedo, son inaceptables entre los que estuvimos al lado del Comandante, los que pudimos prefigurar un futuro, el país posible, plasmado en el Plan de la Patria.
Pero tampoco es aceptable que la oposición, sobre todo, aquellos que llamaron a sus seguidores a morir y sacrificar sus vidas en las calles, que murieron por decenas, en acciones violentas en un enfrentamiento desigual contra las fuerzas militares, puede ahora, decir que “convivirá” con un gobierno dictatorial, ilegítimo, violador de los Derechos Humanos, que ha destruido y sigue destruyendo al país y que –por cierto–, no representa ni al Chavismo, ni al pueblo.
En México, como ya lo alertamos, las élites siguen negociando de espaldas al país, en una agenda secreta, donde –de manera muy extraña–, una de las partes, en este caso, el gobierno, decide quién puede representar a la oposición y quién no, mientras maduro los increpa en televisión, mostrando su verdadero talante y dejando muy mal a la oposición negociadora.
Los derechos consagrados en la Constitución, la participación política –incluyendo la participación electoral–, no puede ser administrado por maduro a su antojo. Fueron derechos conquistados por el pueblo por votación mayoritaria en diciembre de 1999 y defendidos en la calle el 13 de abril de 2002, derrotando el Golpe de estado del 11 de abril de 2002.
Habría que preguntarse:
¿Qué se discute en México? ¿Cuáles son los compromisos de las partes?, ¿a quiénes representan?, ¿saldrá una nueva forma de “convivencia” entre las élites? ¿Y la economía? ¿Y el pueblo? ¿Y el petróleo? ¿Y Chávez?
Nada de lo que pase en México, entre las élites, resolverá los problemas del pueblo, el gran ausente. Nada nos permitirá salir de esta crisis si no se restablece plenamente la soberanía popular, la Constitución y si no volvemos al camino de Chávez.
Es desde allí, desde Chávez, desde el Plan de la Patria –el único plan y objetivos que tenemos y que ha sido apoyado por la mayoría del pueblo–, con una Junta Patriótica de Gobierno, que podremos restablecer el manejo soberano de nuestra economía, las leyes y el orden constitucional, las garantías políticas, económicas y sociales del pueblo, para ejercer plenamente la democracia participativa y protagónica, los mecanismos de consulta y participación popular, para iniciar la recuperación de nuestra industria petrolera y poder superar la inaceptable crisis humanitaria, para, solo entonces, dar el gran debate que el país necesita para retomar nuestras posibilidades de futuro.