Esta semana, desde el exilio, nos enteramos del fallecimiento de José Salamant Khan, el “Chino” Khan, y de Darío Vivas. Ambas noticias, lamentables, pasan desapercibidas en medio del terrible caos que vive el país y empañadas por las ya usuales “tendencias” de twitter, donde prevalecen los mensajes de odio e intolerancia que demuestran con claridad el daño que ha sufrido la psiquis del venezolano.
Quisiera expresar mi profundo respeto en memoria de estos compañeros y mis sentimientos de pesar y de solidaridad a sus familiares y amigos, de la única manera que puedo hacerlo en estas circunstancias.
De Darío Vivas supe –antes de que resurgiera el Comandante Chávez–, cuando era Concejal por el MAS y, junto a Clodosbaldo Russián, también del MAS y al que mis padres conocían desde la época de la guerrilla. Ellos dos eran las únicas autoridades políticas que apoyaban y orientaban las denuncias que hacían las comunidades de Montalbán y La Vega, contra la fábrica de Cementos la Vega, debido a la contaminación por las toneladas de polvillo que emanaban de sus chimeneas, y las consecuencias que esto traía en la salud de los habitantes del sector. Luego nos volvimos a encontrar, ya con la Revolución Bolivariana, cuando Darío era Diputado y responsable de organizar las movilizaciones, era inconfundible su voz cuando anunciaba al Comandante Chávez. Siempre lo consideré un luchador social, un incansable trabajador.
Al “Chino” Khan lo conocí mucho más, no sólo compartimos en el ámbito político, cuando el Chino era diputado de la Revolución, sino en años de trabajo como ministro del gobierno del Presidente Chávez, al frente del Ministerio de Industrias Básicas y Minería, presidente de la CVG, miembro del Directorio del BCV, del de Cadivi y luego en el Cencoex.
Mi relación con el Chino siempre fue muy afectuosa, de respeto y camaradería. Era un economista y revolucionario, una persona que tenía todas las credenciales técnico-políticas para ejercer los cargos que desempeñó y, a la vez, era humilde, cálido y siempre de muy buen humor. Jamás olvidó su origen, ni mucho menos claudicó en sus ideas y principios. Un elemento que nos identificaba mucho era su irreverencia, el Chino iba al “rompe”, sin compromisos con grupos de poder, siempre atento a los intereses de los más débiles, de los trabajadores, de los mineros, de las comunidades, colocándolos por encima de cualquier otro interés.
Nos apoyamos mucho, él nos buscaba permanentemente, éramos amigos, trabajábamos largas jornadas sin mucho protocolo. En mi equipo de trabajo, entre los ex guerrilleros que me acompañaban siempre, entre el personal de mi Despacho, entre los Directivos de PDVSA, entre los trabajadores, el Chino siempre fue bien recibido y querido, todos lo reconocían como un revolucionario y trabajador.
A veces me parecía que el Chino estaba bajo mucho estrés por la presión a la que estábamos sometidos los ministros de Chávez, conscientes de la inmensa responsabilidad política y moral que recaía sobre todos nosotros, las tremendas tareas y retos que teníamos por delante en el difícil camino de la revolución, cada uno manejaba de distintas maneras la presión del trabajo.
Recuerdo una de esas sesiones de trabajo, duras, interminables con el Comandante Chávez, en las cuales se discutían a profundidad los problemas en la gestión del Estado, de las empresas, el problema económico, además donde se trazaban metas y se rendían cuentas. Era de esas reuniones de trabajo donde el Presidente, siempre muy exigente, mostraba su desacuerdo o disconformidad con el desempeño de su gobierno, el presidente Chávez discutía y exigía argumentos y respuestas en cada uno de los asuntos. Recuerdo que nos había alcanzado avanzada la noche, teníamos horas allí bajo mucha presión, en un ambiente tenso, con mucho trabajo y exigencia. El presidente Chávez estaba haciendo un fuerte reclamo sobre un tema con el que estaba inconforme, y traen algo de comer, todos los ministros estábamos dispuestos a comer algo mientras seguía la discusión; y, de repente, el Chino rechaza la cena. El Presidente Chávez, que estaba muy molesto, se da cuenta y le pregunta si no iba a comer nada –era muy tarde ya–, a lo que el Chino responde: “pero quién va a comer algo con esta discusión que tenemos aquí?, yo no puedo”. A mí me causó sorpresa y gracia a la vez, pensé que “solo el Chino podía decir algo así”, una de esas salidas espontáneas, pero simpáticas y respetuosas típicas del Chino Khan. El Presidente Chávez creo que tuvo la misma impresión, porque inmediatamente distendió el ambiente y le insistió al Chino que comiese algo, y continuó la reunión. Este tipo de cosas solo las hacía, y le quedaban bien, al Chino.
El presidente Chávez algunas veces me expresaba su preocupación sobre el Chino, a él le preocupaba la presión y el tremendo trabajo que tenía el Chino y temía por su salud, el Chino había sufrido un grave problema cardíaco luego de una gira que hicimos un 24 de diciembre a China, el Chino estuvo como diputado, el trabajo fue intenso y el invierno endemoniado, además era navidad, algo que en la cultura china no existe. Durante el regreso de ese viaje, el Chino tuvo problemas cardíacos y creo que lo intervinieron en Frankfurt, casi se queda en ese viaje. El presidente Chávez estaba al tanto de los problemas de salud del Chino y buscaba protegerlo, que lo ayudáramos, lo que hacíamos con gusto, era nuestro amigo.
Unos de los temas que estuvimos discutiendo con el Chino, cuando él estaba al frente de la CVG y del Ministerio de Industrias Básicas y de Minería, era la estructuración de estas empresas del Estado. Lo primero que analizamos fue el hecho de que las mismas funcionaban cada una por su lado, eran empresas que, aunque formaban parte de la misma cadena productiva, operaban de forma separada. Es decir, Ferrominera, extrae el hierro, se lo vende a las empresas que hacen briquetas o lo exporta. Éstas, a su vez, venden las briquetas a Sidor o exportan. Sidor, por su lado, exporta productos semielaborados, ya que, prácticamente no existían empresas nacionales de elaboración de productos terminados, que es lo que le da valor agregado al mineral de hierro.
Discutíamos con el Chino que, un problema fundamental de las Empresas Básicas, era justamente que fueron diseñadas para producir productos semielaborados, es decir, un procesamiento primario o intermedio del mineral, para luego exportar a las grandes economías industrializadas, y allí sí le daban valor agregado al mineral, con productos terminados que, a su vez, nos vendían a nosotros.
El hecho de que las Empresas del Estado convirtieran nuestros propios recursos naturales en una mercancía entre sí, es decir, se vendieran entre ellas los insumos o prefiriesen exportarlos, las convertía en competidoras entre ellas, y no como empresas del mismo Estado, colocando el precio de los insumos a costo internacional o tratando de maximizar su ganancia. Es decir, si alguna empresa intermedia o Sidor, prefería exportar sus productos para obtener más ganancias, la empresa estatal que debía recibir los insumos, se quedaba sin materia prima para continuar el proceso industrial, por lo que, si las empresas se vendían entre ellas los productos semielaborados, venían los problemas económicos en el segmento más débil, o con mayores problemas, de la cadena. Si no existía una dirección central, una Junta Directiva de un holding de Empresas Básicas del Estado que elaborara y siguiera un plan para el sector, con un solo presupuesto, un solo equipo de finanzas y control, entonces, cada Junta Directiva, cada presidencia de cada empresa, trabajaba por su cuenta siguiendo su plan particular y no el plan de todo el sector.
Éstas eran las discusiones con el Chino, siempre en la búsqueda de un cambio estructural que mejorara el desempeño de un sector estratégico para el desarrollo del país que, sin embargo, estaba segmentado y competía entre sus propias empresas, aunque cada una hacía cosas distintas. Estas discusiones tenían como fin implantar el “Sistema Presupuestario de Financiamiento” en las empresas Básicas, adoptar el funcionamiento de Petróleos de Venezuela.
Si en el sector petrolero se hubiese trabajado como en el sector de las Empresas Básicas o de la CVG de entonces, tendríamos distintas empresas de producción de petróleo en Monagas, Zulia, la Faja, vendiendo a precio internacional el petróleo a las Refinerías o exportándolo, igual con el gas. Las refinerías no podrían comprar el crudo, ni atender el mercado interno, ni soportar el subsidio al precio nacional. Lo mismo sucedería en el sector del gas. Al final, sería un desastre, tendríamos una empresa nacional de petróleo, PDVSA, que manejaría nuestros recursos naturales, pero fragmentada en varias empresas petroleras, actuando por su cuenta y de acuerdo con los intereses o el plan de sus administradores. Esto, por cierto, es lo que parece que al final quiere hacer el madurismo.
Todos estos temas pudimos abordarlos y trabajarlos con el Chino porque él era un revolucionario. No estaba cuidando intereses, ni privilegios, estábamos trabajando y pensando para el sector en cambios estructurales, revolucionarios, más aún si queríamos poner orden allí y poner a trabajar a las empresas del Estado dentro de un esquema de funcionamiento planificado y eficiente.
De la misma forma, abordamos la discusión del sector minero y la creación del Arco Minero, el original, que no tiene nada que ver con este desastre falsificado y depredador del gobierno de maduro. No, la propuesta que hicimos al presidente Chavez, cuyo punto de cuenta original lo tengo –y lo puedo publicar si contribuye a la discusión en el país–, estaba conceptualizado como el flanco sur del desarrollo de la Faja Petrolífera del Orinoco, donde el Río Orinoco sería un eje, una bisagra para empalmar, conectar, nuestra capacidad industrial del Sur del país –incluyendo a Puerto Ordaz y todas sus capacidades industriales desarrolladas y por desarrollar–, y el desarrollo de las mayores reservas de petróleo del planeta en la Faja Petrolífera del Orinoco, donde requeriríamos de todos los insumos industriales que podrían producirse al sur del río, en el Arco Minero, justamente, de nuestras industrias Básicas y del sector industrial de la zona, además de las amplias áreas agrícolas del sector: tuberías, plataformas, cabillas, repuestos, insumos de todo tipo, materiales de construcción, alimentos, etc. Nuestra propuesta mantenía y extendía la protección ambiental, tanto de nuestros parques nacionales, como de las áreas devastadas por la minería depredadora, incluía proteger y demarcar todas las tierras indígenas, regularizar la realidad de la pequeña minería garantizando la producción artesanal e industrial del oro y otros minerales estratégicos, en estricto cumplimiento con los objetivos históricos del Plan de la Patria, preservando el medio ambiente y garantizando el desarrollo económico, social y cultural de los mineros y poblaciones indígenas, fortaleciendo la presencia soberana del Estado en territorios estratégicos tan amplios.
Éste era el nivel de discusión y el trabajo con el Chino Khan, el resultado de estas propuestas lo plasmamos, para ser considerado por el presidente Chávez, en un nuevo “Plan Estratégico para Guayana”, una versión del “Plan Guayana” que recogía propuestas trabajadas con anterioridad e incluía muchos planes y reivindicaciones de los trabajadores de Guayana, que ya habían sido discutidos con el ministro Giordani y la ministra María Cristina Iglesias, e incluía estos nuevos aspectos económicos relativos al funcionamiento y orientación de las empresas Básicas, así como el Arco Minero, el original.
Ya con el gobierno de maduro, en el marco de la Vicepresidencia Económica que me tocó dirigir, vi a un Chino Khan indignado por lo que sucedía en Cadivi, cuya presidencia ocupó en un periodo de transición, tanto con los antiguos administradores, como con los nuevos administradores del Cencoex: fleming, malpica y zerpa. El Chino los denunció muy temprano por la desviación de los recursos del Estado, ese año 2014 se ingresaron 40 mil millones de dólares al Cencoex correspondientes a ingresos petroleros, estos ingresos de divisas están debidamente asentados en los registros y publicaciones del BCV –hasta que los hubo–, para pago de deudas de los sectores que estos señores indicaban, en detrimento de los recursos indispensables para los sectores salud, alimentos y productivos del país. El Chino no pudo estar más allí.
La última vez que conversé con él por teléfono, ya en mi situación de exiliado y perseguido, fue una llamada por intermedio de un amigo en común, esa última vez el Chino me manifestó su solidaridad y también su indignación por lo que estaba sucediendo en el sector minero. Estaba muy molesto y contrariado por la nefasta actuación del ministro de minas que lo sucedió, por la firma de una cantidad impresionante de contratos mineros donde se entregaba a operadores privados nacionales y extranjeros todas las áreas mineras, las áreas protegidas ambientalmente y las tierras indígenas para el desarrollo del Arco Minero.
Me contó una anécdota, de la última reunión a la que el Chino fue invitado al salón del Consejo de Ministros, cuando el gobierno de maduro revirtió la decisión del presidente Chávez de retomar el control sobre las “Cristinas”, área aurífera cuyos derechos de explotación se habían otorgado a la empresa canadiense “Golden Reserve”, que le fueron revocados por el Estado ya que la empresa incumplió los compromisos asumidos y nunca produjo produjo un gramo de oro.
maduro le volvió a entregar las “Cristinas” a la misma “Golden Reserve” y sus poderosos socios del sector privado del país (con importantes amigos en el gobierno madurista), los cuales obtuvieron grandes ganancias en la Bolsa de Valores de Toronto con la sola noticia de la decisión del gobierno venezolano.
Me cuenta el Chino que él , que estaba sentado allí en la mesa, indignado por lo que estaba presenciando. No entendía por qué lo habían invitado a ese acto. Tal vez olvidó maduro que el Chino Khan era precisamente el Ministro de Minas de Chávez cuando se decidió la nacionalización y que esa decisión fue parte de su gestión, o tal vez maduro subestimó al Chino y pensó que, como otros tantos funcionarios de su gobierno, este pasaría sobre el legado y obra del presidente Chávez.
Pero, al final del acto, luego de consumar la entrega a la “Golden Reserve”, maduro le da la palabra al Chino Khan, para que dijera algo, y este dijo: “…no sé por qué el gobierno les entrega a ustedes otra vez las áreas de las Cristinas, cuando ustedes nunca produjeron un gramo de oro en el país”, y les recordó a todos que él fue “el ministro que le recomendó y propuso al presidente Chávez la acción de nacionalización de esas áreas mineras”. Los representantes de la transnacional y sus socios locales, quedaron pálidos al escuchar las palabras del Chino, era Chávez el que hablaba. Me cuenta el Chino que maduro le reclamóo y lo llamóo “loco”, de allí en adelante, maduro lo alejó de todo.
Ese era el Chino Khan, irreverente y revolucionario, un extraordinario ser humano, leal al pueblo, leal a Chávez. Un gran amigo al que todos recordamos con afecto, afable y bien humorado, pero dispuesto a tomar decisiones y actuar de manera firme en defensa de los intereses de la patria. Lo recuerdo con su sonrisa, sus libros y presentaciones, atareado en su empeño por hacer las cosas bien, de la manera más justa posible, convencido de que el futuro nos pertenece.
Hoy más que nunca el país y el campo revolucionario necesitamos del Chino Khan, de personas que sean capaces de indignarse ante la injusticia, que vayan al fondo del problema y que actúen siempre con irreverencia revolucionaria, sin excusas, sin intereses de grupo que pesen más que los intereses del pueblo y del país.
Un fuerte abrazo Chino, saldremos de este abismo y retomaremos el camino de la Patria y del Socialismo ¡Viva Chávez! ¡Venceremos!