El naufragio de los pobres

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El Mar Caribe se ha convertido en la tumba de los venezolanos más pobres, que tratan de salir desesperados de la tragedia de la Patria. Ya no es aquel pueblo heroico que lo surcaba hace más de doscientos años, entre Haití, Los Cayos, Cartagena, Jamaica, Chacachacare y las costas de la Patria en la lucha por su independencia. No. Ahora, son los más pobres, los que no tienen otra opción que lanzarse al mismo Mar Caribe para alcanzar una tierra segura, amiga, que les permita vivir; y, sobre todo, poner a resguardo a sus familias e hijos del desastre del madurismo.

Son parte de los 4 millones de venezolanos que , según el último reporte de la Agencia para Refugiados de las Naciones Unidas, la UNHCR y la OIM, la Organización Internacional para la Migración, han abandonado el país desde finales del 2015 y que el gobierno insiste en negar e incluso anuncia que dos de sus más conspicuos representantes irán a la ONU a “refutar” a la organización más seria y reconocida por el mundo en esta materia, pensando tal vez que podrán “patotear”, como decía el presidente Néstor Kirchner, al resto de los países, o que van a una entrevista de VTV o Globovisión, donde pueden decir lo que quieran, sin contestación.

La diáspora de venezolanos, fenómeno que hemos alertado (“no te vayas”) y denunciado (“el paso de los Andes”), es una triste realidad que desgarra y separa a las familias y que ha vaciado de la alegría, y fuerza de sus jóvenes a nuestra Patria; tiene millones de historias tristes y situaciones lamentables que, muchas veces, ocurren en silencio, en el anonimato de la tragedia del pobre, que no le importa ni a las élites, ni al gobierno.

Una de estas tragedias, de las más crueles y más invisibilizadas o desconocidas, es la de los venezolanos, hombres, mujeres y niños, que mueren ahogados en aguas del Mar Caribe, tratando de salir del país. Venezolanos, sobre todo jóvenes, muchas veces con sus hijos, que mueren ahogados en el intento de cruzar el Caribe, principalmente, hacia Aruba, Curazao, Trinidad y Tobago, entre otros destinos.

Pocas de estas historias se conocen, a veces la información de algún sobreviviente o la aparición de cuerpos de infortunados, o restos de la embarcación que naufragó y que son arrastrados por la corriente hacia alguna playa, evidencian la tragedia. Otras, se conoce de algún caso por la búsqueda desesperada de los familiares, madres, esposos, esposas, que despidieron o esperaban a los suyos de una travesía de la cual no sobrevivieron. Existen muchos casos de grupos enteros de venezolanos, cuyos cuerpos se pierden en las profundidades de nuestro Mar Caribe, donde están naufragando los sueños y las vidas de los más pobres.

El caso de la joven madre Maroly Bastardo Gil, embarazada de ocho meses, quien, el pasado mes de agosto, salió de  El Tigre y se embarcó, junto a sus dos hijos en el peñero “Ana María”, junto a otras 31 personas, saliendo desde Güiria con destino a Trinidad, donde la esperaba su esposo Kennier Berra y a donde nunca llegaron, presumiendo su naufragio en el estrecho “Boca de Dragón” entre ambas líneas costeras. Quien fuera el piloto de la embarcación fue rescatado del mar al día siguiente, y trasladado a la isla de Granada. De los infortunados pasajeros, no se sabe nada.

El caso de 32 venezolanos, la mayoría mujeres, que salieron en el peñero “Jhonnaly José”, también desde Güiria hacia Trinidad, naufragando en el trayecto, como lo reporta la misma ACNUR desde Ginebra. Los pescadores solo lograron rescatar 9 hombres, el resto, se encuentran desaparecidos en el Mar Caribe.

Los casos de naufragios de peñeros hacia Aruba y Curazao, ha enlutado a las poblaciones de La Vela y otros pueblos del estado Falcón. Sucesivos incidentes de jóvenes que se lanzan en peñeros a las turbulentas aguas de  nuestro mar, tratando de llegar a las Islas. Se han producido graves y tristes incidentes donde naufragan y mueren grupos de 32 y 20 pasajeros por embarcación, o de cuerpos de jóvenes venezolanos que aparecen en las playas de las islas, ahogados sus sueños y truncado su futuro, como triste testimonio de esta tragedia.

Por supuesto que ninguna autoridad del gobierno informa, reporta o investiga qué está pasando con estos seres humanos, ¿cuántos son?, ¿por qué mueren?, ¿cómo sucede?, ¿por qué se lanzan al mar para salir del país?, ¿cómo ayudarlos? El gobierno no lo hace porque tiene la política cruel de negar también esta realidad; y, además, por la indolencia con respecto a las terribles consecuencias sociales de la crisis que ellos mismos han generado con la imposición de su paquetazo económico. Lo increíble es que la izquierda y lo que queda de PSUV guardan silencio.

Lo que está sucediendo en el Mar Caribe es análogo a lo que sucede en el Mar Mediterráneo, donde mueren y desaparecen miles de hijos e hijas de toda África que huyen desesperados de las dramáticas condiciones de vida de esos países azotados por el hambre, la pobreza y la guerra.  El Caribe y el Mediterráneo se convierten así en la vergüenza de gobiernos y sistemas políticos y económicos, absolutamente injustos y violentos. Ésto que sucede es una bofetada a la conciencia del mundo.

Aunque el gobierno insista en negar la crisis migratoria y humanitaria que afecta al país, una de las más graves del mundo, el sistema de las Naciones Unidas está obligado a actuar para que el gobierno venezolano respete el Derecho Internacional y actúe para proteger y garantizar los Derechos Humanos de todos sus ciudadanos.

Como fue nuestra doctrina, durante nuestro desempeño en las Naciones Unidas, los Derechos Humanos son integrales: incluyen los factores económicos, sociales, culturales, políticos y jurídicos de las personas. Nuestra posición durante las discusiones en el Consejo de Seguridad, cuando se abordaba el tema de los migrantes africanos que cruzaban desesperados el Mediterráneo era que, en vez de abordar el problema desde una perspectiva militar, debía reconocerse la responsabilidad que han tenido las naciones y gobiernos causantes de las situaciones de inestabilidad y miseria en los países de origen, para atender las causas de base, “raigales” en el argot diplomático, de la diáspora.

Nuestra postura no puede ser distinta en este caso, más aún cuando se trata de nuestros nacionales. El gobierno de maduro es responsable de la terrible situación económica y social que aqueja a nuestro pueblo; y, en consecuencia, es el único que ha de responder por la salida del país de cerca de 4.000.000 millones de venezolanos, incluyendo la suerte de los que mueren en trayecto a pie, y los que desaparecen o se ahogan tratando de cruzar el Mar Caribe.

Éste es un gobierno que no solo viola sistemáticamente los Derechos Humanos de sus ciudadanos a través de la represión, la persecución y el encarcelamiento-secuestro por razones políticas, sino que viola los Derechos Fundamentales de toda la población, incluyendo los económicos y sociales, razón por la cual están dispuestos a correr todos los riesgos y sufrir todas las privaciones y maltratos para obtener fuera del país, lo que el Estado no es capaz de garantizarles.  

La próxima visita de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la ex presidenta Michelle Bachelet, es una excelente oportunidad para que pueda constatar el estado de violación permanente de los Derechos Humanos en el país.

Lo es igualmente, para que pueda corroborar la violación continua del Estado de Derecho en el país practicado por maduro y los distintos órganos del gobierno, así como por la fiscalía general y el poder judicial. Todo aunado a la total inexistencia de separación de poderes y el debido proceso; la “judicialización de la política” como práctica sistemática del gobierno y la conducta intolerante y violenta de ambos grupos políticos que se disputan el poder por encima de los intereses del país.

Ojalá la Alta Comisionada, con la experiencia como Jefa de Estado, su agudeza política y profunda humanidad, pueda ver más allá del cerco que le montará el gobierno, el “maquillaje” de la realidad, los “falsos positivos” y los traslados apresurados de presos para ocultar su situación.

Ojalá tenga la posibilidad de escuchar y entrevistar a los familiares y víctimas de la violación de los Derechos Humanos por parte del Gobierno; pueda sobreponerse a la intolerancia de la extrema derecha y reconocer que los Chavistas que nos oponemos a maduro, tenemos también Derechos Humanos. Que haga valer el criterio universalmente aceptado de que los Derechos Humanos deben practicarse con imparcialidad, no selectividad y sin politización de los mismos.

Ojalá que pueda recibir y escuchar a las esposas de los más de cien trabajadores de PDVSA y de los oficiales militares Chavistas secuestrados; conocer los casos de los ex ministros Nelson Martínez, Mayor General  Rodríguez Torres y General Raúl Baduel, así como los casos de tantos presos-secuestrados por órdenes directas de maduro, y cualquiera de su círculo de poder, a los cuales se les han violado todos sus derechos, se les maltrata y se llevan al borde de la muerte.

Ojalá la Alta Comisionada pudiese acceder a “La Tumba”, el “Helicoide”, el Sebin, Digecim y otros centros de detención, y hablar con los secuestrados, muchos de ellos, como los casos de Gladys Parada y Diagnaly Muñoz,  que llevan allí más de cinco años, sin saber siquiera de qué se les acusa, sin haber tenido nunca posibilidad de asistir siquiera a una sola audiencia judicial. Ésto aunado a la ocupación o mejor, confiscación de sus respectivas viviendas.

Ojalá la Alta Comisionada pueda preguntar al fiscal general por la violación al debido proceso, el derecho a la defensa y la presunción de inocencia de los cientos de perseguidos, exiliados y encarcelados por instrucciones directas de maduro, o su círculo íntimo, y por su propia acción desenfrenada, donde ha utilizado al Ministerio Público para satisfacer sus propios intereses, rencores, “pases de factura” y perseguir a los que le hacemos frente a este desastre de gobierno.

Ojalá le pregunte al fiscal general sobre el asesinato de Óscar Pérez y sus acompañantes, la muerte en custodia del ex ministro Nelson Martínez y cómo fue que lanzaron del décimo piso del Sebin al concejal Albán.

Que pueda determinar el estado de terror permanente de la población, con sus teléfonos y correos electrónicos intervenidos, con inseguridad sobre el goce pacífico de sus bienes, la reserva en sus reuniones de trabajo e incluso entre amigos y familiares, en sus puestos de trabajo, en las carreteras y vías del país. Los despidos y persecución a los trabajadores y empleados de la administración pública que expresen sus reclamos, disconformidad o sencillamente no estén dispuestos a secundar los desafueros del gobierno.

Que se de cuenta de la violencia que reina en todo el país, en especial en las zonas populares, de cómo las personas se guardan muy temprano en su casa, dejando silente a la ciudad, por miedo a la inseguridad. Que sepa de las razias y asesinatos del FAES y otros grupos paramilitares en las barriadas populares.

Ojalá la Alta Comisionada, también pueda indagar y conocer de la situación infrahumana en la que están miles de presos comunes, sepultados en el infierno penitenciario donde mueren bajo la acción de los “pranes”, amos y señores de esos penales; o quemados vivos, como el caso de los 70 presos calcinados en la cárcel de Puerto Cabello, por haberles mantenido cerradas las puertas durante un incendio.

Seguramente la Alta Comisionada y su equipo, representantes de la ONU, la institución más seria y profesional en materia de Derechos Humanos, se sobrepondrá a los ataques de la intolerancia y la presión del gobierno, para darse cuenta de que Caracas es un espejismo, que el resto del país está sometido a una escasez permanente de comida, medicinas, trabajo, electricidad, transporte, gasolina. Que Venezuela hoy es un país en ruinas, regido por injusticias de todo tipo, pobre, del que sus jóvenes huyen como pueden, cruzan los páramos a pie, hacia Colombia, Ecuador, Perú; han llegado hasta Argentina y Chile; atraviesan la selva para llegar al Brasil y mueren en el Mar Caribe para tratar de alcanzar un sitio donde vivir.

Presidenta Bachelet, Alta Comisionada, bienvenida a nuestra maltrecha patria, la Patria de Bolívar, de Andrés Bello, de Chávez, donde tantos latinoamericanos consiguieron refugio de la violencia de las dictaduras o del horror económico, donde antes reinaba la solidaridad y prosperidad, el Buen Vivir. Hoy nuestro pueblo necesita de su voz, su valor. Hay mucha esperanza en el corazón de un pueblo noble y justo, hay que detener urgentemente el naufragio de los pobres de mi tierra.